En los días en los que se trabajaba sobre la reforma al Consejo de la Magistratura, a fines de febrero de 2006, numerosas voces se alzaron en contra de la avanzada política que en esos momentos intentaba el kirchnerismo, ya que se especulaba con que la modificación sobre ese órgano de control traería aparejada una suerte de cooptación de la Justicia por parte del oficialismo de turno, en el peor de los sentidos.
A pesar de las voces críticas por parte de referentes políticos, sociales y especialistas en temas judiciales, los Kirchner finalmente lograron su cometido y se modificó estructuralmente el Consejo, trocando un respetable organismo colegiado en un cuerpo político de castigo y aleccionamiento de funcionarios judiciales. Esto provocó que, a partir de la mencionada reforma, muchos jueces se alinearan a favor del gobierno, temiendo el mazazo que podría provocar la presión política sobre sus actos, los cuales, huelga decirlo, por su propia naturaleza deben estar desprovistos de cualquier tipo de especulación interesada.
De esta manera, el kirchnerismo y sus principales funcionarios han logrado sortear diversas causas judiciales que los acosaban y evitar el inicio de muchas otras que fueron oportuna y preventivamente cajoneadas por los propios magistrados que los tenían en la mira.
En sentido contrario, el oficialismo aprovechó el paraguas protector del Consejo para dar inmunidad —e impunidad— a ciertos jueces ímprobos que hoy tendrían que haber sido desterrados del mundo judicial, sin miramiento alguno.
Uno de ellos es Federico Faggionato Márquez, sobre cuya persona pesaban 40 denuncias por mal desempeño en su cargo —muchas de ellas efectuadas por sus propios superiores— y que hizo el caldo gordo al kirchnerismo al avanzar contra Francisco de Narváez por suepuesto narcotráfico en plena campaña electoral del 28 de junio de 2009. Como era de esperar —y que anticipó este periódico—, el expediente quedó paralizado después de las elecciones de marras.
Faggionato es uno de los exponentes de lo peor de la Justicia vernácula: acusado de mal desempeño, contrabando y hasta narcotráfico; y con un patrimonio personal millonario e imposible de justificar con su salario judicial. (1)
En las últimas horas, la labor del polémico magistrado fue puesta a discusión de los miembros del Consejo a efectos de analizar si correspondía sancionarlo por algunos de los desaguisados cometidos, pero fue literalmente salvado merced a los oficios de la diputada Diana Conti, quien utilizó su condición de presidenta de la Comisión de Acusación y Disciplina del Consejo de la Magistratura para desempatar con un voto doble y argumentó que no estaba demostrado que el magistrado fuera partícipe de delito alguno (¡!).
Es dable recordar que Faggionato es el juez que ostenta mayor cantidad de denuncias en su contra ante el Consejo referido, lo cual muestra a las claras que lo ocurrido responde a una decisión política relacionada con la voluntad de lo más alto del kirchnerismo.
En momentos como el mencionado es cuando se pulveriza el discurso del oficialismo respecto a la transparencia de sus instituciones. Es donde hacen agua las promesas de mayor institucionalidad y democracia que han hecho los Kirchner en sus últimos discursos.
El kirchnerismo maneja a los jueces a su antojo, no sólo a través del Consejo de la Magistratura, sino también con el "apoyo" de los "sobres dinerarios" de la Secretaría de Inteligencia del Estado y la presión de lobbystas como Javier Fernández importante funcionario de la Auditoría General de la Nación.
La Justicia es hoy un engranaje tramposo que sirve sólo para condenar a los que cometen delitos de menor cuantía. No existe un sólo funcionario condenado por peculado en torno al kirchnerismo a pesar de las profusas evidencias que existen. Es más, no hay casi procesados siquiera.
Una vergüenza total.
Concluyendo
Personajes corruptos de la talla de Diana Conti y el senador Nicolás Fernández —primo de la Presidenta, a la sazón acusado de narcotráfico en Caleta Olivia por el sacerdote Enrique Lapadula—, son los que permiten la trampa que hoy impera en el sistema judicial. Es la contradicción más cabal del discurso oficial.
Mientras se habla de transparencia en las instituciones oficiales, organizaciones como Mejor democracia —www.mejordemocracia.gov.ar— han dejado de dar información gubernamental de enorme relevancia a la sociedad por expreso pedido del Poder Ejecutivo Nacional.
Mientras la presidenta Cristina Kirchner maldice contra figuras penales como las calumnias e injurias penales del sistema judicial argentino —prometiendo su derogación— sus funcionarios persiguen al periodismo incesantemente para meter presos a los hombres de prensa. Tal el caso del impresentable jefe de Gabinete quien querelló no una sino dos veces a este periodista (2). La última vez fue pocas horas después de las palabras de la primera mandataria. ¿quién puede entender semejante doble discurso?
Aníbal Fernández perderá ante los estrados judiciales, como debe ser —jamás este periodista ha perdido una querella a pesar de ser el más perseguido por los funcionarios K—, pero antes tiene mucho que explicar respecto a su responsabilidad en el crecimiento del narcotráfico en el país y en relación a la censura de estadísticas oficiales en el ministerio de Justicia que él solía comandar.
Recién cuando la sociedad comience a exigir las explicaciones pertinentes a semejante manga de funcionarios corruptos, se podrá empezar a pensar en trabajar en serio en la reconstrucción de la Nación Argentina.
Jamás debe olvidarse que esta manda de inservibles que hoy ostentan los principales cargos del PEN han sido electos por el pueblo y sólo operan como mandatarios del mismo. Ergo, deben dar cuenta de cada acto de gobierno que ejecutan.
No es poco.
Christian Sanz
(2) Cualquier funcionario del gobierno que fuere tiene derecho a litigar en los estrados si se siente ofendido por alguna publicación periodística, pero para eso existe el derecho civil y el resarcimiento económico. Cuando se busca la prisión del periodista (tal el caso de Aníbal Fernández) queda en evidencia que, lo que se quiere, es amordazar a la prensa.