¿Tan desesperado de dinero se encuentra el gobierno como para incendiarse de tal manera al destituir a Martín Redrado de manera tan poco democrática? El trasfondo de la remoción del presidente del Banco Central a través de un dudoso Decreto de Necesidad y Urgencia, evidencia la fragilidad de las cuentas públicas por parte del kirchnerismo y abre todo un debate acerca de cuáles son los límites oficiales a la hora de cumplir ciertos “caprichos” presidenciales.
La holgura a la que alude permanentemente la Presidenta Cristina Kirchner a la hora de hablar de las cuentas públicas, se da de frente con la locura que acaba de cometer a través del documento que firmó en las últimas horas. La situación es de una gravedad tal que no existe un sólo abogado constitucionalista que avale esa decisión. Es más, la mayoría admite que lo hecho por la primera mandataria abre las puertas a un eventual juicio político en su contra.
En sentido similar, las afirmaciones del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, respecto a que el dinero del Central puede ser utilizado discrecionalmente por el Poder Ejecutivo, demuestran una ignorancia preocupante en un funcionario de tan alto rango. Es desconocer el “ABC” de la Carta Orgánica de una institución que posee indiscutible autarquía.
A esta altura, la remoción de Redrado es una anécdota. Ya no interesa si permanece al frente del Banco Central o no; la imagen que deja la Argentina a nivel internacional luego de lo sucedido, es irreparable. ¿Qué inversor medianamente serio apostaría a un país donde los funcionarios más relevantes llevan adelante decisiones que se dan de bruces con la mera sanidad mental?
El gobierno de Cristina Kirchner ya venía seriamente deteriorado; no podía darse el lujo de cometer semejante atrocidad, sobre todo cuando ostenta niveles históricos de rechazo popular.
Después de lo acontecido, ¿cuántas chances le quedan ahora al kirchnerismo para competir políticamente de cara al 2011?