Hay que decirlo: la renuncia de Schiavi no ha sido en realidad una salida voluntaria, sino una directa imposición de Cristina Kirchner. Tampoco fue algo novedoso, ya que la mandataria le pidió al ahora ex Secretario de Transporte que dé un paso al costado no bien dejó el Instituto Fleni el pasado 2 de marzo, donde fue intervenido por sus dolencias coronarias.
Ese solo dato es todo un síntoma de cómo golpeó a la Presidenta lo ocurrido en Once el 22 de febrero. A ese respecto, debe recordarse que el kirchnerismo no es afecto a "entregar" a sus funcionarios cuando estos son cuestionados, ni periodística ni judicialmente. ¿Qué persigue el oficialismo entonces al hacer renunciar a Schiavi?
Esencialmente, cortar la cadena de responsabilidades en la figura de este último. Asimismo, se busca descomprimir el escándalo y evitar que siga avanzando la investigación que los medios llevan adelante sobre los millonarios subsidios que el Gobierno entrega a los concesionarios de trenes.
¿Hace falta mencionar que la potestad de lo sucedido llega a los niveles más altos del oficialismo? Como denunció Tribuna de Periodistas en una veintena de oportunidades —incluso ante la Justicia— el sistema de subsidios que se entregan a las empresas de transporte culmina en un "retorno" del 50% que vuelve a los mismos funcionarios del kirchnerismo. Es un sistema que inventó Carlos Menem, posteriormente fue mejorado por Néstor Kirchner y finalmente ha sido llevado a la práctica por el antecesor de Schiavi, Ricardo Jaime.
Debe recordarse que este último se encuentra imputado en dos causas judiciales —entre otras tantas— por hacer recibido dádivas por parte de los empresarios a los que él mismo les daba subsidios, entre ellos los hermanos Cirigliano. Esas dádivas forman parte de los "reintegros" que aceitó el kirchnerismo.
¿Puede desconocer Cristina que ese mecanismo existe? Para nada, no solo por las denuncias que hoy reposan en los despachos de los mismos jueces que investigan a sendos ex secretarios —Claudio Bonadío y Norberto Oyarbide—, sino porque existen puntuales señalamientos por parte de empresarios del transporte que han dicho públicamente que les han exigido el pago de coimas para poder acceder a la atractiva caja de subsidios.
Uno de ellos ha sido el ex titular de Aerolíneas Argentinas, Antonio Mata, quien les dijo en persona a Néstor y Cristina que Jaime le había pedido seis millones de dólares para poder operar en el país a la firma Air Pampas. ¿Qué hicieron los Kirchner frente a semejante denuncia? Miraron para otro lado.
El resultado de ese desinterés es el que terminó en la tragedia de Once, sencillamente porque el dinero que debía ser destinado a mejorar los trenes terminó en los bolsillos de empresarios y funcionarios inescrupulosos.
En ese contexto, surge la pregunta que da título a esta nota: la eyección de Schiavi, ¿sirve para algo? En la práctica, no.
Si persiste el referido sistema de "retornos" y coimas, no importa quién ocupe la titularidad de la Secretaría de Transporte. Es una anécdota quién se encuentre en ese lugar.
En realidad, la relevancia no se da a través de un cargo puntual, sino de la matriz de corrupción que ha instalado el kirchnerismo, donde todo dinero público es potencialmente atractivo para el oficialismo a efectos de acrecentar las cuentas de los mismos funcionarios que deben administrarlo.
"Schiavi es responsable, nadie lo niega, pero él solo ha robado para la corona. Hizo todo lo que le pidieron, y eso no va a cambiar por más de que se vaya de su cargo", admitió hace tres días el mismo funcionario que anticipó en exclusiva a Tribuna la inminente eyección del hoy ex secretario de Transporte.
Mientras tanto, el Gobierno evalúa nombrar en esa misma cartera a Martín Sabbatella o Agustín Rossi, ninguno de los cuales ostenta conocimiento mínimo sobre el tópico vehicular. Eso sí, se trata de funcionarios que están alineados irrestrictamente con la Casa Rosada.
Justo, justo lo que se necesita para que la cadena de corrupción siga intacta.