Hay algunos brotes, como saben decir los economistas. Datos sueltos que parecen dar la razón al macrismo respecto de la mejora de la coyuntura.
No obstante, son tópicos aislados, puntuales árboles que no alcanzan a mostrar un promisorio bosque.
Uno de los indicadores que alienta al oficialismo es el que se conoció ayer con relación al desempleo, el cual descendió a 7,6%, lo que implicaría una disminución de un 0,9 punto porcentual respecto del período anterior.
Sin embargo, el propio Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) advirtió que no representa una mejora en el mercado laboral.
Algo similar dijo Fausto Spotorno, economista Jefe del Centro de Estudios Económicos Orlando Ferreres, quien explicó que detrás de la supuesta mejora se encuentra el efecto desaliento y ciertos factores estacionales.
Fuera de ello, hay pequeñas mejoras en rubros determinados como la construcción, donde se conoció un crecimiento del 4,2% en los primeros dos meses y 32,8% respecto a febrero del año pasado.
¿Es una noticia auspiciosa? Ciertamente lo es, pero por ahora es solo un dato aislado, cuya evolución debe observarse con detenimiento.
De la misma manera que ocurre con la construcción, hay repunte en otros rubros como la siderurgia y la industria textil. Son subas tímidas, pero subas al fin. Todo bien.
No obstante, todo ello no alcanza para hablar de repunte de la economía. Aún falta un plan económico integral y coherente, que resuelva las cuestiones de fondo, no solo las de forma.
Por caso, sigue siendo insoportable el peso de los impuestos, tasas y sellos de los gobiernos nacionales, provinciales y municipales, tal cual referenció la Fundación Mediterránea esta semana a través de un duro informe que, dicho sea de paso, muestra una Mendoza aún más complicada que el resto del país.
A ello hay que sumar las regulaciones laborales y el retraso del tipo de cambio, que hacen inviable cualquier tipo de actividad.
Baste observar lo que ocurre con los comercios, cuyas ventas decrecen mes a mes frente a la feroz presencia de países como Chile que ostentan precios con los que es imposible competir.
Con la industria sucede algo similar: la mismísima Unión Industrial Argentina (UIA) advirtió esta misma semana que la acumulación de impuestos nacionales, provinciales y municipales genera sobreprecios en los bienes finales.
Esa entidad explicó que, lo que motiva la diferencia de precios entre los productos locales y los importados "se encuentra en la acumulación de la carga tributaria, nacional, provincial y municipal. En particular la carga tributaria subnacional impacta en más de un 12 por ciento promedio del precio final del bien industrial".
Tampoco zafa el sector de los servicios, todo lo contrario: dada su característica de actividad no transable, los costos se trasladan al precio final.
Lo antedicho empuja a su vez a la inflación que, por lo expuesto, promete no cumplir con la meta oficial del 17% anual.
Frente a este panorama, el macrismo insiste en apelar a anuncios ya desgastados y vetustos, como el impulso a la vivienda y los planes de consumo en cuotas. Es esperable que esta última medida vaya directo al fracaso.
A ello hay que sumar que hoy se firmará un acuerdo para rebajar las comisiones que cobran las tarjetas. Demasiado poco, por cierto.
¿Cómo evitar el paro de la CGT ante los números y datos descriptos? De hecho, bastante se ha demorado la central obrera para avanzar en esa medida.
Mal que le pese al macrismo, no hay ninguna conspiración peronista, la falta de reflejos del gobierno es la que explica la avanzada gremial.
Con la salvedad del conocido oportunismo de unos pocos, la foto de la multitudinaria marcha del 7 de marzo pasado estuvo cargada de espontaneidad.
Quienes salieron a manifestarse son personas con preocupaciones reales y tangibles, que han visto diluir sus salarios frente a los tarifazos aplicados por Macri. Otros ni siquiera tienen trabajo.
En un año electoral como 2017, el oficialismo de turno tiene mucho por hacer. Está obligado a hacerlo. Ya no sirven promesas de inversiones en primeros, segundos o terceros semestres. Tampoco alcanzan ya los discursos de ocasión.
Quien crea lo contrario, aquel que piense que Macri aún convence a alguien con sus rimbombantes discursos, solo debe ver las últimas encuestas, principalmente la de la firma Analogías, donde la imagen negativa del presidente escala al 54,8%.
En ese contexto, Macri debería recordar aquella célebre frase de la gran Alejandra Pizarnik: “Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma”.