Mauricio Macri quedó en la siempre incómoda posición de arbitrar entre miembros de su Gabinete cada vez más enfrentados sobre cuáles son los remedios para sanar las enfermedades de la economía, algunas heredadas y otras originadas por mala praxis en estos casi 16 meses de gestión.
Un problema para el Presidente es que deberá terciar cuánto antes para definir un rumbo claro sobre qué hacer ante un escenario que no remonta lo necesario, con vistas a elecciones legislativas por ahora con resultado incierto para la expectativa gubernamental.
Sobre todo tras sostener —como lo hizo el jefe de Estado— que una derrota en esos comicios sería un "fracaso".
La Argentina afronta viejos problemas, para los cuales Cambiemos dijo tener nuevas soluciones, hasta ahora aplicadas sin demasiada suerte.
El 2,4% de inflación informado por el INDEC para marzo, pero sobre todo el 6,3% acumulado en el primer trimestre, constituyen una mala señal.
Ahora que el termómetro del INDEC volvió a funcionar, indica que la Argentina tiene fiebre.
En especial preocupan las alzas en alimentos y bebidas (3% en marzo), indumentaria y educación, porque son rubros que impactan en el corazón de la vida cotidiana.
Como si manejara un tablero infalible —la oposición machaca ironizando con las "planillas en Excel"— el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, reaccionó de inmediato ante ese dato elevando las tasas por encima del 26%.
Dicen que como tributo a la "independencia" del BCRA no consultó a Macri —aunque sobre esto hay dudas—, mientras deja correr, no sin agrado, que se está convirtiendo en un "súper ministro", lo cual dejaría fuera de combate a otros funcionarios clave de la esfera económica que empiezan a entrar en punto de ebullición ante semejantes lecturas.
El problema es que cada punto de alza en las tasas de interés le hace el juego a la especulación financiera, uno de los pocos sectores que parece celebrar cada jugada del gobierno, y daña la estructura productiva.
Dicen cerca del Gabinete que ni siquiera Luis Caputo —un hombre del riñón financiero— observa con buenos ojos estas jugadas, porque conspiran contra su estrategia de endeudamiento.
La razón: mientras él baja las tasas para colocar bonos afuera, en el plano local el costo del financiamiento se encarece, construyendo una de las tantas contradicciones del modelo.
A esto se suma que la "bicicleta financiera" —ahora llamada "carry trade"— disparada por el alza de tasas, perjudica las emisiones de bonos, porque los inversores prefieren colocar pesos en Lebacs a corto plazo para tener mayor rentabilidad con un dólar en baja.
Para colmo, Brasil —el gigante con pies de barro por la corrupción de su clase política— vuelve a ir a contramano de la Argentina: mientras acá se baja la estimación de crecimiento a menos del 3%, los brasileños apunta al 5% y siguen reduciendo las tasas de interés.
Como ocurrió mil veces en la Argentina, se corre el riesgo de caer en el irónico juego de la sábana corta: para paliar la inflación, se sube la tasa y se deja caer el dólar a niveles que reflejan un retraso cambiario del 30%, explicó Víctor Beker, ex jefe del INDEC y respetado referente en el mundo de la economía, ahora en la Universidad de Belgrano.
Pero, lejos de solucionar el problema, esta decisión contrae aún más el aparato productivo, aumenta el desempleo y reduce las perspectivas de crecimiento y las decisiones de compra de los consumidores.