Alberto y Cristina miran al cielo y bendicen con elocuencia. Agradecen que Argentina viene dando batacazo tras batacazo en el Mundial de Qatar. Ello anestesia las principales preocupaciones argentas. Que son múltiples y variadas.
Inflación, desempleo e inseguridad encabezan el ranking de inquietudes ciudadanas. Pero ahora mismo ellas no están en la cabeza de nadie. Porque Messi y Julián Álvarez, y todos los demás integrantes del equipo albiceleste obraron el milagro que solo puede lograr la locura del fútbol.
Pero un día esa alegría se acabará. Porque el Mundial llegará a su final. Entonces, las preocupaciones volverán a estar al tope de las preocupaciones de la sociedad. Y todo ello ocurrirá en el mes que más inquieta al gobierno: diciembre. Un momento siempre proclive a estallidos nada espontáneos.
No obstante, no es eso lo que más preocupa al kirchnerismo, sino el inminente fallo judicial del Tribunal Oral Federal 2 que condenará a Cristina Kirchner en el marco del expediente conocido como “Vialidad”. Será el próximo martes 6 de diciembre.
Diversos referentes del Frente de Todos llamaron a tomar las calles cuando ello suceda. Para “bancar” a la vicepresidenta y, al mismo tiempo, protestar por el declamado lawfare. Aquella pretensión irreal de que una mega conspiración intenta derrocarla por haberse inmolado por los más pobres.
Puras patrañas: la realidad es que hay varias toneladas de pruebas que demuestran que Cristina robó a mansalva. Ello explica su millonario patrimonio, imposible de justificar de otra forma.
De hecho, la otrora presidenta suele decir que amasó esa ingente cantidad de plata trabajando como “abogada exitosa” —se lo dijo a un grupo de estudiantes Harvard en 2012— pero no existe un solo escrito judicial que haya sido firmado por ella como letrada. Tampoco aparece registrada en ningún colegio público de abogados de ninguna parte del país. Ergo, jamás pudo haber ejercido como tal.
Como sea, a pesar de los temores de los “propios” y las pretensiones de los “ajenos”, Cristina no terminará tras las rejas. Restan aún dos etapas de apelación, que culminarán en la Corte Suprema. Y faltan aún años y años para que la sentencia quede firme.
Sin embargo, Cristina se muestra molesta y preocupada. Porque, más allá de la eventual prisión, la condena en sí la condicionará políticamente. Una cosa es haber sido denunciada y/o procesada por la Justicia. Otra cosa es estar condenada. El peso de esa palabra es directamente proporcional a la valoración social.
Tal vez ello explique sus últimos desatinos, impulsados al calor de los nervios por su propio derrotero. Argumentos en los cuales termina confirmando lo que busca refutar. Videos en los cuales confunde a la “copita” Brenda Uliarte con otra chica nada parecida, una tal Maite Britez.
No es todo: en los últimos días, en un intento de justificar sus concatenaciones imposibles, la vicepresidenta aseguró que el fiscal Diego Luciani seguía en redes sociales a la mencionada Uliarte. Sin embargo, es sabido que el funcionario judicial carece de cuentas en Twitter y Facebook, como acusó Cristina.
Ello lleva a preguntarse: ¿Acaso nadie se anima a advertirle a la ex presidenta que está haciendo el papelón de su vida?
Ciertamente, el miedo que denotan los “subditos” de Cristina los lleva a extremos sorprendentes. Por caso, ni siquiera se atreven a decirle que es sumamente inconveniente hacer una marcha el próximo martes.
Lo piensan, pero no se lo dicen: ¿Qué ocurriría si la convocatoria no “prende” como algunos especulan? ¿Qué sucedería si pocas personas salen a apoyarla? ¿No sería un papelón?
A Cristina no le gusta quedar en ridículo. Sencillamente, porque sabe que puede volver de cualquier lugar, menos del ridículo.
Tal vez por ello, los mandamases de La Cámpora salieron este sábado a relativizar la cuestión de la marcha: "Por ahora no hay nada definido, pero no se descarta nada", dijeron desde la organización que conduce Máximo Kirchner.
Por su parte, los referentes sociales que habían adelantado que serían parte de la movida, empezaron a echarse atrás. Algunos incluso recomendaron pasar la movilización para el sábado 10 ante el temor de que haya poca concurrencia un día de semana.
Otro que la “cagoneó” fue Daniel Catalano, secretario general de ATE, quien había anticipado que “paralizaría el Estado” si se motorizaba la condena contra Cristina. Ahora salió a relativizar sus propios dichos: “Nunca hablé de pueblada”, sostuvo.
En ese contexto, un anónimo que circuló esta semana en los despachos de puntuales capitostes de las Fuerzas de Seguridad asegura que el avión que llegó al país con tripulantes venezolanos e iraníes “traía armas, municiones y personal para usar tras el fallo condenatorio que se dará el martes próximo”. Ello provocó preocupación y alerta en diversos círculos de poder, aunque les tranquilizará saber que la versión es falsa.
Entretanto, la política vernácula naufraga por los mares de la impudicia. Oficialismo y oposición demostraron esta semana cuál es su verdadera sustancia: la indignidad. Unos se mostraron irrespetuosos de las instituciones; otros respondieron a ello con groserías y patoterismo. El papelón del año, por lejos.
Lo ocurrido logró evitar que las miradas se posaran sobre la figura del flamante ministro de Transporte, Diego Giuliano, otrora subdirector Ejecutivo en la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT).
Un personaje oscuro, relacionado a una serie de negociados y curros dentro de aquel organismo. Denunciados oportunamente por la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (FADEEAC).
Se trata de una trama de sobreprecios y superposición de trámites que preocupan al sector del transporte porque impactan directamente en los costos de las empresas de cargas de todo el país. Algunos de ellos son ilegales y discrecionales, y fueron pergeñados por el mismísimo Giuliano.
Finalmente, recordar que sigue inamovible la denuncia judicial que este cronista hizo contra Sergio Massa por enriquecimiento ilícito hace más de 3 meses. El juez Marcelo Martínez de Giorgi no solo no tomó ninguna medida de prueba al respecto, sino que tampoco permitió sumar nueva evidencia al expediente.
Quien escribe estas líneas intenta en estas horas aportar documentación sobre una nueva adquisición del ministro de Economía, pero le es imposible. Se trata de la malograda estancia que supo pertenecer a Julio Iglesias, “Momentos”. Ubicada en General Madariaga.
No solo es un tema de la Justicia. Todo indica que el país completo se encamina al abismo del surrealismo mágico que tan bien supo describir Gabriel García Márquez.
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