Lenguaraz Pablo Denardi, de la comunidad Qompi Naqona'a de Villa Río Bermejito, el Impenetrable, Chaco, el 10 de enero redactó la siguiente carta a la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en medio de una ola de curiosos “accidentes” que tienen como protagonistas a hombres y mujeres pertenecientes a esa comunidad.
“Le escribo en nombre de los que si le escriben, son perseguidos o asesinados.
Perdone usted se le moleste, nuestra playa recibe muertos, mientras que usted en algún puerto recibe un imponente barco. Hace 500 años recibimos también a muchos hombres de blanco, que hablaban bien como usted, y como usted también hablaban mucho.
Hace ya tiempo nuestros hermanos acamparon enfrente de su casa, la de color Rosa, acamparon hermanos a los que se les quemó la casa, a los que se los golpeó y mató. Usted no nos recibió, seguramente debía llegar algún otro barco, o quizás algún actor importante había acaparado su atención.
Queremos sepa nos siguen matando, queremos sepa seguimos sufriendo. Jorgelina, la hija de Félix (Díaz) tiene miedo de ir a la escuela, varios ancianos portan secuelas por los golpes dados aquel día de lluvia en la ruta.
Andrés Silva murió por negligencia médica, Galván flotó en el río el 23 de enero de 2012, Imer apareció en la playa este pasado sábado 5 de enero de 2013, y este miércoles 10 de enero Pablo Asijak enterró a su hijo.
Celestina y un bebé de diez meses, en sueños aparecen y nos hacen doler el alma. La joven violada en Espinillo sigue adoleciendo por la injusticia cometida.
Y yo un lenguaraz, que tiene su color de piel, odia tener que ver todo este dolor que lo rodea. Quisiera que viera los ojos estos que veo en los rostros de los que hoy son mis hermanos. Quisiera al menos no 6 ni 7 ni 8, sino tan solo una vez usted pueda mirar a los ojos a nuestra comunidad.
Le escribo porque aún creo en las palabras, y por ser uno de los pocos que en lengua castellana le puedo traducir el dolor que aquí se vive. Aquí no llegan los Twitter, ni las teleconferencias, la vinchuca da vueltas por nuestro rancho, y esclavos de la lluvia, a veces de sed morimos.
Pero rendidos no estamos, y no es desde la lástima que le escribo. Sino desde el resisto diario con el que alimentamos nuestra lucha. Y aunque pocos escuchan, llegará el tiempo en que haremos una obligación el que nos preste sus oídos. Llegará el tiempo en que el río no nos traiga más dolor. Llegará el color del monte a florecer nuevamente.
Le escribe quien rodeado de muertes, persigue la esperanza de hacer renacer la vida. Lo más terrible se aprende enseguida, lo hermoso nos cuesta la vida.
Aiom nitogoñe kaika carcañipi qom, naroqshe pexaraiq.
Lenguaraz Pablo, desde El Impenetrable, Chaco, 10 de enero de 2013”.
Mónica Filippi