La recaudación de mayo de este año —según datos de la AFIP— batió un record histórico: 61.026.000.000 de pesos, un 20,5% más que lo ingresado en el mismo mes del año pasado. La soja toca su máximo histórico. Sin embargo, la economía —y por ende el país— se desacelera y se encuentra camino a una recesión. La pobreza aumenta, el desempleo sube y las fábricas cierran. El estado cada vez tiene más dinero y los problemas, lejos de resolverse, se multiplican.
Entonces, ¿cuál es el problema? ¡Son los impuestos, estúpido!
En primer lugar hay que entender que no es el primer país del mundo en lidiar con esta problemática. Probablemente, la clase política no esté en camino a encontrar la solución, ya que no entiende cuál es la esencia del problema. Un sabio y admirable político dijo una vez en su discurso, “Tal vez el Gobierno sea el problema”.
El 19 de junio, una nota del diario La Nación titulaba: “Hasta hoy, un trabajador sólo ganó para pagar los impuestos”. Y más adelante, detallaba que un trabajador asalariado formal en
Entonces, un ciudadano trabaja más de la mitad del año (o de su vida) para el Estado. Pero, ¿qué le devuelve el estado? ¿Seguridad? ¿Hospitales en óptimas condiciones? ¿Escuelas publicas de calidad? ¿Rutas en perfecto estado? ¿Seguridad en las fronteras? ¿O será que muchos ciudadanos prefieren pagar dos veces por las mismas cosas, costeando la “escuela pública” con impuestos, y a su vez abonando una cuota de colegio privado para que sus hijos se eduquen? ¿Tributando para la “salud publica” y todos los meses contratando una prepaga? ¿Se mudan a un edificio con personal de seguridad las 24 horas y cámaras de vigilancia porque prefieren pagar expensas más altas? ¿O será que nada de lo público funciona? Tal vez haya que dejar de lado el sentimiento absurdo del amor por “lo público” porque sí, y ver la apabullante realidad que nos rodea.
¿Para qué se pagan los impuestos? ¿A quién se está financiando con el dinero que aporta la gente? ¿Retorna aunque sea en parte algo de lo que pagamos?
Ladirigencia política (toda) cree que con la suba de los impuestos todo crece y se arregla, pero entonces, ¿por qué hay cada vez más pobres, más desnutrición, más desempleo y el trabajo en negro roza el 40%? La respuesta es simple y contundente: demasiados impuestos.
Arthur Laffer, economista estadounidense, creó una teoría para explicar la solución a este problema denominada “la curva de Laffer”. Básicamente su teoría partía de dos premisas:
Si la presión impositiva es 0, la recaudación es 0. No hace falta dar ninguna explicación de esta primera.
Si la presión impositiva es del 100%, la recaudación también es cero, ya que nadie trabajaría sabiendo que al momento de cobrar su salario el Estado se quedaría con todo.
“La curva de Laffer” muestra que el incremento de los tipos impositivos no siempre conlleva un aumento de la recaudación fiscal. De hecho, muchas veces, al aumentar los impuestos la recaudación cae. ¿Por que en
Dicho economista, que asesoró entre otros a Ronald Reagan, sostuvo que no siempre que se aumente la presión impositiva la recaudación iba a subir, ya que, llevado a un punto, la gente dejaría de trabajar o simplemente evadiría el pago de los impuestos.
Laffer le propuso a Reagan una osada idea: bajar los impuestos para aumentar la recaudación. A simple vista suena ilógico, pero funciona; solo hace basta ver los resultados.
Al ser más bajos los impuestos, las personas no tendría la necesidad de evadirlos y los pagaría un porcentaje de gente mucho mayor, logrando aumentar la recaudación aun más que si los mismos fuesen altos y los pagasen solo una parte de los contribuyentes. A Reagan lo asesoró otro gran economista y Premio Nóbel de Economía, Milton Friedman, que tuvo como objetivo central el dar el protagonismo económico a la iniciativa y la acción individual frente al Estado. Es algo que la Argentina debería tratar de entender y volver a las bases. De Alberdi, claro.
¿Cuál fue la reacción de muchos ante este planteo del presidente de los Estados Unidos? Desconfianza y risas, hasta el punto de llamar a sus políticas económicas “Reagamonics”.
Cuando Ronald Reagan se presentó a la presidencia de Estados Unidos, en 1980, incluyó la reducción de impuestos en su programa. Sostenía que los gravámenes eran tan altos que disuadían de trabajar a muchos ciudadanos, y que una reducción de los tipos impositivos daría a los individuos incentivos suficientes para trabajar, lo que provocaría la mejora del bienestar económico e incluso de los ingresos fiscales.
Los cuatros pilares de su política económica fueron: reducir el crecimiento del gasto público, reducir los tipos marginales de los impuestos que gravaban el trabajo y el capital, reducir la regulación de la actividad económica, controlar la oferta monetaria y reducir la inflación.
Reagan redujo la tarifa del impuesto sobre la renta de una forma regresiva. Durante su mandato, los tipos más altos de las tarifas del impuesto sobre la renta se redujeron significativamente, bajando en siete años desde el 70% hasta el 28%.
Habrá que preguntarse entonces, ¿qué sucede en los países donde menos impuestos se pagan? ¿Existe la misma pobreza, desnutrición o desocupación que en la Argentina? Algunos ejemplos concretos:
Los cinco países que menos impuestos y regulaciones tienen —y lideran el Ranking de Libertad Económica— son: Hong Kong, Singapur, Australia, Nueva Zelanda y Suiza. ¿Aparentan ser países con problemas de pobreza, desnutrición o desempleo?
Por ejemplo, en Singapur, el BPI per cápita —según datos del FMI— es de 61.047 dólares estadounidenses por año, en Hong Kong es de 50.716 dólares, mientras que en la Argentina es de tan solo 18.319 dólares, teniendo en cuenta que nuestro país —en riquezas naturales— es cien veces más rico que Hong Kong o Singapur.
Ahora, los últimos cinco puestos del Ranking de Libertad Económica, son Cuba, Zimbabwe, Corea del Norte, Somalia y Sudan. ¿Esto no dice algo?
Si aun la respuesta es negativa, el PBI per cápita de Zimbabwe es de 516 dólares, mientras que el de Somalia es de 600 dólares.
A más impuestos, más miseria y más pobreza. A menos impuestos e intervención estatal, más riqueza y más prosperidad.
Tal vez para solucionar los problemas del país habría que mirar un poco al mundo del progreso y menos a Venezuela o Angola. Más a casos como Hong Kong, que en 50 años pasó de ser una isla de pescadores pobres a ser un centro financiero mundial y que nada tiene que envidiarle a Nueva York.
Tal vez habría que escuchar menos a Perón y un poco más a aquellos países que solían ser pobres y en pocas décadas, gracias a la poca intervención estatal y una economía de libre mercado, han encontrado el camino a la prosperidad.
Comenzar a pensar un poco más en ahorrar y menos en consumir, y aun menos en comprar plasmas a pagar en 50 cuotas para ver el mundial 2010, cuando todavía durante el mundial 2014 los seguiremos pagando. Dejar de buscar la solución a los problemas en el Estado, porque no van a encontrarse allí.
“En la presente crisis, el gobierno no es la solución a nuestro problema; el gobierno es el problema”. Ronald Wilson Reagan, en su primera intervención inaugural.
Tal vez la próxima, se debería votar mejor.
Ilya Kotov
Twitter: @ilukotov