Como siempre, nos dicen que el paro es por nuestros hijos, y que no sólo es por el salario. Pero luego –como siempre- terminan arreglando un numerito salarial, y se olvidan completamente del estado edilicio de las escuelas, de la formación de los docentes, y de la adecuación de la educación a los tiempos que corren. Eso sí, volverán a acordarse de nuestros hijos el año que viene, cuando tengan que rediscutir el numerito. Y escucharemos atentamente los mismos discursos vacíos. Quizá, con suerte, el año próximo, la virulencia de los paros sea menor, dado que no será un año electoral y que tal vez, si la Justicia funciona, los impunes jefes políticos de los sindicalistas docentes ya estarán presos.
Es penoso, aunque no casual, ver en los actos escolares a maestros que no cantan el Himno a Sarmiento, porque no se sienten representados políticamente por el prócer de la educación. Están en una escuela, ¿tan difícil es dejar esa diferencia a un costado? ¿Tan difícil reconocer que nadie hizo más por la educación que Sarmiento, aún con sus defectos? ¿Por qué otro motivo tienen lugar los próceres en el ámbito educativo, sino para que los alumnos vean, encarnados en una persona, los valores que son o debieran ser comunes a toda la sociedad, y que por ello corresponde transmitirlos en las aulas? Por otra parte, ¿qué prócer no tuvo defectos?
Me pregunto cuáles son los valores de estos “trabajadores de la educación” que fomentan con sus paros salvajes que los alumnos escapen de las escuelas públicas, para recaer en escuelas privadas, muchas de ellas de baja calidad. Los valores de Sarmiento no son, eso ya está claro.
¿Cómo es que un dirigente sindical docente, que dice ser docente, se niega a contestar una pregunta incómoda y legítima, en un reportaje y, acto seguido, se retira enojado del canal de televisión? ¿Qué valores fomenta esa conducta pública en la sociedad? ¿Para qué tipo de sociedad está educando? ¿Está educando?
Es evidente que los sindicatos docentes y gran parte de sus representados trabajan para una sociedad antidemocrática. Una sociedad donde los maestros y la educación misma no estén sujetos a evaluación. ¿Alguien les hizo creer que están por encima del resto de los mortales?
El mensaje es claro y se lo dicen a los chicos: “enseñamos luchando”. El problema es que la lucha implica un adversario, que en este caso es el gobierno. Por eso no se dice toda la verdad cuando se sostiene que ponen a los chicos como rehenes. Los quieren, también, adoctrinados y participando de objetivos que, en muchos casos, ni siguiera responden a necesidades sindicales, sino a la siguiente regla: a mayor caos, más impunidad K.