En el año 1997, el ex marino Alfredo Astiz tuvo una conversación de alto impacto con Gabriela Cerruti, donde reivindicó la actividad ilegal de la dictadura militar y llegó decir una frase brutal: “Estoy capacitado para matar a un periodista”.
La hoy portavoz presidencial lo publicó como si se hubiera tratado de una entrevista, pero al leer en detalle lo que hablaron uno y otro —y cómo lo hablaron— era claro que se trató de una charla off the record. Esto es, con el compromiso de no ser publicada.
Lo ocurrido impulsó un debate que no cierra aún hasta el día de hoy dentro del periodismo. Por muchos motivos, pero principalmente uno: Cerruti insiste con que se trató de un “reportaje”, acordado para ser publicado entre ambas partes.
Más allá de esa discusión puntual, está claro que los “off the record” jamás deben publicarse. Es una norma “no escrita” del periodismo, que se enmarca en una cuestión siempre espinosa: los delicados vínculos entre el hombre de prensa y las fuentes de información.
Lo antedicho viene a cuento de lo sucedido con Alberto Fernández esta misma semana, cuando le “regaló” un off the récord al siempre polémico Roberto Navarro. "Seré el que termine con 20 años de kirchnerismo", le dijo.
Y Navarro, cual Cerruti, lo publicó en formato de entrevista. Cometiendo el peor de los pecados que puede cometer un periodista: violar el pacto que implica una charla privada.
Ante la furia del kirchnerismo de paladar negro, Alberto negó haber dicho aquella frase. No obstante, jamás desmintió haber hablado con Navarro. Más aún: el portal que comanda este último —El Destape— jamás eliminó la presunta entrevista ni tampoco negó lo publicado.
En ese contexto, Cristina Kirchner decidió responderle a Alberto en pleno homenaje a las Abuelas de Plaza de Mayo en el Senado: “En off se dicen barbaridades que después se niegan”, sostuvo.
Y volvió a repetir una frase que ya había pronunciado en el pasado: que ella sí está en condiciones de mostrar las conversaciones que guarda en su teléfono celular.
De más está decir que ello es falso: en el año 2011 un grupo de espías de la Agencia Federal de Inteligencia (exSIDE) hackeó su aparato y descubrió mensajes indecorosos entre la hoy vicepresidenta y su entonces segundo, Amado Boudou.
En aquellos días, Alberto Fernández sabía ser un acérrimo crítico de la gestión de Cristina y les regalaba a los medios críticos del kirchnerismo —principalmente al grupo Clarín— revelaciones de diversa índole sobre presuntos casos de corrupción del matrimonio K.
Exactamente igual a lo que ocurre en estas horas: pocos saben que el hoy jefe de Estado sabe ofrendar diversos off the récord a cronistas del mismo holding. Son postales de la ruptura definitiva que se vive dentro de la alianza del Frente de Todos, que, dicho sea de paso, llegó tarde y mal.
Los gobernadores peronistas, con Juan Manzur a la cabeza, le facturan a Alberto no haber cortado el “cordón umbilical” mucho antes con Cristina. Creen que podrían haber torcido el destino de la historia, barriendo a La Cámpora y el kirchnerismo del gobierno y logrando el acompañamiento de gran parte de la sociedad. Ahora ya es tarde, el daño ya está hecho. Y Alberto va camino a ser solo un mal recuerdo.
Entretanto, Cristina insiste con el cuento de la “proscripción”, que no creen siquiera aquellos que lo repiten como loros. ¿Qué le evitaría ser candidata acaso? Ella y sus acólitos saben que la condena que pesa sobre su cabeza debe quedar firme para dejarla fuera de carrera. Y pasarán no menos de 4 o 5 años antes de que ello suceda.
De hecho, en estas horas miles de militantes se han reunido en Avellaneda para intentar convencer a Cristina de que se presente a las próximas elecciones. Toda una demostración de la contradicción de marras: ¿La vicepresidenta está proscripta o solo no quiere competir?
Los mismos que buscan convencerla de que se suba al ring electoral, persisten en tratar de persuadir a Alberto de que se baje de su intentona reeleccionista. Por ahora, lo hacen de manera “amable”. Pero ya le han hecho saber que habrá “carpetazos” de diversa índole si no desiste de aquella aventura. Juan Manuel Olmos, su jefe de Asesores, se lo ha comunicado esta misma semana.
El presidente no teme la eventual embestida K: ha instruido a los suyos a responder de la misma manera. Les jura que Cristina y La Cámpora tienen más para perder que él. “Ellos manejan el 70% del presupuesto, manejan todos los negocios y llenaron de ñoquis el Estado, yo solo tengo la foto en Olivos”, les dice a sus íntimos.
Ello es relativamente cierto: un dossier que reposa en el escritorio de la vicepresidenta posee varias docenas de capturas de chats de Whatsapp que comprometen a Alberto. Allí, queda de manifiesto cómo el mandatario conversa durante la madrugada con puntuales féminas, algunas de ellas presuntamente menores de edad.
El tenor de esas conversaciones son escandalosas. Con propuestas indecentes de diversa índole. Una de las apuntadas es una tal Laly Belén, hoy empleada de un organismo estatal de la provincia de Buenos Aires, a quien Alberto le habría hecho insinuaciones de elevado tenor sexual.
Basta recordar aquel tuit del año 2021 de Jorge Rial, siempre a pedido de Cristina: "Pito duro. Así define @cfkargentina en la intimidad a un importante (tísimo) político de este gobierno. Le molesta su devoción por las mujeres. Ni en los momentos más difíciles deja de tirar tiros x WhastApp”.
En otro orden de cosas, sorprendió esta semana la feroz operación de prensa que involucró a Horacio Rodríguez Larreta y uno de sus delfines, el mendocino Omar De Marchi. Fue en el contexto de la interna del espacio Cambia Mendoza, que parece a punto de estallar en mil pedazos.
Básicamente por los amagues del propio De Marchi de competir por fuera de la interna de Juntos por el Cambio en la provincia.
Grandes, medianos y pequeños medios publicaron que el alcalde porteño le había soltado la mano a De Marchi y lo habría obligado a competir por dentro de Cambia Mendoza, como pretende Alfredo Cornejo.
Pero todo se trató de una vergonzosa “opereta” que dejó en ridículo a una veintena de medios de comunicación. Fue motorizada por el radicalismo mendocino, que teme que el otrora intendente de Luján de Cuyo se decida a presentarse por fuera de la interna. Ello le daría enormes chances de quedarse con la gobernación de Mendoza. Un botín demasiado suculento como para dejarlo escapar.
Podría parecer un tema muy menor y hasta “local”, pero no lo es. Detrás subyace la pelea más importante que libra Juntos por el Cambio en estas horas a nivel nacional: Larreta versus Patricia Bullrich. Ni más ni menos.
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