Amado Boudou y Axel Kicillof son dos íconos del kirchnerismo más puro.
El primero, un advenedizo de la política, que susurra cada vez más tibiamente su inocencia, ante un océano de pruebas que lo refutan. Un pequeño Néstor, pero groseramente deschavado.
El segundo, un talibán del intelecto empresarial y económico, que miente impunemente desde el atril, diciéndole a la gente que no le pasa lo que le pasa.
Ambos fueron repudiados públicamente hace unas horas.
Se debate acerca de la actitud del ciudadano.
La gilada
Si se pretende mantener al ciudadano como un ente imbécil, que ni razona ni ve la realidad, se corre el riesgo de subestimar la inteligencia ajena.
Que los funcionarios de este gobierno propalen cada día un relato absurdo y anacrónico que pinta una realidad de Wonderland, es una cosa. Ya sea que lo hagan por convicción o de puro hipócritas.
Pero de ahí a pretender que el hombre de la calle aplauda y se babee, ante la mentira, hay un trecho bastante largo.
Amado Boudou fue repudiado en un acto oficialista similar al de la Fragata en Mar del Plata. Con la pequeña militancia cerca del escenario, y un importante cordón policial que, valla mediante, alejaba prudentemente al vulgo. A los que no pertenecen. A la gilada.
Da vergüenza ver las imágenes tomadas desde el público, porque pone a dos Argentinas opuestas como si de hinchadas de fútbol rivales se tratara. Más aún, la militancia, de espaldas al resto de la gente. El emblema del ninguneo y la división.
Y, eso, no lo organiza la gilada, lo hace el gobierno nacional y popular.
Boudou habló mintiendo como siempre miente. Cuando las cosas se le pusieron feas gritaba, incluso, amor...como si el amor debiera gritarse en lugar de, genuinamente, demostrarse.
Pero a menos de una cuadra estaban los ingratos que saben de Ciccone, de las estafas, de la corrupción. De las Harley, de las innumerables guitarras de 7 a 10 lucas verdes cada una, de Puerto Madero, Vandenbroele, los fondos del Anses y siguen los firmantes.
Axel Kicillof fue repudiado a bordo de un barco que lo transportaba desde Uruguay.
La gilada descubrió que, entre el pasaje, estaba sentado el hombre que dice que la inflación tan solo afecta a los que más tienen. Y lo puteó.
El talibán de micrófono fue conducido, por varias personas, a la cabina del comandante, para que la cosa no pasara mayores. Y lo hizo alzando a su hijo, en un gesto de, cuanto menos, inconsciencia, porque cualquier eventual agresión física sería recibida antes por el chiquito que por el padre. No puedo decir que se escudó en su hijo. Tampoco me extrañaría que así haya sido.
Es el que toma medidas y muestra una soberbia repulsiva toda vez que habla, menospreciando cualquier opinión en disenso.
Es el que aseguró hace 9 meses que llegaban las inversiones extranjeras para YPF.
Es el que pontifica desde el púlpito diciendo que si la gente no comprara aires acondicionados no habría crisis energética.
Me pregunto si estas aseveraciones no constituyen auténticos insultos para la gente.
Escraches
En este punto uno se detiene a dejar en claro una verdad de Perogrullo. Toda acción genera algún tipo de reacción.
La impunidad de Amado Boudou es un insulto al ciudadano.
La hipocresía y soberbia de Kicillof son cachetazos cotidianos.
Si Boudou esperaba que la ciudadanía lo aplauda, nadie le dijo que hace más de un año es noticia tan solo por su corrupción.
Alguien debe comentarle a este muchacho, entre blues y blues, que hay mucha gente a la que no le gusta ni un poquito tener un vicepresidente tan corrupto.
Si Kicillof pensaba que podía mimetizarse con la gente a la que sus medidas perjudican, que alguien le muestre algún video del 8N, porque no se enteró lo que ocurrió ese día.
Si alguien pretende que la gilada se comporte como si fueran daneses, pues que designen funcionarios serios como los de Dinamarca.
Si alguien levanta un dedo acusador ante la bronca ciudadana, mejor haría, primero, en explicarles a estos personajes que dejen de mentir.
Si se pasaron 10 años mostrando un odio inexplicable sobre todos los sectores de la vida nacional, mientras se robaban hábilmente la nación, mejor que no se metan con el amor, porque eso escracha las gónadas de la gilada. Y además de escracharlas, las inflama. Mucho.
Las mentiras, la corrupción, el encubrimiento y la falsedad del relato son un escrache cotidiano al tipo que piensa.
El escarnio público, al igual que el respeto, se gana.
Cosecharás tu siembra.
Fabián Ferrante
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