El dato no es menor. Luego de escuchar y ver 70 minutos del discurso presidencial autorreferencial en donde los números de la bonanza económica acapararon la atención y los gestos contra el sindicalismo opositor o crítico, fueron lo más saliente, salí a dar una vuelta para despejarme de las noticias vía internet de los principales diarios argentinos. Rondaba por mi cabeza algunas declaraciones dedicadas a los que escriben con “letras de molde” de nuestra Presidenta, su aclaración de que se trata de un modelo nacional, popular y democrático. Vaya si tendrá razón, que la banda celeste y blanca se la colocó su propia hija, que atacó a los opositores en medio de los cánticos de que se acerca noche buena, navidad y los gorilas lloran, y que al pobre Julio Cobos ni siquiera le regaló una última mirada de despedida.
Mientras las imágenes emitidas, en cadena nacional, de la productora que tiene acceso irrestricto y selecciona los mejores planos de las personas y referentes que ellos eligen tomar en un termómetro de lo que la Presidenta quiere, Cristina continuaba su discurso obviando palabras que, en su momento enamoraron a buena parte del progresismo argentino en boca de su marido (Él) el 25 de mayo del 2003: Traje a raya a los evasores, limpiar al país de la corrupción, honestidad, transparencia, un Estado justo y solidario. Quedó atrás. La economía y el relato se lo morfaron a todo. La productora se llama “La Corte”, y así actúa, como un grupo de cortesanos que mantiene contentos a la reina. La Reina, perdón la Presidenta, dice que un ministro o secretario debe ser fiel, cueste lo que cueste, y si tiene diferencias, bueno, que presente la renuncia. El gobierno se llenó de talibanes y hasta los que salieron a la calle con los puños encendidos en la revuelta de ese otro campo, no tan popular, que era el movimiento agrario en Plaza de Mayo, ayer no obtuvieron “ni las gracias” como dijo un Luis D´Elia que por radio se despachó contra los jóvenes camporistas, en especial, contra José Ottavis. Todo lo que huela a negro, lo fueron alejando del gobierno. Suena duro. Es así. Moyano, D ´Elia, piqueteros K, se salvó Emilio Pérsico quien se quedó con algunos obradores de las Madres.
Ayer la fiesta estuvo dirigida al telespectador de clase media, con planos que no enfocaban a las masas populares llegando a la Plaza transpiradas, bañadas en sudor por el calor y, seguramente, no aptas para la televisión digital que capta cada mínimo detalle. No. La clase media “progre” que aún acompaña al gobierno nacional, popular y democrático, más allá de las contradicciones que el término encierra en la práctica, le gusta el “avanti morocha” de Iván Noble, (bien popular con sus jeans gastados de los noventa, hoy con pantalones de marca, casado con Julieta Ortega y cantándole al oficialismo) y guarda respeto y cariño por los clásicos de Teresa Parodi, Ignacio Copani y Víctor Heredia. Somos los mismos de siempre, diría La Renga. En fin, el proyecto está más allá de todo, dicen y a ellos les debemos nuestro presente, la revisión de la historia y un futuro con más inclusión, más nacional y aún más popular… Eso sí, si ven un negro suben raudamente la ventanilla del auto polarizado y suben el volumen del programa radial de Víctor Hugo para que no joda. Los fines de semana se van a militar… así se sienten bien con su alma nacional y popular.
En fin, salí a la calle y me crucé con un vecino taxista, también estaba medio cansado de los discursos porque era su día de descanso y estaba en casa. “Mañana otra vez 14 horas arriba del tacho pero hay que aprovechar se junta buena guita”. ¿Estás ahorrando para las vacaciones?” le contesté inocentemente. “No, ¿qué vacaciones? “Apenas llegamos a fin de mes pero hay laburo, ¿sabes lo que era antes que llegaron estos tipos?” Le hablo de Omar Viviani, de la corruptela y el nepotismo que imposibilitan que aún estemos mejor o, al menos, más dichosos de vivir en un país más justo. No hay caso. “Esos siempre están. Vivos siempre hay, si yo estaría en ese lugar, tal vez, haría lo mismo. Además, ¿quién lo va a evitar? Los opositores son de terror”, responde con la espontaneidad de la calle. Digamos que la oposición no es de terror, se esfumó.
Huellas del Fraude
La semana pasada, en un pasillo de la Legislatura porteña, uno de los pocos legisladores sobrevivientes al Titanic que parece ser la Coalición Cívica, me decía: “no nos agarraban una boleta ni locos, éramos mala palabra, algo se rompió con la ciudadanía, ¿fraude? Nooo, eso fue en el 2007, ahí nos robaron a mano armada, ahí nos querían votar, sin robo la historia hubiese sido otra”. Ni el diputado creía en la versión del fraude pues, cierto es, no lo votaron ni los locos del Borda.
Pero, en las tierras feudales de Alperovich, matrimonio que la Presidenta elogia y por ello, eligió a dedo a la mujer del gobernador para que quede al frente del Senado de la Nación, otra es la historia. La justicia electoral, en un fallo inédito le dio la razón a Sandra Manzone, candidata a concejal de la Coalición Cívica que había perdido la elección a manos de un peronista. 101 días de protesta, de perseverancia, de no bajar los brazos.
La entrevisté en varias oportunidades y siempre sostuvo que el tiempo le daría la razón y que no perdía la fe. El caso es singular y, en un país serio, debería cobrar estado nacional. El fraude existió y las pruebas fueron tan evidentes que la justicia electoral abrió las 20 urnas cuestionadas y se demostró que Manzone había ganado por 11 votos con lo cual ocupará la banca 18 del concejo deliberante tucumano. Manzone lloró desconsoladamente al enterarse de las buenas nuevas y ya está preparándose para legislar.
Si continúan revisando otras urnas, dijo el presidente de la Junta Electoral, Antonio Estofán, la diferencia podría ser mayor. 8.700 tucumanos habían votado la lista de la Coalición Cívica cuando, el 23 de octubre, ese número, oficialmente, había sido mucho menor. “Se repartían los votos entre las principales listas”, dijo un testigo. En tierra tucumana, una vez, la verdad estuvo del lado de la justicia.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla