Mauricio Macri improvisa, va y viene. Avanza dos casilleros y retrocede cinco. No tiene un plan, al menos no parece tenerlo. Su gobierno es a corto plazo, a prueba y error. Su mayor problema no es ese, sino que la ciudadanía empieza a darse cuenta de ello.
¿Cómo evitar la incertidumbre, no ya a largo sino a mediano plazo?
Macri es un cúmulo de frases hechas, ciertamente bienintencionadas, pero hechas al fin. Sus discursos abundan en lugares comunes: la unión de los argentinos, la superación de las metas y el trabajo en equipo. ¿No es acaso el dogma de aquellos gurúes de autoayuda que despuntan en puntuales canales de cable de bajo rating?
La repetición de esas oraciones le suele jugar en contra, como cuando estuvo en Mendoza y habló del desempeño en equipo, poniendo como ejemplo la gesta de San Martín. Fue una postal desacertada, referida a un prócer que se ha manejado con autonomía y personalismo extremo. ¿Nadie se lo dijo a Macri?
Sí, se lo comentaron, pero después de que dio su errático discurso. Ello lo decidió a no improvisar más y adquirir un teleprompter, a efectos de poder leer lo que va hablando sin que se note que lo hace.
Hablando del paso del presidente por esa provincia, merece todo un párrafo aparte lo mal organizada que estuvo su breve estadía. Por caso, aquellos que sponsorearon la movida debieron conformarse con un palco bien alejado de la figura del jefe de Estado. Para seguir sus palabras, debieron mirar una pantalla gigante. El malhumor aún perdura en el aire.
Más allá de la digresión, en estas horas Macri analiza con sus hombres más cercanos —Emilio Monzó y Marcos Peña a la cabeza— cómo encarar el encuentro que el próximo lunes mantendrá con referentes del radicalismo, principales socios de la alianza Cambiemos.
No es casual que a varios de sus hombres de confianza se los llevara a Chapadmalal, al sur de Mar del Plata, junto con su familia, en lo que se preveía sería un descanso familiar de fin de semana.
Macri no está ajeno a la suerte de división que opera en las filas de la UCR y eso lo preocupa sobremanera, principalmente en un año electoral como el que transcurre.
Por un lado, el mandatario sabe que tiene a Ernesto Sanz para operar en las filas radicales, pero también conoce los movimientos del titular de esa fuerza, José Corral, quien viene dando señales de hartazgo.
No es casual que este último ayer advirtiera que el radicalismo no quiere más cargos en el Gobierno al considerar que "el Estado no es un botín de guerra".
Las críticas lo complican a Macri, quien pergeñó el meeting de cara a los comicios legislativos de octubre, con el fin de "darle fuerza, consenso y más apoyo" a su gestión.
Por si fuera poco, Corral cuestionó la propuesta de Monzó de sumar a la administración central a peronistas como Omar Perotti, Florencio Randazzo y Juan Manuel Urtubey, al advertir que el frente oficialista debe incorporar sólo "sectores políticos que no tengan compromiso con el Gobierno anterior".
Como puede verse, Macri corre contrarreloj, precisa “alinear la tropa” antes del lunes. Lo que menos precisa es disidencia en este momento, donde otros frentes inesperados se le han abierto.
Una de las cuestiones que inquietan el jefe de Estado es el pedido que le hará el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, quien ha anticipado a sus íntimos que exigirá treinta lugares en la lista de diputados por los veinte que renueva y liderar la de senadores en Chaco, Formosa, Santa Cruz y Jujuy.
Macri se enteró tarde, cuando ya le había dado a Sanz la ingrata tarea de seguir de cerca a la UCR bonaerense, que renueva este año cinco diputados y dos senadores.
Dicho sea de paso, en la cumbre estará Alfredo Cornejo, un claro aliado macrista. Su presencia será de apoyo, con la gravitación que esto pueda tener.
Como se dijo, el presidente necesita mostrar una foto de apoyo incondicional de la UCR en un año crucial para su gobierno, donde las operaciones políticas empezaron a gestarse antes de lo usual. Algunas de ellas tienen visos de realidad, como el caso Arribas, pero fueron amplificadas adrede por el kirchnerismo, que no solo busca erosionar la figura de Macri, sino también lograr algún salvoconducto para zafar de sus propias complicaciones judiciales. Cristina Kirchner encabeza esa avanzada, que mantenía en reserva hasta que decidió “blanquearla” esta semana, como respuesta a las escuchas que aparecieron en todos los medios donde trató de “pelotudo” al extitular de la AFI, Oscar Parrilli.
En ese contexto, decidió filtrar una reunión en su casa, donde despuntaron Gabriela Cerruti, Juan Cabandié, Mariano Recalde, Máximo Kirchner, Víctor Santa María, el ex ministro Daniel FIlmus, Victoria Montenegro y el ex embajador del Vaticano Eduardo Valdés. Son nombres a los que hay prestar atención, ya que serán parte de la movida que viene.
Cerruti y Montenegro son sus principales espadas, a la primera le ha pedido una embestida mediática contra Macri; a Valdés, un encuentro con el papa Francisco antes de las elecciones.
No es información que desconozca el presidente, pero no lo inquieta: en los próximos días se conocerán más audios lesivos de Cristina y Parrilli.
Mientras tanto, Macri sigue pegado a las encuestas. Casi no hay medida que no adopte sin mirar antes el termómetro ciudadano.
Baste mencionar que debió recalcular respecto de los feriados puente del 24 de marzo, el 2 de abril y el 20 de junio luego de ver que había provocado un innecesario malestar en la sociedad.
Es una postal de cómo se maneja el jefe de Estado en su gobierno, sin convicción propia, apenas moviéndose como la marea frente al viento. Intentando agradar a propios y ajenos.
Por eso no hay planes a largo plazo en el vocabulario de Macri, solo movidas a tientas y a ciegas. El ejemplo más cabal es la economía, donde abundan los parches y las medidas de menor cuantía. ¿Cómo pueden venir inversiones en ese contexto? ¿Qué deben esperar aquellos que podrían recalar en Argentina, si nadie sabe qué ocurrirá mañana?
Nadie le quita a Macri su pretensión de querer hacer las cosas bien, pero no alcanza con las buenas intenciones ni las declaraciones rimbombantes, hace falta gestión y trabajo a largo plazo. Todo lo demás, es pura espuma.
Ya lo dijo con meridiana claridad el célebre Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana; el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo”.