El último discurso del año de Cristina Kirchner, el jueves en la Casa de Gobierno, tocó dos ejes del 2012 político que animarán el 2013 electoral: el sonoro enfrentamiento con la Justicia y la pulseada cada vez menos solapada dentro del peronismo por la sucesión presidencial.
Utilizó a los trágicos saqueos de la semana anterior como base, pero en el fondo les reprochó a los jueces las nuevas demoras por la aplicación plena de la Ley de Medios, y llamó la atención sobre un entramado no kirchnerista en torno a las figuras de Daniel Scioli y Sergio Massa, con anuencia de ambos.
Consciente de que la pelea con el Grupo Clarín irrita solo al kirchnerismo de tribuna, le apuntó a la Justicia en su punto impopular: los fallos erráticos vinculados a casos de inseguridad y el recelo que generan los privilegios de los magistrados.
"No pagan ganancias, esta Presidenta sí", llegó a advertir y dejó abierta la puerta para la "democratización de la Justicia", que todo indica será uno de los argumentos centrales de debate que propondrá el oficialismo en el año electoral.
En ese marco, sobrevoló un tema delicado, el de la división de poderes: "En Estados Unidos se considera que la Justicia es parte del Estado y forma parte de un Gobierno, que es el Gobierno del Estado a través de sus tres poderes: el Poder Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo", señaló la mandataria.
Ese mismo día la Corte Suprema de Justicia había rechazado intervenir a través de la vía del per saltum en la causa iniciada por Clarín sobre la constitucionalidad de dos artículos de la ley y prorrogó la cautelar que beneficia al grupo. La consecuencia es que los plazos se extenderán al menos varios meses.
Peronismo deliberativo
El discurso de Cristina Kirchner también impactó en la actualidad del peronismo, al cabo de un año en el algunas figuras clave como Scioli y Massa acentuaron sus gestos de autonomía y otros directamente le pidieron o fueron empujados al divorcio como el santacruceño Daniel Peralta, el cordobés José Manuel de la Sota y el titular de la CGT Azopardo, Hugo Moyano.
Sin nombrarlos, en ese mensaje volvió a responsabilizar al sindicalismo opositor por los saqueos y amonestó a Scioli y Massa por alentar acuerdos con esos sectores. En el Gobierno dicen contar con pruebas de que los instigadores pagaron entre 500 y 1.000 pesos a saqueadores para alentar el desborde.
Horas antes, el gobernador bonaerense había ratificado su alineamiento a la Casa Rosada, pero desligó de los desmanes a los sectores gremiales.
El mandatario del principal distrito electoral del país había mantenido la semana pasada una reunión con peronistas críticos encabezados por Francisco de Narváez y el hijo de Moyano, Facundo, quienes lo alientan a romper lanzas con el kirchnerismo.
Le aseguran que el descenso de popularidad que atribuyen algunas encuestas a la mandataria lo va a terminar arrastrando al tobogán si mantiene su fidelidad a la Rosada.
Scioli, en cambio, no da señales de querer romper ahora pero alienta una construcción propia para zarpar a 2015 en algún momento y algunos de sus allegados más cercanos ya analizan esa posibilidad de divorcio a corto plazo.
El plan original trazado por el sciolismo de pura cepa consiste en volver a integrar el Frente para la Victoria en las elecciones de 2013 y reclamarle a Cristina Kirchner al menos la mitad de la lista de legisladores provinciales.
Mientras tanto, Scioli buscará evitar problemas económicos como los del año pasado cuando tuvo que fraccionar el pago del aguinaldo a los empleados públicos y profundizará el estilo que más le gusta de contacto con el público.
Por lo pronto, sumará otra marquesina mediática vinculada al deporte: su equipo de fútbol, La Ñata, jugará el campeonato de futsal de la AFA e incorporará a los mejores jugadores del medio.
A esta altura está claro que Cristina Kirchner prescindiría tanto de Scioli como de Massa si pudiera, pero ningún hombre del kirchnerismo puro por ahora se arrima en popularidad a ellos. Entre los recelos hay necesidades mutuas.
Massa postergará cualquier definición política hasta marzo y todavía analiza cómo jugar en el tablero electoral, pero al mismo tiempo tiene todo preparado para el caso de ser candidato.
Su base por ahora son 14 intendentes, pero hay muchos dentro del peronismo que analizan encolumnarse si el escenario lo amerita. En ese contexto, piensa en el ex presidente del club Lanús, Nicolás Russo, para que sea su carta en ese distrito.
Silbado por La Cámpora y mirado de reojo por la Presidenta, el ex jefe de Gabinete y ex titular de la ANSeS parece estar fuera del ámbito K, pero no descarta nada. "Todo gira y quizá al que ahora putean después lo necesiten", asegura ante sus íntimos.
Massa advierte el desgaste del ciclo comenzado por Néstor Kirchner en 2003, pero no subestima la capacidad de recuperación presidencial: "A los gobiernos siempre hay que respetarlos porque tienen herramientas para recuperarse", sostiene. También analiza lo que haga Scioli porque, más allá de los rumores de alianza, en el fondo ambos tienen el mismo objetivo de máxima: la Presidencia.
Por lo pronto, se refugia en su máxima herramienta de gestión, que es a su vez su trampolín electoral: el combate de la inseguridad. Acaba de inaugurar el Centro de Operaciones Tigre
(COT), un edificio de 4.500 metros cuadrados con el fin de reforzar el sistema de monitoreo de seguridad a través de cámaras y centralizar distintas áreas que requieren respuesta urgente.
Pionero en la video-seguridad, Massa sostiene que redujo el delito de robo de automotor —el que ofrece estadísticas más confiables porque se denuncia siempre— en un 80 por ciento en tres años y de paso asegura haber ganado la batalla ideológica: "Con esto el que se beneficia es el más humilde".
La seguridad está al tope de las preocupaciones de la sociedad según todas las encuestas y el peronismo ya juega el juego que más le gusta: la puja por el poder.
Gabriel Profiti
Agencia NA