Sorprendentes resultados en la estratégica Buenos Aires y un aluvión de votos inesperados a favor de Mauricio Macri en todo el país forzaron el primer balotaje presidencial de la historia argentina y generaron un vuelco del escenario electoral.
El candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, no solo no pudo triunfar en primera vuelta, como anhelaba, sino que superaba por poco más de un punto a Macri y su cosecha era 2% menor que en la de las PASO cuando llegó al 38,6 por ciento.
Es decir que los contendientes para la segunda vuelta son los mismos que se esperaban pero la perspectiva se modificó de manera dramática con un arranque cabeza a cabeza.
Macri transitó por debajo de 30 por ciento de intención de voto desde que se realizaron las Primarias, por lo que la superación de ese umbral por varios puntos permite deducir que un voto estratégico terminó volcándose masivamente a su figura.
Sin embargo esos sufragios nuevos recolectados por Macri no debilitaron a Sergio Massa que sumaba más puntos porcentuales que en las Primarias (21,27 por ciento). El tigrense podría convertirse en el árbitro de la contienda presidencial.
El jefe de Gobierno consolidó todos los votos de Cambiemos, sumó 1,3% más que restaron para Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá y también capitalizó la caída de Scioli. Además, el voto en blanco se redujo de 4,15% a 2,36% y podrían haber ido también para el candidato opositor.
Macri mejoraba sus muy buenos desempeños de las PASO en los conglomerados urbanos más grandes del país y también en el interior agropecuario, pero sorprendía con un caudal de votos inesperado en Buenos Aires, bastión peronista, donde Cambiemos barrió con varios intendentes históricos.
En el principal distrito del país fue clave la adhesión a María Eugenia Vidal, quien resultaba favorecida por una marcada reticencia del electorado a votar por Aníbal Fernández y de ese modo traccionó muchos votos para Macri, tanto que Scioli recogió en la provincia que gobierna 2,4% menos que en las primarias.
Vidal llegaba al 39,5% de los votos en Buenos Aires, mientras que Macri obtenía 33% contra 37% de Scioli y 35% del jefe de Gabinete.
Alargue
Ahora, oficialista y opositor tendrán otras cuatro semanas para seducir a casi un 30 por ciento del electorado que votó por otras expresiones. Como no hay antecedentes de otro balotaje presidencial en la Argentina, es difícil presumir qué pasará.
Si se etiqueta a ese tercio como opositor, será Macri el que parta con amplia ventaja, pero al mismo tiempo dos de cada tres de esos electores eligieron este domingo por los peronistas Sergio Massa y Adolfo Rodríguez Saá.
Hasta esta elección y como era previsible, ninguno de los cuatro candidatos eliminados anticipó su apoyo a alguno de los contendientes. Nicolás del Caño de la izquierda llamaría a votar en blanco, Rodríguez Saá dijo que respaldará a quien escuche sus propuestas y Stolbizer evitó definiciones.
Massa, el de mayor caudal de votantes, mantuvo diálogos con Macri para prometerse un eventual apoyo mutuo contra Scioli, aunque advertía que sus electores podrían inclinarse en más número por el gobernador bonaerense que por el jefe de Gobierno. De hecho su caballito de batalla para evitar la polarización fue que era el único que podría vencer al aspirante del FPV.
Además de esas sociedades, entrarán a jugar lo que los encuestadores llaman techos electorales, vinculados con la imagen o las procedencias de los candidatos.
A Scioli, identificado con un kirchnerismo que dividió voluntades de manera drástica, le costó superar la barrera del 40 por ciento, pero Macri también genera resistencia en un sector del padrón que lo ve como una expresión de la derecha pura y dura.
De todos modos, luego de que los resultados vieran la luz pasada la medianoche pareció que el líder del PRO podría sacar provecho de lo que asomaba como una saturación de la sociedad tras doce años de gobiernos kirchneristas.
Antes de que se difundieran esos datos oficiales, en el búnker del PRO preveían un final "palo a palo" con Scioli, pero luego la confianza creció considerablemente.
En el comando oficialista, por su lado, costaba asimilar el cambio de escenario pero rescataban como positivo que ahora la pelea sea solo entre Scioli y Macri "sin lastres kirchneristas".
Así lo definió descarnadamente un operador peronista, quien al mismo tiempo reconoció que ya gobernadores e intendentes no sentirán la obligación de trabajar como hasta ahora por la victoria de Scioli al no estar comprometidos sus distritos.
Por lo pronto, esta definición abierta reivindica la estrategia de Jaime Durán Barba y Marcos Peña, los dos armadores macristas que rechazaron la posibilidad de ampliar el frente Cambiemos con Massa. Su teoría era que tarde o temprano los votos opositores se iban a aglutinar.