En un claro discurso de barricada, Cristina Kirchner fustigó esta noche contra los críticos de su gestión, al tiempo que se enfocó en intentar una suerte de despegue electoral de cara a las legislativas de este año.
Con la figura de fondo de su cuñada, la siempre desdibujada Alicia Kirchner, la Presidenta hizo un anuncio que mañana será portada destacada de todos los diarios: decidió elevar el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias “cuarta categoría” —el que afecta a los trabajadores en relación de dependencia— en un 20 por ciento a partir del primero de marzo.
Si bien la medida se encamina a ser duramente criticada por gremialistas no alineados a Balcarce 50, es evidente que se trata de un intento de usurpar una de las banderas de su otrora aliado Hugo Moyano, quien viene bregando públicamente por ese mismo tópico. ¿Qué dirá el camionero ante semejante afrenta? Es la duda que carcome a los periodistas que aún no han logrado que este les atienda el teléfono.
"Los dirigentes sindicales nunca se quedan sin trabajo", insistió Cristina, olvidando que ella misma junto a su extinto marido supieron vivir de la teta del Estado desde 1987 a la fecha de manera ininterrumpida, siempre en cargos públicos de diversa relevancia.
En pos de insistir en anuncios electorales, Cristina reveló que los jubilados y pensionados percibirán a partir de marzo un aumento en sus haberes de 15,18%, al tiempo que recordó que las jubilaciones treparon desde 2003 a la fecha 1.343%. ¿No es deshonesto evitar enmarcar ese incremento en la creciente inflación que vive la Argentina en los últimos años?
“La mínima pasará de 1.979,67 pesos a 2.165 pesos”, dijo la mandataria, como si se tratara de un haber digno para aquellos que trabajaron toda su vida aportando al Estado. En realidad, Cristina esconde con estos pequeños incrementos una vergonzosa realidad: la imposibilidad de la Anses de pagar el 82% móvil que ha fijado la Corte Suprema a través de una catarata de fallos que el Gobierno se niega a cumplir.
La realidad es más cruda aún: “No podemos siquiera cubrir el 60% móvil”, admitió hace unos meses el propio Diego Bossio ante los jueces del alto tribunal. ¿Cómo puede hablarse de éxito en políticas para la tercera edad ante una gestión que es claramente un fracaso?
Insistió Cristina con su avance discursivo y finalmente aceptó lo que negó durante años: que hay inflación en la Argentina. Eso sí, culpó por ello a las provincias que aumentan impuestos y a puntuales empresarios vernáculos.
Omitió en ese punto mencionar lo que dicen los manuales básicos de economía: que la inflación se genera principalmente por la emisión indiscriminada de dinero sin respaldo. ¿Cómo es posible que, mientras la Reserva Federal de Estados Unidos amplió su circulante a un ritmo del 7,3% anual, en la Argentina se lo hizo al 39%, de acuerdo con estimaciones de la consultora INC? Pregunta sin respuesta.
En tren de incongruencias, la Presidenta embistió nuevamente contra la Justicia, por su supuesta facilidad de conceder medidas cautelares contra el Estado. “Una cautelar y un vaso de agua no te la niega ningún juez de la Argentina”, aseguró.
Parece olvidar Cristina que ella misma utilizó ese recurso en más de una oportunidad, una de las últimas ocasiones fue en septiembre de 2010 a efectos de que los directores del Estado pudieran seguir participando de las reuniones de Papel Prensa. ¿Por qué en ese momento estaba bien apelar a las herramientas cautelares y ahora no?
“Lo importante es que se cumplan las leyes”, persistió la jefa de Estado, olvidando nuevamente que el Gobierno es el principal incumplidor, no solo de las normas legales, sino también de fallos judiciales de diversa índole. Uno de los más escandalosos es el que emitió la Corte Suprema de Justicia y exige que se reponga en su cargo al procurador santacruceño Eduardo Sosa, separado por Néstor Kirchner en 1995 por investigar la corrupción de esa provincia.
En fin, solo dos frases reflejan la sinceridad del discurso de Cristina. La primera pareció autorreferencial: "Es increíble cómo la gente que tiene poco es tan agradecida, mientras que otros que lo tienen todo solamente agravian y descalifican".
La segunda es casi confesional de la enorme fortuna que ostenta —su patrimonio creció 3.540% en solo 9 años— y que aún no ha podido explicar: “Tengo mucho más de lo que podría pensar. Estoy desprovista de ambiciones".
Como diría un abogado amigo, a confesión de partes relevo de pruebas.
Christian Sanz
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