El mundo financiero internacional le dio la bienvenida a Mauricio Macri en el Foro de Davos, tras el regreso de la Argentina luego de doce años, pero el escenario local aparece cada vez más desafiante para su gobierno.
Los conflictos sociales se multiplican a medida que su administración avanza con reformas polémicas en casi todas las áreas.
A esto se suma que desde febrero aplicará un fuerte aumento de tarifas en electricidad y gas que promete desatar amplios rechazos, mientras los bolsillos de los consumidores están cada vez más agobiados por las alzas de precios.
Macri hizo un balance favorable de su paso por Suiza, y consideró que valió la pena infiltrarse la zona afectada por una fisura en la costilla con tal de poder estar cara a cara con muchos de los dirigentes más poderosos del mundo, incluido el FMI, organismo al que la Argentina le permitirá supervisar sus cuentas luego de diez años.
Acompañado por el líder del Frente Renovavor, Sergio Massa -un dato que no pasó desapercibido para los hombres de negocios y que impacta a nivel político en la interna del peronismo-, mantuvo reuniones con dirigentes clave para su proyecto de hacer virar al país hacia una economía más abierta a los capitales internacionales, con menos intervención del Estado y distensión con las naciones que dominan el escenario económico.
Las reuniones cara a cara con el vicepresidente norteamericano Joe Biden, el premier británico David Cameron o el jefe de Estado de México, Enrique Peña Nieto, fueron algunos de los puntos altos de su apretada agenda.
La cosecha fue positiva en sus encuentros con los principales CEOs de las multinacionales, donde sobresalieron las promesas de Coca Cola y Renault de traer 1.600 millones de dólares en los próximos años al país.
Habrá que ver si tanta sintonía favorable termina concretándose este año con el desembarco de más fondos para el país, mientras se encara una negociación con los acreedores en Nueva York que aparece complicada.
The New York Times incluyó al presidente argentino entre las tres principales figuras del Foro de Davos y, según la delegación argentina, la decisión del gobierno macrista de volver al megaencuentro de negocios fue muy bienvenida por la comunidad de negocios.
Tras los mimos recibidos en el exterior, Macri retomará su agenda local con un escenario complicado: el conflicto petrolero está en su punto más alto y uno de los líderes de la protesta amenazó en forma temeraria con provocar un "país en llamas" si no había una salida.
Los trabajadores petroleros cobran los mejores salarios de la Argentina gracias a que los consumidores pagan el combustible a uno de los precios relativos más altos del mundo.
Es que mientras el barril de crudo se desbarrancó 70 por ciento en poco tiempo, en la Argentina eso no se tradujo en una baja de la nafta, sino todo lo contrario.
La devaluación juega también en contra de los consumidores, pero en algún momento deberá reverse en forma integral la política de subsidios, que ha puesto a la economía en una encerrona donde nada es lo que parece.
Es que el gobierno kirchnerista instauró una política petrolera que buscó disimular los conflictos sociales, para lo cual subsidió -el verbo que mejor conjugó en su doce años y medio en el poder- el precio que percibían las petroleras -por encima de los 60 dólares- siempre y cuando se comprometieran a no despedir gente.
Fue una de las innumerables políticas artificiales urdidas por los Kirchner y que ahora le empiezan a estallar en la cara al gobierno que heredó un sinnúmero de inconsistencias.
Macri no tiene derecho a pataleo: tanto él como su contrincante Daniel Scioli sabían lo que les esperaría apenas se sentaran en el Sillón de Rivadavia.
Parte de esa pesada herencia recibida está vinculada con la deuda externa: el kirchnerismo quiso convencer al mundo y a la sociedad argentina de que el problema estaba superado.
La realidad, ese tozudo espejo que nos obliga a vernos tal cual somos, mostró lo contrario: el país no cerró el capítulo de su deuda, sino que tiene aún compromisos que podrían superar largamente los 10.000 millones de dólares.
No sólo eso: la reanudación de las negociaciones con los acreedores parece más complicada de lo que suponía el equipo timoneado por Prat Gay.
Entre los propios fondos buitre habría emergido una interna sobre qué postura llevar a la postergada reunión que pidieron postergar para el primero de febrero.
Argentina no discutiría el capital de la deuda, pero sí los intereses y penalidades aplicadas por el juez Thomas Griesa.
El propio Macri admitió que las negociaciones con los fondos buitre por la deuda "no están yendo bien", aunque dejó una luz de esperanza.
Igual, aunque hubiese acuerdo todavía la propuesta debería pasar el filtro del Congreso, ya que una ley impide mejorarle la oferta a un grupo de acreedores en detrimento del resto.
La Argentina necesitar enderezar el rumbo y atraer inversiones, pero el escenario por ahora es de confusión y todos los finales parecen posibles.