Mauricio Macri está decepcionado con el "círculo rojo", ese complejo entramado que entrecruza al poder político y económico, porque considera que no acompañó con énfasis el cambio de paradigma impulsado por su administración, y evitó hacer el esfuerzo necesario para, por ejemplo, combatir la inflación.
"Que empresarios, sindicalistas y jueces no se crean dueños de decirnos lo que tenemos que hacer", advirtió Macri, horas después de regresar de un accidentado -sufrió una "descompensación leve"- viaje a Ecuador para asistir a la asunción del nuevo presidente.
A Macri se lo vio cansado en el Tedeum por el 25 de mayo, y algo molesto en su discurso posterior.
El presidente estaría más que nada desilusionado con sectores empresariales que fogonearon su candidatura para poner fin al intervencionismo desaforado del kirchnerismo, pero cuando llegó la hora de poner el hombro, se borraron.
"Los ciudadanos somos los que tenemos el poder y elegimos servidores públicos, como el que les habla, para que nos ayude a trabajar y superar dificultades", les advirtió Macri.
El motivo del malhumor presidencial apuntaría, en primer lugar, a los formadores de precios, que no resignaron ni un ápice de sus intereses y trasladaron toda la devaluación oficializada para salir del cepo, y en algunos casos un poco más, a las góndolas de los supermercados.
Un estudio que maneja el gobierno sostiene que buena parte del creciente mal humor social en los sectores más postergados se debe al fortísimo aumento en los precios de los alimentos, las bebidas, los productos de limpieza y los medicamentos.
Es un cóctel explosivo que impide a la gente llegar a fin de mes y hunde en la pobreza a una franja cada vez más amplia de la población.
Esto conspira contra la audaz promesa de "pobreza cero" realizada por Macri en la campaña electoral.
Sobre ese sector viene operando el kirchnerismo, sobre todo en el conurbano, para tratar de instalar como candidata a senadora a Cristina Fernández, quien así se garantizaría fueros ante la andanada de causas por corrupción en las que está involucrada, junto a parte de funcionarios de sus dos gobiernos.
Se desconoce si la preocupación presidencial alcanza también a Miguel Braun, de familia supermercadista y elegido para ocupar la estratégica Secretaría de Comercio, que poco y nada hizo para controlar que los precios no salieran de cauce.
Una de las ideas que se le ocurrieron a Braun terminó por hacer colapsar el consumo: fue cuando buscó eliminar los planes de pago en cuotas con la ingenua lectura de que los precios bajarían si la gente pagaba al contado.
No sólo los precios casi no bajaron, sino que las compras se desbarrancaron provocando un colapso del consumo y despidos en los comercios.
Lo raro es que Macri, pero sobre todo la dupla de control Lopetegui-Quintana, lo dejaron hacer a Braun aún conociendo estudios de opinión pública del oficialismo que ponían al consumo en el primer lugar aspiracional de la gente.
El estudio concluye que los electores están dispuestos a resignar algo de su poder de compra, pero de ninguna manera a tener que privarse de adquirir bienes y viajar.
La sed argentina por comprar electrodomésticos y realizar viajes, como en los fines de semana largo, el kirchnerismo la interpretó como pocos grupos políticos, y por eso fogoneó los feriados puente que crecieron como hongos durante los 8 años de Cristina Fernández en el poder.
A la inversa, el macrismo nunca lo entendió, y así, el impacto del ajuste para tratar de superar el campo minado dejado por el kirchnerismo, terminó de herir de muerte al consumo por la mala praxis en la administración económica.
Reacción empresarial y gremial
En la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la entidad del sector privado ahora más poderosa del país, parecieron sentirse aludidos por la palabra presidencial.
El jefe de AEA, Jaime Campos, aclaró que esa cámara no quiere marcarle la cancha al Gobierno, y a la vez deslindó responsabilidades del empresariado en los problemas de inflación que tiene la Argentina.
"Las decisiones del rumbo del país son del Gobierno", dijo Campos, un ejecutivo profesional a quien los grandes conglomerados empresariales eligieron para difundir su posición.
En la CGT tampoco cayeron bien las palabras del presidente. Héctor Daer, hombre de Sergio Massa, dijo que los sindicatos están "muy lejos" de ser los dueños del país.
"Si uno le pregunta a la sociedad quiénes son los dueños del país, lo asocia a la familia presidencial", contragolpeó Daer.
Para el gremialista, los dichos del mandatario "son parte del problema de la democracia actual, donde hay un Presidente que cree que por haber ganado las elecciones tiene poderes plenipotenciarios".
Es en ese escenario convulsionado que el gobierno deberá definir las listas electorales para tratar de hacer un papel decoroso en octubre, una tarea que por ahora parece titánica.