“Un poco de rebelión de vez en cuando es buena cosa”. Thomas Jefferson.
Aunque parezca que ambos candidatos a la presidencia de la Argentina son, en todo aspecto, el día y la noche, esto no es del todo así.
Hay algo que tiene en común y que también caracteriza a otros candidatos, muchos de ellos victoriosos. Ese algo es su origen extrapartidario.
Tanto Macri como Scioli vienen del mundo empresarial (uno exitoso y el otro fundió su empresa familiar) y esta condición de político no tradicional se repite en otros casos como el de María Eugenia Vidal (proviene de una fundación), Martiniano Molina (cocinero, escritor y ex deportista), Eduardo Romero (ex deportista), Gabriel Rodríguez Martina (sacerdote) y así podemos seguir nombrando a muchos más.
¿Qué significancia tiene esto? ¿Es algo verdaderamente trascendente?
La primer conclusión a la que podemos arribar, es que los votantes no quieren saber más nada con los políticos de raza y es posible que sea cierto. Si además de la preferencia por los candidatos apartidarios, le sumamos la desaparición de los partidos políticos como el PI (partido intransigente) y la UCEDE (unión del centro democrático) y la metamorfosis del peronismo y del radicalismo, que ni siquiera son capaces de tener boletas propias en el cuarto oscuro; entonces esta sentencia toma más fuerza.
En 1983 entre el peronismo y el radicalismo sumaron el 92% de los votos y en 1987 entre estos dos, más la UCEDE y el PI totalizaron casi el 90% de los sufragios. Estamos hablando de apenas 28 años atrás y hoy ni siquiera son las sombras de aquella representatividad.
Pero hay otra reflexión que me despierta la aparición de estos neopoliticos y que incluso considero aún más importante. Los ciudadanos de a pie se están involucrando en la vida institucional del país. Quienes tienen intereses genuinos en “hacer algo” para “mejorar las cosas” están demostrando que no es imposible desbancar a los políticos de carrera.
Lentamente, empresarios, médicos, cocineros, sacerdotes o miembros de fundaciones se han posicionado en la consideración de los ciudadanos y han demostrado que no es obligatorio ser militar o abogado (casi condición sine qua non salvo puntuales excepciones) para gobernar la Argentina.
Por todo esto es imprescindible que ocupemos espacios en las instituciones intermedias, no solo para generar un cambio de mentalidad entre quienes nos rodean, sino porque en estos espacios se pueden forjar líderes verdaderamente interesados en el futuro de nuestro país.
Decía Sarmiento “Cuando los hombres honrados se van a su casa, los pillos entran en la de gobierno”. Es tiempo de que esta insipiente y tímida incursión de “hombres y mujeres comunes” se transforme en una marea imparable, es tiempo de comprometerse, es tiempo de producir y sumarse a una arrolladora rebelión de mansos.