En su intento de reconciliarse con La Cámpora, Alberto Fernández denota su ausencia total de dignidad y orgullo propio. No solo por aquello de improvisar sus erráticas dotes de arquero en Mar de Ajó, sino también por el inexplicable acto que encabezó junto a Luana Volnovich, mandamás del PAMI.
En ese evento, lejos de retarla por desobedecerlo al vacacionar en México, el presidente le palmeó la espalda: “Es muy importante lo que has hecho Luana, y yo te lo agradezco; te felicito”, le dijo. Y las preguntas se sucedieron una tras otra. Acaso la más relevante: ¿Qué es lo que le agradeció? El PAMI pasa por uno de sus peores momentos, y el poder adquisitivo de los jubilados ha caído a niveles que ni Mauricio Macri logró alcanzar. De nuevo: ¿Por qué la felicitó?
Como se dijo, es obvio que, lo que busca el jefe de Estado es “pegar onda” con La Cámpora, tan afecta a destrozarlo, en público y en privado. Quien desnudó aquel inconsciente colectivo fue la diputada kirchnerista Fernanda Vallejos, en un audio que cobró relevancia en septiembre del año pasado, luego de la derrota en las urnas por parte del Frente de Todos.
Allí, la legisladora cristinista calificó al presidente como "enfermo", "ocupa", "mequetrefe" y "payaso". Eso es exactamente lo que piensan sobre él, no solo los miembros de La Cámpora, sino también Cristina Kirchner, a quien se presume como la autora de la filtración del audio de marras a los medios.
En tal contexto, le será bien complicado a Alberto Fernández lograr un acercamiento genuino con los camporistas de pura cepa, quien suelen desairarlo una y otra vez.
Uno de los que más lo destrató fue Eduardo “Wado” De Pedro, con la amenaza pública de su renuncia luego de las elecciones del año pasado. A pesar de ello, esta misma semana el mandatario aludió a él como "Wadito" durante un acto en Tecnópolis. No hay remate.
Hablando de camporistas, sorprende la capacidad de Juan Cabandié de resistir en su cargo al frente del Ministerio de Ambiente, a pesar de su elocuente inoperancia. Mientras un 10% de la provincia de Corrientes se consume bajo la devastación de un imparable incendio.
Su desconocimiento respecto de cómo actuar ante ese tipo de tragedias, pudo verse esta semana en las pocas entrevistas que le hicieron algunos medios de Buenos Aires. En las cuales nadie le preguntó lo obvio: ¿Cómo se procede ante un hecho como el que complica a los correntinos? Se supone que alguien que ostenta el cargo de Cabandié debería saberlo. Pero no, no lo sabe. Y sigue ahí igual cobrando un salario de 400 mil pesos al mes.
Está claro a esta altura que el gobierno de Alberto Fernández acumula inútiles por doquier: Cabandié en Ambiente, Volnovich en el PAMI, Fernanda Raverta en la Anses, Santiago Cafiero en Cancillería, Cristina Caamaño en la AFI, Martín Guzmán en Economía, y tantos otros. ¿Cómo no esperar que el país se vaya a pique con la acumulación de tantos inoperantes?
Una salvedad al respecto: tal como anticipó Tribuna de Periodistas, está previsto que Guzmán deje su puesto luego de que culminen las negociaciones con el FMI. El malhumor para con su persona no solo circunda al cristinismo, sino también al albertismo. A todos les mintió por igual.
En otro orden de cosas, hay certera preocupación en las filas del PRO porteño por el derrotero que vive en estas horas Leonardo Cositorto, líder de la estafa piramidal Generación Zoe, a quien la justicia le ha pedido captura internacional por la acumulación de engaños acometidos.
En su momento, en las filas del macrismo lo habían elevado a la categoría de gurú e incluso se comenta que el ahora prófugo habría aportado parte de los fondos con los que el macrismo compitió en la CABA. Incomprobable ciertamente, aunque la incomodidad de los caciques de aquel partido denotaría que ello sería real.
Cositorto está bien complicado, porque estafó a miles y miles de incautos en varios millones de dólares. Prometiéndoles una ganancia que era obvio que no podría cumplir jamás: el 7% mensual en aquella divisa norteamericana. Este cronista lo dijo desde el día uno, no porque tuviera poderes paranormales sino porque nadie puede producir tales intereses de la nada.
Finalmente, una revelación en medio de la creciente inseguridad que aqueja al país: en la calle Arregui 3802 de la Capital Federal, en pleno barrio de Villa del Parque, un grupo de gitanos comete estafas telefónicas de todo tipo desde hace años. Alguna millonarias.
Lo saben hasta los vecinos del lugar, pero la policía no hace nada de nada. Se espera que después de la mención en esta columna, ello cambie.
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