Hubo en Rosas tres personajes distintos. Uno fue el joven buen administrador y emprendedor de sus estancias y negocios, un verdadero “self made man” que no aceptó parapetarse en la fortuna de su familia. El segundo aparece en el factótum gobernante-delegado durante dos largas décadas que generó las interminables polémicas. Por último, el Rosas correcto exiliado en Inglaterra, donde colaboró con Alberdi y Urquiza en la organización jurídica de la nación al mismo tiempo que preservaba serenamente una pulida amistad con el influyente inglés Henry Temple —más conocido como Lord Palmerston— quien fuera dieciséis años canciller del Reino Unido y Primer Ministro durante nueve. Eligió el “Restaurador” el territorio de la “pérfida Albión” en el cual pernoctó hasta su muerte en 1877. Acerca del Rosas exiliado y empobrecido, cabe recordarlo por la inexplicable agresión de sus antiguos partidarios obsecuentes, ese “capitalismo de amigos” que se enriqueció en la provincia de Buenos Aires a costa de su largo gobierno para terminar persiguiéndolo con saña, hostigando y matando a sus leales, confiscándole los bienes. Muchas investigaciones sobre el Rosas dictador le observaron grandes máculas y reprimendas, pero no muchas denuncias ni sospechas de haberse enriquecido por actos ilícitos de su gobierno.
La “soberanía” que gustaba preservar don Juan Manuel era la de sus cargos “delegados” para imperar cómodo, sin mayores responsabilidades institucionales y por encima del antiguo territorio virreinal, sostenida por ese frágil pacto de escasos renglones atado a los intereses aduaneros del puerto de Buenos Aires, facturando tasas e impuestos en la enorme Cuenca del Plata contra buques de toda procedencia gravando hasta las caravanas de carretas que atravesarían los polvorientos caminos de las llanuras y montañas que él manipulaba y tutelaba en nombre de un curioso federalismo goliático.
No había nación… ésa era la realidad. Para ingleses y franceses el objetivo consistía en acceder a nuevos mercados encerrados entre los ríos Paraná, Uruguay, Paraguay, Pilcomayo, remontarse hasta las costas de agua dulce enfrentadas entre Bolivia y Brasil, o hacia el Guayrá y aparecerse entre los ríos del lado occidental del inmenso Brasil. Hasta ahí llegaban los “propósitos imperialistas” o sencillas expectativas de comerciantes franceses e ingleses. Lo que no hicieron las potencias europeas fueron los pertinentes estudios de mercado. Es raro no hayan imaginado ni previsto que los puertecitos y aldeas de Corrientes, Santa Fe, Uruguay, Entre Ríos, Paraguay, el desierto y pantanos chaqueños y demás tierras guaraníes no justificaban semejantes flotas tan custodiadas para “venirse al cuete” como reza la zamba.
La sobreactuada aventura bélica ordenada por Rosas en
Hubiese sido mejor que
Vergonzoso aquel solitario aislamiento anómico en pleno siglo diecinueve, no por ello hay que ignorarlo, sirve como enseñanza y doliente experiencia del viejo pasado, pero nunca usarlo de pivote o pretexto para revisar
La mano dura del hegemónico Rosas —con sus precarias representaciones y suma del poder público— ligadas en exclusiva a la oligarquía de estancieros, saladeristas y comerciantes de Buenos Aires, no le otorgaba soberanía ni competencia suficiente para decidir sobre la guerra en este espacio anarquizado, dividido y mandoneado hábilmente por el “Gran Hermano” porteño, auto-referenciado como “federal afiebrado” para simular su crudo unitarismo, quien sujetaba desde su puño a trece provincias sometidas.
Resulta pintoresco escuchar a ciertos comentaristas que reprochan a Urquiza “rumores” garibaldinos con expectativas de secesión, cuando la provincia de Buenos Aires seriamente protagonizó una segregación total que duró más de una década, pretendiendo soberanía eterna dentro de su separación y al mismo tiempo el sometimiento colonial del interior del país incluyendo a sus ríos nacionales e internacionales, sobre los cuales proclamaba su imperio y negaba la libre navegabilidad...
Algunos neo-revisionistas detestan y recriminan la máquina a vapor de los franceses, ingleses y holandeses en sus flotas marítimas de entonces. Eso explica algo triste de nuestra historia, durante los veintidos años de la hegemonía de don Juan Manuel aquel insólito país vivió alejado del fascinante mundo de
La soberanía no consiste en exhibirse como bárbaros u homéricos guerreros para eternizarnos en interminables conflictos; en ese tablado seremos siempre perdedores como el gallo enfrentando al tigre. La soberanía reside en la respetabilidad y confianza que inspiran las instituciones de la civilizada comunidad internacional. Disfruta de insuperable soberanía el desarrollo experimentado por los negritos de la isla de Barbados comparado con la cautiva Cuba de Fidel, la cual en medio siglo ha sido desmantelada por el totalitarismo para terminar bajo la miseria de la tierra detractada y sin la cultura del trabajo, encerrada en un infierno dependiente alternativamente de
La más grande expresión de soberanía que lució la nación argentina además de la apacible revolución de 1810 y las hazañas del Ejército de los Andes en el Pacífico, fue
La soberanía no se emblematiza por meras proclamaciones encendidas de chauvinismo vocinglero festejado con fuegos artificiales, acumulando días sin producir, sino por actos relevantes demostrativos de la recepción nutritiva de inversiones, crédito ilimitado, democracia, republicanismo, justicia independiente, seguridad, genuino federalismo y… respeto por
Ernesto Poblet