El escándalo de las fotos que se filtraron en Olivos empieza a apagarse poco a poco. Para alivio del Frente de Todos.
No obstante, el daño que ha hecho perdurará algún tiempo más. E impactará de lleno en los próximos comicios. No tanto en aquellos que ya tienen decidido el voto, sino más bien en los indecisos. Un universo nada desdeñable de entre un 10 y un 14% del electorado.
A efectos de rebatir lo ocurrido, el Gobierno ha pergeñado dos estrategias, una brillante y la otra bien cuestionable.
Por un lado, el oficialismo decidió dar a conocer los videos que se filmaron el mismo día que se gatillaron las fotos del escándalo. Convencido de que la oposición los haría públicos horas antes de las elecciones. Incomprobable.
Por otro lado, avanzaron en una jugada polémica y peligrosa: acusar a los referentes de Juntos por el Cambio por el mismo “pecado”, el de violar la cuarentena. Una comparación demasiado forzada.
Por caso, se puso el foco en la figura de Elisa Carrió, quien no ostenta ningún cargo público, ni tampoco ocultó las imágenes de los festejos de su propio cumpleaños. ¿Estuvo mal de todos modos? Posiblemente, pero ello no le quita responsabilidad a Alberto Fernández por su tremendo pifie.
Es curioso que nadie le explicara esto último a Cristina Kirchner, artífice de la operación “contragolpe”. La vicepresidenta ha vuelto al centro de la escena política a efectos de “zafar” al presidente que ella misma postuló. Jamás se perdonará tal error.
Para sumar a la misma estrategia, se ha comenzado a instalar la idea de que la primera dama, Fabiola Yañez, está embarazada. El anuncio sería hecho de un momento a otro. Con ello se intenta tapar la polémica de marras. Demasiado obvio.
Entretanto, dentro del núcleo duro del kirchnerismo se ha comenzado a mirar con lupa al entorno de la mujer de Alberto. Se temen más filtraciones.
Al mismo tiempo, se ha empezado a esmerilar, a través de puntuales medios “amigos”, a dos de los funcionarios de Alberto a los que consideran responsables de no haber sabido atemperar el escándalo de Olivos a tiempo.
Uno de ellos es Juan Pablo Biondi, secretario de Comunicación; el otro es Julio Vitobello, secretario General de la Presidencia. Habrá novedades sobre ambos en los próximos días.
Volviendo a los videos en sí, quedó en medio de los cuestionamientos la titular de Radio y Televisión Argentina (RTA) Rosario Lufrano, luego de haberlos difundido la pantalla de la TV Pública.
Aunque ella negó enfáticamente que el jefe de Estado se lo pidiera, los trabajadores del canal juran que fue así. Que Alberto le dio la orden de hacerlos públicos.
El problema no sería ese, sino que ella fue una de las tantas visitantes VIP a Olivos. En medio del escándalo de los bolsos con millones de pesos que aún hoy no logra esclarecerse. Pura hipocresía por parte de Lufrano.
Hablando de videos, comenzó a circular uno en particular bastante inquietante, de un hombre teniendo sexo con una empleada gubernamental en un ascensor. El siempre polémico Santiago Cúneo jura que se trata de Alberto. Si es o no es, se sabrá en las próximas horas. Cuando se publiquen las imágenes completas. Por ahora, la cabeza del sujeto aparece cortada y no permite develar el misterio.
Fuera de las berretas chicanas de la política, hay un tópico que complica a referentes oficialistas y opositores. Refiere a las concesiones del juego en terruño bonaerense, muchas de las cuales son ilegales, porque violan el artículo 37 de la Constitución de la provincia de Buenos Aires.
Nadie hablará al respecto, ni de un lado ni del otro. Porque macristas y kirchneristas son “pecadores”. Allí, donde Axel Kicillof hace que gobierna, unos y otros se dividen el curro. Que alimenta las arcas de la política, entre otras cuestiones.
Por un lado, aparece la figura de Cristóbal López; por el otro, se yergue la silueta de Daniel Angelici. Nadie zafa.
Baste recordar que Casino Victoria es la empresa de este último, otrora operador judicial de Mauricio Macri.
Y María Eugenia Vidal fue la que le otorgó la concesión de las máquinas tragamonedas, en el marco de una inauguración en la cual no faltó Carlos Tévez. También estuvo el barra “Rafa” Di Zeo, pero unas semanas antes, cuando la licitación estaba cocinándose. Oteaba entonces las barras de gastronomía del lugar, negoción que luego el macrismo le regaló.
De más está mencionar que, en la mayoría de los casos, el juego es sinónimo de lavado de dinero del narcotráfico. Por eso, la mezcla de barras, casinos y política configuran un cóctel explosivo que a futuro implosionará de manera indefectible, dejando a su paso pura devastación.
No le importa a la política, porque detrás de ello hay dinero fresco que permite financiar campañas que de otra manera sería imposible llevar adelante.
El espejo de lo que podría surgir es Rosario, donde todos los días una persona resulta acribillada por algún sicario a sueldo de los narcos. También allí todo empezó como una suerte de experimento del socialismo para hacerse de fondos frescos. Y hoy es una bomba imposible de desactivar.
Finalmente, el dato inquietante lo aporta el simulacro electoral general que se hizo este sábado a efectos de probar el sistema del escrutinio provisorio que se utilizará en las primarias del 12 de septiembre. El procedimiento resultó con severas fallas que preocuparon a propios y ajenos.
Sobre todo porque la empresa que hará el escrutinio provisorio de los comicios es Indra, acusada —y denunciada— de ser permeable al fraude electoral.
El mismísimo Eduardo Duhalde acusó a la empresa de cometer "fraude informático" en las primarias de 2011. Supuestamente llevado a cabo por el Ministerio del Interior y por la propia firma. En esos días gobernaba Cristina.
Igual, igual que ahora. O casi.
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