Hace unos años, en un ciclo de conferencias ofrecidas por la Universidad Católica Argentina (UCA) en Puerto Madero, expuso el ex ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov. Remes fue el verdadero ideólogo del plan económico que implementó Eduardo Duhalde para salir de la crisis del 2001.

Comentaba el economista peronista que él y su equipo venían siguiendo el escenario económico varios meses antes y que iban ajustando el plan constantemente. Si eran convocados al gobierno, sabían lo que iban a hacer.

Bueno, este no parece ser el caso del gobierno del presidente Mauricio Macri. Después de más de dos años y medio en el gobierno se va dando cuenta que tiene que tener un ministro de Economía de verdad, que tenga más poderes de los que él imaginaba para sus secretarios asistentes al inicio su mandato.

La salida desprolija (como casi todo lo que hacen en economía) de Luis Caputo del Banco Central, y la designación de Guido Sandleris al frente de la entidad, parece ser una señal de que Macri por fin se decidió a poner a un equipo a administrar la salida de la crisis.

Se sabía desde el día en que se anunció la negociación del acuerdo FMI 2.0 que Caputo y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se llevaban muy mal. Era cuestión de tiempo para que Caputo se fuera. La cuestión ya no era si se iba a o no, sino cuándo se iba a ir.

La decisión de pedir una renuncia es responsabilidad total del que está arriba de todo en la cadena de mandos, es decir, Macri. El presidente no maneja tiempos. Casi como que todo ese escenario que imaginó para su viaje a Nueva York, con inversores y bancos, llevando confianza y tranquilidad, se fue por un agujero. Hasta parece un chiste.

Entrevistas ante Financial Times, Bloomberg, en las cuales habla sobre que la Argentina ratifica su rumbo económico, para que apenas 24 horas después el presidente del BCRA le avise desde Buenos Aires que deja el cargo porque perdió la interna con el ministro de Hacienda.

Para encarar un viaje de ese tipo, Macri debería haber resuelto la interna antes. Si para cerrar el acuerdo 2.0 que él pidió, su amiga Christine Lagarde le venía pidiendo que remueva al funcionario, hubiese sido lo mejor. Pero el problema es mandar a sus funcionarios a negociar cuando ni ellos están de acuerdo en qué iban a hacer.

La salida de Caputo claramente es producto del acuerdo. El FMI no quiere que la Argentina retrase su tipo de cambio para controlar la inflación y Caputo aspiraba a poder meter mano, disponer de reservas para atacar cualquier carrera especulativa. Era el escollo para firmar y Macri lo sabía desde hace un par de semanas, desde que Sandleris comenzó a renegociar con el organismo. Lo tendría que haber removido antes.

Al iniciar su mandato, puso a Alfonso Prat Gay al frente de un ministerio de Hacienda, bastante capado de poder. Casi que lo puso en función de recaudador de impuestos, que como ministro debía reportarse con dos funcionarios de inferior rango, los secretarios Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, los vices del jefe de Gabinete Marcos Peña.

Fue el primer porrazo: el economista renunció y asumió Dujovne, quien a su vez tenía una versión diferente del problema del que tenía el entonces presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, con un “inflation targeting”.

Macri no asumió el liderazgo, nuevamente, y prefirió dejar que la interna desgastara al funcionario. El 28 de diciembre del año pasado se anuncia la “recalibración de metas”, lo que marcó el principio de falta de credibilidad de los inversores en el gobierno. Luego de ello, vinieron las sucesivas crisis con el dólar. Durante un fin de semana, incluso, le estuvieron buscando reemplazante a Dujovne, pero nadie se atrevió mientras Peña siguiera como mano derecha de Macri.

Hay problemas de tipo político que se repiten y que el primer mandatario no resuelve rápido y a tiempo.

Volviendo al ejemplo de Remes Lenicov: contaba que estuvo con Duhalde hasta unas horas antes de que este asumiera como presidente interino para cumplir el período de Fernando De la Rua. Había analizado y escrito el mensaje que dio a la Asamblea Legislativa, el de la frase célebre “el que depositó dólares, recibirá dólares”.

Remes cuenta que en rigor el mensaje no decía eso, sino que la frase era que “el que depositó dólares recibirá el mismo valor”. Ese episodio indica que el que conducía políticamente el proceso estaba directamente involucrado, que lo dirigía y le ponía los límites y estrategias comunicativas. Remes dijo que no sabía qué pasó entre Lomas de Zamora y el Congreso cuando esa frase fue modificada en el discurso. Fue decisión de Duhalde.

Tal vez, los inversores y mercados le estén reclamando algo parecido a Macri.