El fin del 2022 llegó inusual, plagado de novedades políticas… Y de las otras. En tal sentido, las últimas dos semanas no fueron pródigas en escándalos de diversa índole, que involucraron al oficialismo y la oposición.
Hasta último momento, la política vernácula regaló escenas dantescas, que carecieron de la usual espectacularidad por el desinterés de la ciudadanía ante las fiestas.
Por caso, sorprendió que en las últimas 48 horas se diera una catarata de renuncias por parte de funcionarios identificados con el cristinismo de paladar negro. ¿Fue una movida pergeñada por el kirchnerismo para vaciar de poder a Alberto Fernández? ¿Estuvo la mano de Cristina detrás, como sostuvieron algunos medios de comunicación?
Nada que ver: cada defección tuvo su oportuna explicación. La primera de ellas fue la de Victoria Donda, quien dejó su cargo con un rosario de críticas detrás. Habló de “una gestión nacional que cada vez nos fue dejando con más sabor amargo y sin capacidad de respuesta a demandas crecientes y complejas para una sociedad que espera más de nosotros”. Teléfono inequívoco para Alberto.
Lo que no se dijo es que la partida de Donda fue una decisión del propio presidente, madurada y decidida a principios de diciembre. Al jefe de Estado jamás le gustó la gestión de la mujer, sobre todo después de que quedó en el foco de la tormenta por las denuncias de su empleada doméstica.
Otro que renunció de manera intempestiva fue Félix Crous, quien dejó la Oficina Anticorrupción tras hacer lo que mejor sabe hacer: nada. Mejor dicho, se fue luego de desistir de impulsar puntuales investigaciones contra Cristina Kirchner por corrupción.
También sorprendió la repentina salida de Betina Stein del directorio del Banco Central. Se trata de una experta en derecho administrativo y derechos humanos que investigó el endeudamiento de la gestión Cambiemos. Fue una decisión personal, nada que ver con la política.
Finalmente, aparece el caso más escandaloso, el de Rodolfo Gabrielli, quien fue eyectado de la Casa de la Moneda tras una gestión embarrada por diversos escándalos. Bajo sospecha de que utilizó recursos de esa entidad en provecho propio. Se investigan viajes privados y suntuosos gastos que habrían provocado la ira de Sergio Massa, su jefe directo.
La trama no debería sorprender: este mismo año Jorge Lanata mostró los detalles de un escándalo que anticipó lo que vendría, con la figura de Gabrielli en el centro de la escena.
Puntualmente, el conductor de PPT reveló que la Casa de La Moneda hizo una contratación directa a una firma inglesa para comprar un software de plataforma de pagos y transacciones. La firma en cuestión es Callao Holding, radicada en el Reino Unido, y tiene una subsidiaria en la Argentina. Consiguió un contrato por US$9.578.888 en abril del año pasado y una ampliación del contrato por US$2.425.000 en abril de este año.
“Al figurar como empresa extranjera, a pesar de tener una sociedad local, el pago se acordó en dólares o libras esterlinas en un banco extranjero, y sin tributar impuestos en el país. Claro, si se hacía el contrato con la empresa argentina le iban a dar pesos al tipo de cambio oficial, y así consiguieron dólares en el exterior”, dijo Lanata al respecto.
Y añadió: “El titular de la Casa de La Moneda es Rodofo Gabrielli. El ganador de la contratación con el Callao es Federico Nano. Y, ¿sabés qué encontramos buscando en los antecedentes de Nano? Que en 2019 tuvo una sociedad, Pymetic, con Maximiliano Gabrielli, sobrino de Rodolfo”.
La diputada de la coalición cívica Paula Oliveto denunció el caso y la Casa de la Moneda tuvo que darle explicaciones a la Auditoría General de la Nación por este contrato. Fue el principio del fin.
En otro orden de cosas, siguen apareciendo revelaciones escandalosas derivadas del teléfono celular de Marcelo D’Alessando, ministro de Seguridad porteño.
Esta misma semana se conocieron chats que demostrarían hechos de corrupción vinculados a la obra pública y el sistema de estacionamiento de acarreo de la Ciudad de Buenos Aires.
A pesar de la elocuencia de aquellas conversaciones, Horacio Rodríguez Larreta decidió “bancar” a su funcionario de confianza, aunque más por espanto que por amor. ¿Qué ocurriría si D’Alessando decidiera revelar que recaudaba “para la corona”, frase que supo acuñar alguna vez el mendocino José Luis Manzano?
El ministro solo atinó a negar lo surgido de los chats de su celular, pero la mentira no le durará demasiado. Si la Justicia peritara su aparato descubriría que todo ello es cierto. Y no es lo único: aseguran que existen conversaciones entre D’Alessando y Larreta que exponen más hechos de corrupción. Si aún ello no se ha conocido es porque el hacker del teléfono decidió dosificar lo que allí aparece.
La gran pregunta a esta altura es obvia: ¿Quién hizo el trabajo sucio de robar los datos del celular? Todo indica que se trató de una operación del kirchnerismo, por más que el ex espía Rodolfo Tailhade sostenga que es parte de una interna de Juntos por el Cambio.
Como sea, la información que surge de aquellos chats será fácilmente invalidada por la Justicia ya que fue obtenida de manera ilegal. Pero no es ese el punto, sino ¿cómo es que Juntos por el Cambio aún no da ninguna explicación, no solo por este hecho sino también por el viaje a Lago Escondido por parte de reputados funcionarios del PRO? Tal silencio aturde.
Volviendo a Massa: el juez Marcelo Martínez de Giorgi está a punto de desestimar la denuncia que este periodista hizo contra él hace casi 4 meses. Sin permitirle ampliar la denuncia, ni tampoco tomarle declaración a ninguno de los testigos.
Refiere a una fuerte presentación por enriquecimiento y lavado de dinero tras la compra de un haras por parte de su testaferro, Daniel Guerra, en 8 millones de dólares. En efectivo.
Nada que deba sorprender: Massa es un intocable al que no le “entran balas”. Es la historia de su vida, al menos desde que aterrizó en el municipio de Tigre, gracias a sus contactos con oscuros personajes, algunos del mundo narco.
En esos días sacaba plata de la ANSES y la ponía en el club Tigre, que estaba en la “C”. Con esa ayuda ascendió a la “B” y luego a la “A”. Entonces, el hoy ministro de Economía se hacía acompañar por Darío Walter Matteoni, ex campeón Argentino de boxeo y pupilo de Carlos Monzón.
Lo que pocos saben es que él y sus hermanos fueron los primeros narcotraficantes que recalaron en Tigre, protegidos por el propio Massa.
Darío Matteoni es la cabeza del clan narco y es secundado por sus hermanos: a Marcelo lo agarraron con droga en Río Negro y Aldo también estuvo preso por lo mismo. Continuará.
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