Como nuevo jefe del Palacio de Hacienda, Hernán Lorenzino empezará a desandar un camino mucho más sinuoso que su antecesor y deberá hacer frente a riesgosos desafíos internos en materia económica, teniendo como telón de fondo una creciente crisis financiera internacional.
El sucesor de Amado Boudou afrontará temas cruciales: la persistente inflación y la puja salarial, los vaivenes de la economía brasileña y su impacto a nivel local, la interminable inestabilidad en el mundo, el desequilibrio de las cuentas públicas y continuar con la denominada "redistribución del gasto", eufemismo de ajuste.
Lorenzino, un hombre de excelente relación con el mundo financiero y aceptado por el empresariado, ya dio sus primeras definiciones: es vital normalizar las obligaciones que tiene el país y en ese sentido la deuda con el Club de París aparece como una de las prioridades.
En este tercer mandato kirchnerista que se inicia, los desafíos del nuevo ministro para mantener el ritmo del crecimiento económico están amenazados por un mundo más hostil y por un frente interno más demandante.
Pero, es claro, todos los presagios apocalípticos no sólo no se dieron sino que tampoco lograron tumbar el "modelo k", aunque la misma Presidenta advirtió que en esta tercera etapa es necesario iniciar un proceso que particularmente denominó como de "sintonía fina" porque admite que hay más problemas económicos que cuatro años atrás.
En este contexto, el nuevo jefe de Hacienda conoce las reglas de juego: las directivas macroeconómicas se seguirán tomando en la Casa Rosada y, en ese sentido, una de las primeras espadas de Cristina Kirchner, el multifacético secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, seguirá influyendo en cuestiones económicas y financieras por fuera del cargo en el que continuará.
Dueño de un singular y cuestionado estilo para manejar la gestión pública, este "monje negro" como alguna vez lo definió el líder ruralista Eduardo Buzzi y "más bueno que Lassie" como Néstor Kirchner lo describió, supo condicionar a quienes pasaron por el Ministerio de Economía.
Con el polémico Moreno, tuvieron que lidiar los ex ministros Felisa Miceli, Martín Lousteau —aún se recuerda aquel gesto realizado en un acto en Plaza de Mayo de pasarse la mano por el cuello— y hasta el propio Boudou, mientras que Miguel Peirano se fue en desacuerdo con sus ideas.
Con Moreno en el Gobierno y con sus amplias funciones, se puede suponer que no habrá cambios en el INDEC y sus polémicas estadísticas, uno de los principales reclamos de organismos multilaterales como el FMI.
En esta incipiente etapa, otro aspecto que también tendrá que amalgamar la Presidenta es la intervención de "viejos" funcionarios con una camada nueva de dirigentes —muchos nacidos dentro de La Cámpora— y evitar posibles cortocircuitos.
Axel Kicillof, dirigente camporista, directivo de Aerolíneas Argentinas y de 40 años casi como el nuevo ministro, desde hace ya tiempo se lo menciona como uno de economistas a integrar el equipo del Palacio de Hacienda.
Cristina Kirchner sabe que esta vez la "sintonía fina" no debe ser un "parche" para corregir imperfecciones, sino la profundización de medidas para enfrentar cuestiones externas que podrían derivar en: que el mundo compre menos a la Argentina y que los precios de los granos peligrosamente continúen bajando.
De ahí que tras el 54 por ciento de votos logrado en las elecciones de octubre, le haya dado margen para anunciar, sin mayor oposición ni críticas, un recorte de subsidios en servicios que hará aumentar considerablemente el gasto de grandes sectores de la población.
Un recorte de gastos que era necesario porque los subsidios globales habían llegado a casi 70 mil millones de pesos anuales y que estaban mal distribuidos, como el mismo Gobierno implícitamente parece aceptarlo.
Subsidios, un arma de doble filo
Nadie se atreve a imaginar cuál habría sido la reacción de la gente si esa eliminación de subsidios —que implicará subas en las boletas de luz, gas y agua e impactará, posteriormente, en los precios de los pasajes de trenes y colectivos— la hubiera hecho alguno de los ex candidatos a la Presidencia.
Si bien desde la militancia oficial se escucharon algunas voces críticas, la inmensa mayoría apoyó el anuncio oficial y aceptó el plan de "sintonía fina" que la jefa de Estado puso en marcha.
Desde la oposición, extrañamente, se habló de un "viraje a la derecha" por esta eliminación de subsidios cuando hasta hace poco tiempo se exigía al Gobierno "terminar" con el festival de subsidios en los servicios.
Hay coincidencia en esferas oficiales y en la oposición, que el 2012 será un año extremadamente complejo y, al respecto, también saben, en ambos lados, que la inestabilidad de las finanzas en el viejo continente seguirán sacudiendo al mundo.
Por eso, las últimas declaraciones de la jefa de Estado estuvieron dirigidas a acercar posiciones con el empresariado y a pedirle a los gremios que eviten un desborde en los reclamos salariales, que el Ejecutivo quiere que no pasen el 20 por ciento.
Lo más preocupante para la Argentina, es la posibilidad de que muchos países comiencen a recortar gastos, dejen de comprar y se produzca una fuerte caída en los precios de los commodities que afecte aún más las finanzas internas.
También Brasil se presenta como una preocupación para el Gobierno de Cristina Kirchner: el país vecino empezó a sentir los efectos de la crisis mundial, ya que se desaceleró el crecimiento de la economía y en los últimos doce meses la inflación acumulada llegó a 6,64 por ciento.
A nivel local, en noviembre, la industria automotriz, uno de los pilares del sector manufacturero, mostró síntomas de fatiga: la producción apenas creció y cayeron las exportaciones. Datos que anticipan inconvenientes.
La gente, por ahora, parece no advertir la situación y tampoco salió decidida a limitar gastos: cientos de miles de argentinos partieron este último fin de semana largo del año y el anterior también hacia ciudades turísticas del país.
En cuanto al consumo, el uso de servicios públicos, el gasto en supermercados continúan en un buen ritmo y no parece que la situación pueda cambiar en el corto plazo.
La "corrida bancaria" que tuvo al dólar como eje de debate parece haber quedado en el olvido en corto tiempo a partir de un complejo control para la compra de divisas impuesto por el Ejecutivo a través de la AFIP.
Con las últimas declaraciones acerca de que "nada ni nadie" le hará "cambiar el rumbo", la Presidenta sigue demostrando que el poder de decisión lo tiene ella.
De cualquier manera, los desafíos internos y externos que tendrá que afrontar Lorenzino, más allá de que la macroeconomía siga siendo dirigida desde Balcarce 50, pondrán a prueba la capacidad de gestión del joven ministro de Economía.
Guillermo Malisani
NA