Finalmente, Cristina Kirchner entendió cuál es el “nicho” donde deben buscarse los votos perdidos del Frente de Todos: la juventud.
Entendió el “qué”, pero jamás entendió el “cómo”. Habló este sábado ante una platea cargada de jóvenes —y no tan jóvenes— de La Cámpora. Acertada decisión.
Eso sí, le erró fiero en el discurso, porque utilizó una diatriba digna de un auditorio de gerontes. Pareció hablarles a los viejos dinosaurios del peronismo y sus votantes históricos.
Ante el desconcierto de la mayoría de los que la escuchaban, habló sobre los “prejuicios antiperonistas” de los empresarios y tiró dardos por doquier al macrismo. Apelando a un género discursivo añejo y con olor a naftalina.
¿Cree realmente Cristina que ganará el voto de los jóvenes hablándoles de cosas que no entienden y/o no les interesa?
Alguien tendría que decirle que urge la utilización de un discurso más aggiornado que el que pronunciaba hace 15 o 20 años. Porque el electorado que ahora la escucha desconoce sus “logros” y los de su extinto marido. Apenas sí habían nacido cuando ellos llegaron al poder, en 2003.
Ni hablar del peronismo, tópico sobre el cual los jóvenes solo conocen puntuales leyendas urbanas y alguna que otra anécdota de sus abuelos.
Ergo, es preciso construir un puente “desde cero” con ese electorado, con un lenguaje que lo haga sentir identificado y sin apelar a descalificaciones. ¿No era más productivo hacer anuncios concretos y promisorios que atacar a Milei, Macri y la mar en coche?
Fuera de lo que ha sido el discurso de Cristina, la campaña política transcurre de acuerdo a lo previsible, sin grandes novedades.
El Frente de Todos intenta achicar la diferencia de una segura derrota a través del insoportable clientelismo. Que ostenta una crudeza pocas veces vista, con regalos de dinero, electrodomésticos y promesas de “conchabos a futuro” por doquier.
Por su parte, Juntos por el Cambio ha decidido apostar por una campaña más federal, caminando las diferentes provincias, principalmente aquellas que ya están aseguradas por su tipo de electorado, netamente antiperonista.
Los que avanzan en tal sentido son aquellos que más pretensiones políticas ostentan. Alfredo Cornejo, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich se encuentran a la cabeza de las ambiciones, no solo de cara a noviembre sino también —sobre todo— al no tan lejano 2023.
Ahora mismo son todos “amigos” y se tratan con cortesía, pero ello irá mermando a medida que pasen los meses y los feroces intereses de unos y otros comiencen a cruzarse.
En otro orden de cosas, repercutieron de manera inusitada las revelaciones sobre los desaguisados de Sergio Massa, aportados desde esta misma columna.
Algunos de ellos a través de la firma Agua y Saneamiento SA (AySA), que comanda su esposa Malena Galmarini. Como ha revelado Tribuna de Periodistas, fondos de aquella empresa estatal son derivados para ayudar a amigos de la pareja, como es el caso de la presidenta del club Canottieri Itialiani de Tigre, Florencia Colman.
Pero hay más: si se analizan los crecientes gastos de AySA, se podrá ver que en las últimas licitaciones gana terreno la firma C&E Construcciones por sobre otras del ramo, de manera suspicaz. Sobre todo por oneroso de sus prestaciones.
El escándalo estallará más temprano que tarde. Por lo obvio: es Massa el que le hace ganar todos los contratos. Con una inteligente precaución: el que firma los papeles comprometedores es Alberto José Freire, director General Operativo de AySA. Si alguien va preso, no será Malena.
Es tal la desfachatez de toda la situación que los propios directivos de la empresa de agua han bautizado a la empresa C&E como la “Lázaro Báez de AySA”... y de Massa.
Hablando de ollas a punto de destaparse, hay en el Indec cierta incomodidad con Pedro Alejandro Basara, quien fue puesto “a dedo” como director de Capacitación, desplazando a un histórico de esa misma entidad. Desde allí juran que el hombre ha comenzado a mezclar sus negocios personales con la función pública. En beneficio propio.
A tal respecto, hay que mencionar que Basara está vinculado a la Universidad de Avellaneda y es director Ejecutivo de VirtualEd, empresa que brinda “soluciones integrales” en educación virtual a organismos privados y públicos.
En su página web, la hoy ministra de Salud Carla Vizzoti aparece dando testimonio de lo “fabulosas” que son las prestaciones que brinda. Ninguna casualidad.
Entretanto, volviendo a la política, Sergio Berni intenta resistir en su cargo como ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, a pedido de Cristina Kirchner.
Estuvo a punto de renunciar, pero lo hará luego de las elecciones de noviembre. Habrá que ver si llega a contener hasta ese momento el alzamiento de la policía bonaerense, que parece inminente.
El descontento llega por todos lados: salarios bajos, falta de elementos de trabajo e incluso ausencia de respaldo político.
Una bomba a punto de explotar. Con derivaciones inimaginables. Como toda bomba, claro.
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