Alfredo Cornejo habla poco. Y habla con pocos. Los íntimos, muy íntimos. Que se cuentan con los dedos de una mano. Ninguno de esos nombres son los que la mayoría de la gente imagina.
Básicamente, porque el otrora gobernador de Mendoza es un tipo desconfiado. Demasiado. Incluso de aquellos en los que deposita sus secretos. Por eso, dentro de ese selecto grupo aparece su propio hijo.
Lo antedicho viene a cuenta de la gran pregunta que carcome a propios y ajenos: ¿Qué hará Cornejo de cara a 2023? ¿Será candidato a presidente, a vice, a legislador nacional o volverá a recalar como mandatario mendocino? Nadie lo sabe.
Aunque muchos lo imaginan, nadie podría adivinarlo. No solo porque el hoy senador nacional no suelta prenda, sino porque tampoco lo ha decidido. O sí, pero le gusta jugar al misterio.
Disfruta cuando los medios especulan con su futuro y le colocan alternativamente el uniforme de candidato a tal o cual cargo. Hasta ahí. Porque cuando los medios persisten con las tribulaciones, ya no le gusta tanto. Y manda a desmentir la información.
Ahora mismo se regocija porque todos lo han confirmado como seguro postulante a vicepresidente de Patricia Bullrich. Él no lo desmiente, pero tampoco lo confirma. Ese es su juego.
Hay que decirlo: en lo suyo, es el mejor jugador, de esos que jamás revela su próxima jugada, ni siquiera a través de involuntarias muecas. No se le mueve un músculo de la cara. Jamás.
Por eso, todos lo miran con desconfianza, porque lo imaginan en uno u otro lugar. Unos juran que volverá a ser gobernador de Mendoza, otros que buscará repetir como legislador nacional. Los menos pretenciosos, lo sueñan como el próximo vicepresidente.
Cornejo no se preocupa por ello, deja transcurrir. Cree que las piezas del rompecabezas se irán acomodando solas. Y lo pondrán en el lugar que sea más conveniente para sus planes a largo plazo.
Lo tiene decidido: será presidente de la Nación. Al menos lo intentará. Imagina incluso que obrará el milagro en 2027.
Le queda un largo camino por recorrer aún. Una senda plagada de dificultades y enemigos, muchos de los cuales prometen desempolvar incómodos secretos. Bien lesivos.
Por eso, Cornejo sabe que no tiene chances de equivocarse. Un paso en falso puede ser tan fatal como una mina personal.
Igual que en la guerra. Casi idéntico.