Tras el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2, Cristina Kirchner logró varios récords. El primero de ellos refiere al hecho de ser la primera funcionaria de alta jerarquía en ser condenada por administración fraudulenta.
Más aún: los jueces la condenaron a la pena máxima de ese delito, que son seis años. Un verdadero hito. Incluso la inhabilitaron a ejercer cargos públicos de por vida.
La alegría de propios y ajenos en redes sociales, no obstante, no debe hacer perder de vista una obviedad: el fallo aún no está firme.
Se presume que Cristina apelará a la Cámara Federal, que ratificará la sentencia de este martes. Pero luego la otrora presidenta cuenta con una instancia más, que es la Corte Suprema. Ergo, hasta 2025 o 2026 no se hará efectivo el castigo.
Para entonces, Cristina tendrá más de 70 años y podrá contar con el beneficio de la prisión domiciliaria. La nada misma finalmente.
En tal contexto, en estas horas la vicepresidenta intenta refutar los argumentos judiciales, sin éxito. Porque carece de conocimiento de los conceptos más básicos del derecho. Tampoco la ayuda el sentido común.
Entretanto, quedan por explicar varias cuestiones, que colisionan con sus intereses. Una de ellas refiere a Lázaro Báez, un humilde gerente de banco que se volvió millonario al calor del poder K.
No casualmente, su “expertise” de constructor arrancó en el mismo momento en el cual Néstor Kirchner llegaba a la presidencia de la Nación, en 2003. A través de la creación de la firma Austral Construcciones.
La discrecionalidad de las ostentosas obras que le otorgaron a Báez fue clara y evidente, y aparecen a la vista en este y otros expedientes concomitantes. Lázaro fue tan pero tan privilegiado que hasta le pagaban las obras aún cuando no las terminara. Ningún otro empresario tuvo tal suerte.
La otra cuestión que no ha explicado Cristina refiere a su propia fortuna, descomunal y siempre creciente. Ella asegura que “amasó” esa plata trabajando como abogado exitosa, pero es falso.
Se lo dijo incluso a un grupo de estudiantes de Harvard en 2012. Pero ello es fácil de refutar: no existe un solo escrito judicial firmado por la vice, ni tampoco ninguna persona que asegure haber sido defendida por ella como letrada. ¿Entonces? ¿Cómo tejió la “tela” Cristina?
Es más que obvio cómo hizo esa plata: un fallo judicial acaba de explicarlo este mismo martes.