A esta altura de las circunstancias es en vano hablar de las claras intenciones golpistas del peronismo.
Nunca, jamás un partido político hizo tanto, y de manera tan abierta y descarada, para voltear a un Presidente.
Tanto las operaciones menemistas, a través de, a la postre, Ministro de Economía de su gobierno, Domingo Cavallo, con el gobierno de Alfonsín, y las del peronismo con el gobierno de la Alianza fueron tan burdas, violentas y vergonzosas como lo que están haciendo ahora.
El kirchnerismo en franca destrucción
Convengamos que en cierta manera es entendible (desde el punto de vista de la mentalidad kirchnerista, obviamente) tratar de hacer caer al gobierno de Mauricio Macri.
Los motivos son archiconocidos por todos: no solo sienten el síndrome de abstinencia de la falta de poder y, entre otras cosas seguir cometiendo actos de corrupción, sino que la cabecilla de la banda, Cristina, junto con unos cuantos secuaces, saben que tarde o temprano terminarán tras las rejas.
Están nerviosos, y mucho, y ese estado de desorientación les hace cometer actos realmente detestables y anti democráticos.
Tratan, por todos los medios de destruir absolutamente todo, como si no les hubiese alcanzado con dejar el país como tierra arrasada.
Destruyeron las reservas del Banco Central, las instituciones, el INDEC, se quisieron apoderar de la Justicia, persiguieron al periodismo crítico, y ni hablar del sistema educativo. Calculemos que un alumno que hoy está en quinto año del secundario, fue a la escuela durante once años de la "década ganada". Ese simple calculo no resiste el menor análisis ni justificativo.
Y lo que no destruyeron, lo corrompieron, como los Derechos Humanos. Los hechos del 24 de marzo lo demostraron.
Son tan desvergonzados que fueron a manifestarse en repudio del golpe del 76 convirtiendo eso en un acto político partidario en contra del gobierno, y más ridículo e incoherente es aún que fueran a repudiar un golpe de Estado proponiendo otro golpe de Estado.
Tanto es lo que destruyen que, vaya uno a saber si se dan cuenta o no, no solo se están terminando de destruirse a ellos mismos, sino que están destruyendo al peronismo.
El laberinto del presidente
Por su parte, Macri está atrapado en su propio laberinto. En su afán de ser tolerante y contemplativo, y demostrar que no es neoliberal o de derecha, sigue gobernando para quienes no lo votaron.
El miedo a impedir los infinitos piketes y cortes de calles, tal vez justificado por el temor a que "le tiren un muerto", está llegando a un punto en el que deberá tomar una decisión.
El votante de cambiemos votó —valga la redundancia—, por un cambio, y si bien en muchos aspectos, como por ejemplo las relaciones exteriores o el trato con la prensa ese cambio es realmente palpable, no alcanza, y no es, además, lo que principalmente se esperaba.
Otro de los puntos en cuestión es que a esta altura de las circunstancias, la inmensa mayoría de la población quiere ver tras las rejas a los máximos responsables del saqueo kirchnerista, y es un secreto a voces que esto no ocurre porque el Presidente est?convencido de que para su im醙en es favorable dejar a Cristina en libertad y que siga hablando y haciendo su propio "reality show".
El círculo vicioso
Cristina, y muchos partícipes necesarios de la asociación ilícita llamada "Frente Para la Victoria", desde sus lugares siguen haciendo lo único que saben hacer: daño. Meten palos en la rueda, hacen denuncias falsas y afirman, ante cualquier micrófono que tengan a su alcance, mentiras de todo tipo y color.
Dicen, entre otras cosas, que hay más desempleo, que la inflación no decrece, que crece la cantidad de pobres, o que la economía no se reactiva, cuando en realidad es todo lo contrario.
Macri los deja, porque cree que todo lo que haga la oposición lo favorece, y en el medio están los ciudadanos comunes, que sufren y padecen los planes electorales —porque en definitiva no se trata más que de eso, una estrategia electoral de ambas partes— y todo sigue igual o peor.
Es hora, desde hace tiempo, de que Macri haga lo que realmente tiene que hacer, y darse cuenta de que es anti producente tratar de dialogar, negociar o conciliar con alguien que quiere, precisamente, todo lo contrario, o sea, destruir.
Cuando la realidad es tan clara, la realidad misma es de estricto rigor científico. Tanto el estado de Cristina, como el de supuesta comodidad de Macri, se alimentan el uno al otro, convirtiéndose en un círculo vicioso.
En definitiva, es hora de que Macri tome al toro por las astas, y comience a gobernar para quienes lo votaron y realmente quieren un cambio, porque si eso no ocurre, su gestión, indefectiblemente fracasará y, con su fracaso, fracasaremos todos.