Cada vez que el juez federal Norberto Oyarbide está a punto de sobreseer a algún funcionario del oficialismo de turno, hace todo un rito que lo deja en evidencia. Tiene que ver con su conducta de promover medidas efectistas y rimbombantes justo antes de liberar de culpa y cargo al eventual funcionario oficial.
En buen romance, lo que hace el magistrado es impulsar una serie de actos judiciales de alto impacto para que parezca que se ha vuelto un funcionario independiente y, cuando la sociedad comienza a exculparlo por su pasado obsecuente, se manda la “gran Oyarbide” y sobresee a algún pez gordo.
Baste recordar que a fines de diciembre pasado, el mismo magistrado bendijo al matrimonio Kirchner con su sobreseimiento por el delito de enriquecimiento ilícito. Lo hizo justo después de tomar varias medidas que parecían mostrar cierta independencia y objetivo impulso judicial. Veamos:
El 1º de diciembre de 2009, encarceló a la viuda de Sebastián Forza, Solange Bellone, en el marco de la causa por los medicamentos falsos.
Ese mismo día, Oyarbide rechazó la excarcelación de Zanola en el mismo expediente.
Un día más tarde, mando a apresar a un director de
El 3 de diciembre, trascendió que pediría la indagatoria del recaudador de la campaña kirchnerista, Héctor Capaccioli.
El 18 del mismo mes, amplió los procesamientos de Ciro James y Jorge “Fino” Palacios por la causa de las escuchas telefónicas.
Sin embargo, tres días más tarde decidió sobreseer a Néstor y Cristina.
En estos días ocurre algo similar, en el marco del avance judicial que el magistrado ostenta contra Hugo Moyano, Ricardo Jaime y otros capitostes oficiales. Como cada año, muchos comienzan a creer que Oyarbide se ha vuelto independiente y se ilusionan con ver en prisión a los principales referentes oficiales investigados por él.
Lamentablemente para aquellos que tienen esa esperanza, el magistrado prepara —una vez más— el terreno para sobreseer a algún funcionario de primera línea del kirchnerismo. Es imposible saber aún de quién se trata, pero no es difícil imaginarlo.
Pan y circo…
Christian Sanz