Una pauta de que la humanidad anda muy mal, nos la da la existencia del hombre que cuida al hombre de otros hombres y esto bajo amenaza de muerte. El hombre uniformado –policía- para infundir respeto, aprovisionado de un arma –como amenaza de muerte- es necesario para garantir la seguridad.
Evidentemente, esta es una aberración tan grande como inadvertida, porque desde niños nos acostumbramos a verlo así y lo tomamos como natural. Este recelo intraespecífico de un individuo con respecto a otro se justificaría quizás en los animales inferiores, pero nunca en el hombre, ser inteligente superior con potencial de nobleza.
También nos indica que las cosas andan muy mal en el seno de las sociedades humanas, el hecho de la existencia de cerrojos de toda clase. Todo morador que se ausenta de su finca para dejarla sola, debe tomar la precaución de cerrar todas las ventanas y echar llave a las puertas exteriores. ¿Acaso para evitar que otra especie deprede en sus dominios? No, es para que su propio coespécimen no incursione con fines de apropiarse de lo ajeno.
Candados, llaves, trabas, pasadores, alambradas electrificadas, centinelas, etc. nos dan la pauta de que el Homo es un ser anormal, un enfermo que no sabe que lo es. Se trata de una especie que padece una terrible neurosis. Un neurosis heredable de generación en generación y que ningún tratamiento psiquiátrico ha podido erradicar totalmente, Ni la moral inculcada, ni la amenaza de castigo de algún dios vengador o justiciero, según las creencias, ni la amenaza de muerte del hombre uniformado y armado de parte de la ley, en contra del hombre delincuente, ni las cárceles, ni las leyes.
El fracaso es total. La especie es incorregible. Las cárceles siempre se hallan ocupadas y su existencia es otra prueba de la falla antrópica.
El hecho de tener que estar encerrados algunos hombres para que otros puedan vivir en paz, es una prueba flagrante y suficiente de que la especie se halla enferma, ya que sus genes siempre producen los mismos tipos humanos que se repiten a lo largo de las generaciones.
Existe un despliegue genético que da como resultado generacional al sacerdote, al comerciante, al artista, al jugador, etc., y por desgracia también al guerrero y al delincuente, al asesino.
Estos tipos humanos se encuentran enraizados en la especie y esto lo confirma la etología que estudia el comportamiento de los animales, incluido por supuesto el hombre. Así como los psitácidos tienen sus conductas que se repiten en las familias de papagayos, como loros, cotorras y cacatúas; los cánidos la .propia; los felinos la suya, así también el Homo despliega un comportamiento que se repite de generación en generación desde hace milenios.
La prostitución en la mujer y el bandidaje en el hombre, por ejemplo, siempre han existido, desde que el hombre es hombre” -según se dice-. Remontémonos al pasado y veremos documentos históricos antiguos que lo corroboran.
Pero la prueba más impresionante de que el género Homo padece de una enfermad síquica inveterada y terrible, adquirida desde el principio de su formación en el filum productor, es la existencia del guerrero de toda tribu, del soldado de toda civilización”, de los ejércitos de toda nación, del arsenal bélico…
En la historia de la humanidad, no hallamos más que invasiones, masacres, saqueos, dominaciones de unos pueblos a otros y otras conductas despreciables. Esta es la aberración máxima. Tanto es horrorosa la aberración en sí, como su aceptación implícita por .parte de cada individuo y la sociedad entera. Incluso es tomada como algo natural en las escuelas, donde se instruye a los niños y se les habla de sangrientas batallas del pasado como de lo más natural del mundo, como si se tratara de algo “normal, aceptable, igual que los cuentos de hadas.
Si ahora añadimos a todo este descalabro humano todas las “toneladas” de pseudociencias que pululan por ahí, en revistas, diarios, libros, etc., entonces se completa el marasmo de la sociedad humana. ¿Cómo salir de él? ¡Educación!, ¡Educación! señores, basada en la ciencia, en este caso sus ramas: la moral, la ilustración, la cultura, las buenas costumbres… todo esto y mucho más (que bien conocen los hombres de ciencia del el ámbito antropológico y psicológico)
Ladislao Vadas