Finalmente, ocurrió lo inevitable: Alberto Fernández y Cristina Kirchner decidieron transitar caminos diferentes. Cada uno con su impronta y anteponiendo sus propias necesidades. Solo se dejarán ver juntos en un acto el próximo 10 de diciembre, pero con discursos bien diferenciados. Luego, cada uno seguirá por su lado.
Hay que decirlo: el presidente se envalentonó luego del acto del pasado 17 de noviembre, donde la CGT y puntuales movimientos sociales le dieron respaldo a su gestión. Pidiéndole a gritos que rompa con su vicepresidenta. Lo cual le venían reclamando en conversaciones reservadas.
Ciertamente, no hubo ningún kirchnerista de paladar negro en aquella celebración. Incluso La Cámpora llegó cuando acabó todo, para mostrar que tiene la última palabra. Ello envalentonó a Alberto a buscar su propia reelección en 2023, tal cual salieron a reflejar a coro varios de sus laderos.
No fue ninguna buena noticia para Cristina, sino todo lo contrario. Ella soñaba con coronar a su propio hijo, Máximo, o regalarle a Axel Kicillof la chance de ser presidente de la Nación.
No obstante, mal que le pese a Alberto, su vice no ha renunciado a sus sueños. Para lograr su meta, la otrora presidenta dejará que él caiga por propio peso. Sobre la base de sus propios desaciertos, que insisten en acumularse.
Lo ha dejado claro en su última misiva, donde jura que nada tiene que ver con las decisiones del Gobierno. Aclarando que todo lo que se hace desde el Ejecutivo es por obra y gracia del jefe de Estado.
Por las dudas, para ayudar a Alberto a que le vaya mal, Cristina ha bendecido la creación de una agrupación que oficia como colectora del Frente de Todos, Soberanxs. Donde abrevan personajes de la talla de Amado Boudou, Alicia Castro y Gabriel Mariotto.
Se trata de fieles soldados de Cristina, instruidos para marcarle la cancha al presidente de cerca, todo el tiempo, principalmente a nivel discursivo. Cuentan con el apoyo de La Cámpora, que hasta se animó a inaugurar una Unidad Básica llamada “Compañero Amado”. Inusual atrevimiento.
Porque, ¿quién se animaría en un país serio en ponderar a un personaje como Boudou, condenado en todas las instancias judiciales por corrupción? Solo en Argenzuela.
Como sea, entretanto Alberto sueña con seguir siendo jefe de Estado, Cristina opera en la Justicia para zafar de las causas que le quedan en pie. Cuatro en total. Dos de ellas, bien complicadas: los “cuadernos de la corrupción” y la “ruta del dinero K”. Concomitantes con el expediente en el cual acaban de sobreseerla.
La estrategia jurídica que utilizará la vicepresidenta para zafar, es similar a la ya usada: plantear la “inexistencia de delito” en sendas investigaciones. Aún cuando la evidencia la deja bien complicada, sobre todo en aquel expediente que se ha nutrido de las anotaciones del chofer Oscar Centeno.
Digresiones aparte, nótese que en el fallo que benefició a Cristina respecto de eventual lavado de dinero en Hotesur/Los Sauces, los jueces jamás dijeron que era “inocente”. La sobreseyeron argumentando que ya estaba siendo investigada en expedientes similares, pero nunca argumentaron que no era culpable. Detalle no menor.
Hablando de molestas causas judiciales, Mauricio Macri está cada vez más complicado por el presunto espionaje a los familiares del ARA San Juan. Acusa una persecución por parte del kirchnerismo en su contra, pero sus antecedentes no lo ayudan.
Como ya comentó quien escribe estas líneas, en 2017 Elisa Carrió le informó al entonces presidente en tres oportunidades que la AFI estaba haciendo seguimientos ilegales y espionaje a propios y ajenos. Y Macri no hizo nada de nada. Sintomático.
Otro que está sufriendo un duro derrotero es el siempre polémico Marcelo Saín. En poco tiempo se granjeó el odio de los principales funcionarios del Ministerio de Seguridad de la Nación, que solo lo toleran porque fue puesto en su lugar por el siempre temible Aníbal Fernández.
Sea como fuere, como resultado de la disputa que se vive en esa institución, terminó renunciando a su cargo Luis Morales, subsecretario de Intervención Federal y peronista de raza. El dato fue anticipado por este cronista esta semana en su cuenta de Twitter.
Otro de los malestares que se han generado dentro de la cartera de Seguridad es la que concierne al nombramiento de Sergio Fabián Bregliano como director de Compras y Contrataciones. Asumió “con autorización excepcional por no reunir” los requisitos mínimos que exige el cargo. Un nuevo papelón de Saín, ya que Bregliano responde a él.
Finalmente, un último dato sobre la cartera a cargo de Aníbal: desde esta semana, han empezado a limitar el acceso a la información a los propios empleados.
“Si no nos dejan ver lo que están cocinando, es porque no están haciendo nada bueno”, dijo una fuente de esa dependencia a Tribuna de Periodistas.
En otro orden de cosas, sorprendió la aparición de un oscuro personaje en el marco de la reconstrucción del homicidio de Lucas González por parte de uniformados de la policía de la Ciudad de Buenos Aires.
Se trata de un hombre llamado Martín Cristóbal, inorgánico de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) cuya silueta siempre se revela en medio de tramas espesas, como el caso Nisman o la muerte de Ángeles Rawson. Quienes lo conocen juran que es un “cleaner”, un limpiador de escenas de crimen. Incomprobable.
En este caso, su presencia impulsa a preguntarse cuestiones inquietantes: ¿Fue la trama de la muerte de Lucas como se contó o hay algo más denso detrás? ¿Vio algo el joven que no debía ver acaso? ¿Por qué el abogado de la familia dice que a Lucas lo torturaron?
Demasiados interrogantes y nadie que pueda responderlos... Aún.
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