“La gran mayoría de los culpables (del atentado a la AMIA) ya está en el otro mundo. Y eso lo hicimos nosotros”. Las explosivas declaraciones fueron efectuadas por Itzhak Aviran, ex embajador de Israel en Argentina cuando ocurrió la explosión, el 18 de julio de 1994.
Sugestivamente, al ser consultado por la Agencia Judía de Noticias (AJN), el ex diplomático no quiso dar detalles sobre la supuesta “venganza”. No obstante, aludió a los responsables del atentado: “Sabemos quiénes fueron y la gran mayoría ya se encuentra en el otro mundo”.
La única precisión que brindó Avirán es la referida a la muerte del jefe de inteligencia del partido extremista libanés Hezbollah, Imad Fayez Mugniyah, a quien Israel insiste en señalar como presunto autor intelectual del atentado a la AMIA y también del ataque en 1992 contra la embajada de Israel en Buenos Aires.
Es un dato curioso, por dos motivos: primero, porque su propia familia asegura que Mugniyah murió en los años 80. Segundo, porque se trató de un terrorista que se hizo célebre por haber sido ejecutor del célebre atentado en Beirut en 1982 donde murieron más de 200 marines norteamericanos.
En este último hecho, se utilizó un coche bomba del cual quedó a la vista el armazón: claramente en las fotos se puede observar el piso completo del auto y los dos ejes del camión que era un Ford. Sin embargo, en los hechos ocurridos en Argentina no hubo rastro alguno ni testigos que dieran fe de que existió un vehículo explosivo.
Más allá de lo referenciado, ¿qué evidencia concreta existe de que Mugniyah fue el autor de los atentados en Buenos Aires? Ninguna, por cierto.
Así y todo, no existe una sola fotografía o video que demuestre los dichos de Avirán, algo no usual en las venganzas del Mossad.
Si realmente Israel hubiera liquidado a los autores del atentado a la AMIA, no se entiende cómo es que Nassif Hadad, dueño de la empresa de volquetes Santa Rita, sigue vivito y coleando.
Se trata del empresario sirio libanés que jamás pudo explicar dónde fueron a parar los cientos de kilos de amonal que adquirió poco antes de que estallara en mil pedazos el edificio de la AMIA.
Tampoco parece haber sufrido heridas de consideración Monzer Al Kassar, quien recaló en secreto en Buenos Aires el 17 de marzo de 1992, mientras estallaba la Embajada de Israel.
En esos días, el entonces ministro del Interior, José Luis Manzano, recibía un documento de la SIDE que aseguraba que Al Kassar estaba en Buenos Aires y que podría estar relacionado con el atentado, pero solo atinó a cajonear la carpeta y asegurar —falazmente— que la explosión había sido producto de un coche bomba: una Ford F-100 cargada con Exógeno C-4.
Lo mismo puede decirse de los actores periféricos de la trama: nada sucedió con Hugo Anzorregy, ex jefe de la SIDE, ni con Carlos Corach, otrora ministro del Interior, ambos acusados de encubrir los atentados en Buenos Aires.
A ellos se suman funcionarios judiciales, espías y otros referentes políticos del menemismo cuya participación para desviar el expediente de marras se ha comprobado de sobra. ¿El Mossad? Bien, gracias.
Como puede verse, las palabras de Avirán fueron falaces e innecesarias. Y suenan a burla hacia los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA y la embajada de Israel. Otro desacierto, y van…
Christian Sanz
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