El fallo de la Justicia tucumana por el caso Marita Verón le viene, al kirchnerismo, como anillo al dedo.
En plena avanzada del Ejecutivo sobre el Poder Judicial, estalla una sentencia que golpea corazones nobles en todo el país.
Hay que recordar lo que la Presidenta dijo en su discurso del 9D, cuando habló de tanta gente que está enojada con los jueces porque dejan salir a los criminales. Hay que recordar la distinción a la Sra. Susana Trimarco, incluso.
Fue hipócrita, no es novedad que los Kirchner levanten banderas limpias con manos sucias, pero desde Tucumán le han tiraron un pulmotor a su nueva avanzadilla.
El “partido judicial” ya es, formalmente, el nuevo enemigo del modelo y, entonces, el oficialismo se muestra indignado ante el fallo de Tucumán, y lo equipara con el fallo de la cámara sobre la Ley Clarín y hasta con las decisiones de la corte. Todo suma cuando se trata de llevar agua para el molino propio. Cualquiera se sube al púlpito del oportunismo miserable.
Respecto de Tucumán, no seremos nosotros quienes acometamos la tontería de intentar evaluar a los jueces, ni a los imputados. Es un tema que nos excede y que no nos corresponde.
Pero sí es real que hay fotografías de este asunto que obligan a, cuanto menos, tomar prudente distancia de cualquier indignación temprana.
En este portal se ha publicado en exclusiva una investigación notable sobre el caso Marita Verón, bastante diferente al imaginario colectivo.
Informaciones que llegaron desde fuentes del norte del país sobre algunas actitudes de la Señora Trimarco, en estos años, obligan a escribir con el freno de mano puesto. Fundaciones y progreso económico. Cautela.
Al momento de atar cabos uno tiende a conjeturar que se está ante un caso similar al de la infortunada niña Candela Rodríguez. Unos malos contra otros no tan buenos. Pero no es el tema Trimarco el eje de este artículo, sino el berenjenal institucional en que el kirchnerismo nos mantiene, ya una década dentro del siglo XXI.
El pasticcio republicano
Se ha juzgado, en este caso, a gente vinculada con la red de trata y prostitución, un tema de profunda gravedad en la Argentina y del cual el público conoce, apenas, un porcentaje menor de la verdad.
Y resulta curioso que sean los que dejaron caer la reforma de la ley de trata de personas los mismos que ahora se rasgan sus costosas vestiduras impugnando moralmente a la Justicia tucumana.
Agustín Rossi, el jefe de la bancada oficialista en diputados, es decir, el que dejó caer la reforma de la ley de trata, usó su Twitter para difundir el verticalista mensaje de condena a los jueces. Oportunista y amoral. Un kirchnerista de pura cepa.
Pero si de la Justicia hablamos, resulta que en el tema de trata y prostíbulos el ministro militante Eugenio Zaffaroni, (el feliz propietario), bien podría ilustrar a varios un rato largo. Digo…
Y entonces aparece la famosa foto de Alperovich, gobernador de Tucumán, estrechando la mano de “La chancha” Alé, uno de los principales señalados en el caso de Marita. Pero Alperovich es kirchnerista, y su esposa, la Sra. Rojkés, es nada menos que la tercera en la línea sucesoria de Cristina Fernández. Y como telón de fondo, La Cámpora protestando en Tucumán contra los jueces.
Aquí es donde puede verse con claridad los dos países que contiene la Argentina kirchnerista. En otra parte todos estarían haciendo un piadoso silencio, por complicidad manifiesta. En la Argentina no sólo no se esconden, sino que gobiernan.
Jueces, gobernadores, diputados, víctimas y victimarios. Nadie parece tener bidet. Mientras tanto “la gente”, ese colectivo variopinto que integramos todos, nunca sabe bien donde pararse.
Los funcionarios y los poderosos no tienen doble moral. Carecen siquiera de una. Ya lo mostró Daniel Scioli pisoteando la escena de la aparición del cuerpo de Candela para salir ante las cámaras.
Ya lo muestra Macri, cuando se saca las fotos de rigor observando, preocupado, las inundaciones.
Ya lo mostraron los Kirchner y los Magnettos cuando pasaron de dormir la siesta juntos a alzarse en armas entre sí.
Ya lo mostró Cristina cuando…. Bueno, enumerar tomaría meses.
En el pasticcio todo está revuelto, mezclado, enredado… y lo mejor es tomar distancias prudentes. No optar por Bonavena ni por Peralta, y mucho menos por el referí. Usted me entiende.
Fabián Ferrante
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