La semana que pasó la agenda mediática fue devorada por completo por el caso de la cocaína adulterada, que dejó más de una veintena de muertos a su paso.
Ello obligó a los diferentes estamentos de la sociedad a hablar de aquel incómodo tema que es la adicción a las drogas, con su contracara, el narcotráfico. La política, los presuntos expertos, los medios de comunicación... todos de pronto debieron encarar aquel errático debate.
Pocos lo hicieron con la seriedad que requiere la cuestión, pero al menos lo hicieron. Y eso es lo relevante de la cuestión, aunque nunca se concluya en nada concreto. Como es usual en la Argentina.
La última vez que se puso sobre el tapete el tópico de los estupefacientes fue hace un millón de años, cuando el triple crimen de General Rodríguez, y la ruta de la efedrina, y todo eso. Que tampoco derivó en nada productivo.
En aquellos días de 2008 el debate era similar, solo que en lugar de cocaína se hablaba de efedrina. Y los medios también se rasgaban las vestiduras —solo un poco, para que no se arruguen—, y ponían rostros adustos, y juraban que la Argentina ya era México. Y unas semanas más tarde hablaban sobre el ostentoso estreno del film “Avatar”, de James Cameron. Y ya no volvieron a hablar sobre lo otro, que es la incubación de lo que se vive en estas horas.
Porque, nótese que los mismos actores de entonces son los de que ahora mismo ocupan la escena. El kirchnerismo en el poder, Aníbal Fernández con fuerte gravitación, y Cristina Kirchner detrás del telón. ¿Será solo una casualidad? Para nada, no existen las coincidencias en la política, y mucho menos en la Argentina.
Lo relevante del caso no es esa observación, casi una curiosidad, sino lo que esta encierra: ¿Cómo podría mejorar la lucha contra el tráfico de drogas si se mantiene a los mismos que están involucrados en el criminal negocio?
Evitará este cronista volver a machacar sobre la cuestión, respecto de la cual ya ha escrito millones de artículos periodísticos y un par de libros. Todos enfocados en la figura del principal mandamás del narco en la Argentina, Aníbal Fernández.
Los detalles se los reveló a quien escribe estas líneas el propio Sebastián Forza, tres meses antes de caer acribillado ante una catarata de balas. Y ese testimonio se suma a muchos otros, a los cuales se deben agregar otras evidencias. Que fueron presentadas en la Justicia, incluso cuando Aníbal hizo juicio a este periodista por calumnias e injurias. En dos oportunidades, 2004 y 2009.
Una frase que suelen atribuirle a Einstein sostiene que “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Bien podría aplicarse al tema de los narcóticos, esperando que los que fracasaron una vez arreglen ahora aquel entuerto.
Incluso es más grave que eso: cae de maduro que los mismos tipos que viven del negocio de las drogas jamás las van a combatir. Y no solo es Aníbal, también es Sergio Berni, y Marcelo Saín, y tantos otros.
¿A nadie le llama la atención que no haya estadísticas sobre adicciones en la Argentina? ¿O que se haya disuelto la Subsecretaría de Lucha contra el Narcotráfico? ¿O que haya tanta desesperación por legalizar las drogas prohibidas? ¿A quién beneficia todo ello? ¿No es demasiado obvio?
Ni hablar del tema adicciones, donde directamente el Estado se muestra ausente, sin campañas de concientización, ni centros para atender a los adictos, ni políticas de salud públicas.
Todo ello es un cóctel explosivo que termina conspirando para que el país termine en el actual estado de situación. Con una bola de nieve que ya no se puede parar. Con miles y miles de bunkers de venta de drogas y un ejército de zombies consumidos por su consumo (valga la cacofonía).
Lo de la cocaína adulterada finalmente resulta ser solo un espejo de lo que subyace detrás. Con un montón de tipos que comercializan drogas de manera impune, gracias a la protección de la política, la policía y la Justicia.
Obviamente sin dejar de dar la relevancia que merece a la cuestión de los narcóticos envenenados. Que despuntan en San Miguel, José C. Paz y toda esa zona del conurbano en la que abundan los traficantes de la muerte.
Una postal de lo que allí ocurre la aportó a este periodista un vecino del “Paisa”, el vendedor de la cocaína que mató a más de 20 personas: “Estoy a 5 cuadras de donde vivía este sujeto, pero el barrio en sí es un mini narcoestado últimamente. Yo vivo del lado del Municipio de San Miguel a una cuadra de donde está la división del partido. Acá hay muchos de la barra de la 12 de Boca y tienen los papeles limpios, los políticos del conurbano están llevando esto a un desmadre general y sin retorno”. Más claro, echarle agua.
Dicho sea de paso, ¿por qué el apuro por echar del país al “Paisa”? ¿Qué temían que pudiera revelar? Peor aún: ¿Quién lo protegía?
En otro orden de cosas, en estas horas el gobierno busca reemplazo para Martín Guzmán en el Ministerio de Economía. La furia contra este último es superlativa. También el asombro. Básicamente porque describió presuntas conversaciones con capitostes del FMI que jamás existieron. Y anticipó a Cristina Kirchner condiciones que habría concedido ese organismo —en el marco de las negociaciones de estos meses— que no eran tales. Como la extensión del plazo de pago a 20 años y la eliminación de sobretasas. También juró que no le habían pedido reducir los subsidios, pero todo ello resultó falso.
Ello explica el silencio de Cristina, quien ha bautizado a Guzmán como “el mitómano” en conversaciones con su círculo íntimo. Coincide de alguna manera con Alberto Fernández, quien también fue timado por Guzmán.
Finalmente, un dato de color que inquieta a la política de Chubut: un exdiputado llamado Jerónimo García, oriundo de Rosario, pidió que lo colaran en la lista para ser diputado Nacional durante las elecciones de 2021 o revelaría audios que vinculan a políticos de esa provincia con el narcotráfico. La amenaza no es nueva, pero trascendió esta semana. Incluso hay un periodista chubutense que jura haber recibido esa información esta semana.
¿Estaremos a la puerta de un nuevo escándalo de drogas? El tiempo dirá.
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