Cristina Kirchner está atribulada, abatida, desconcertada. No concibe que un grupo de lúmpenes haya intentado acabar con su vida. Necesita que la verdad sea otra. Que alguien del poder real, fáctico, preferentemente de la derecha, haya intentado exterminarla.
Pero no, la realidad es otra. Y le jode. Hasta las entrañas. Entonces fabula, inventa tramas imposibles, y postea videos ad hoc.
Sin embargo, la realidad es otra. La Justicia ha hurgado a más no poder, en celulares, cámaras de seguridad, cuentas bancarias y demás. Y no hay nada de nada. Ni un mensaje, ni un cruce entre el “poder real” y el grupo de impresentables.
Pero no solo las pruebas científicas se niegan a aparecer: el sentido común indica lo mismo. No hay manera de que alguien contrate a media docena de “descerebrados” para avanzar en una operación de tal magnitud. Que encima quedó trunca.
La única “prueba” que insufla Cristina en estas horas refiere a un tipo llamado Jorge Alberto Abello, asesor del diputado ultra K Marcos Cleri, quien jura haber escuchado a Gerardo Milman hablar del ataque contra la vicepresidenta, horas antes de que ocurriera el ataque contra la vicepresidenta. Pero ese testimonio ahora mismo hace agua, porque no lo cree ni la Justicia.
“Marcos, ayer cuando salí de tu oficina fui con mi cuñado a comer a Casablanca. Al lado mío estaba (Gerardo) Milman con dos pibas y graciosamente decía cuando la maten yo estoy camino a la costa y se mataban de risa”, le escribió Abello a su jefe, el camporista Cleri.
Sin embargo, su cuñado, Sebastián Rende, que estaba con él en el mismo lugar, no escuchó nada. Ni tampoco los expertos que recrearon la escena, en el mismo lugar. “Es imposible que haya escuchado nada, al menos desde el lugar donde dice que escuchó”, sostienen los peritos.
Por eso, se inició un expediente por “falso testimonio” contra Abello, que recayó en el juzgado de Julian Ercolini. Se motorizó luego de la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo lo escucharon relatar su historia. No le creyeron una sola palabra.
Incluso falló al hablar la presunta predicción de Milman, de que estaría lejos de Buenos Aires para cuando ocurriera el ataque: el hoy diputado nacional ya había regresado a la Capital Federal ese jueves 1 de septiembre.
Mal que le pese a Cristina, el paso del tiempo desmorona sus ínfulas de que un grupo de “poderosos que dominan el mundo” intentó acabar con su vida.
Tal cual sostuvo este periodista a horas de que intentaran dispararle en el rostro, no hay tal conspiración. Ni tampoco un auto atentado, como pretenden algunos referentes de Juntos por el Cambio, que no lo dicen abiertamente pero lo piensan. La realidad es tal como se ve. Ni una cosa, ni la otra.
Ya lo dijo el Nano Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.