El 3 de abril de 2016, Mendoza Post, el diario donde despunto como secretario de Redacción gestionó una entrevista con el entonces diputado Nacional por el Frente para la Victoria, Axel Kicillof. Las gestiones se hicieron a través de sus prenseros, sin decirles que yo haría la entrevista.
Ciertamente, a sabiendas de que el otrora ministro de Economía vendría a Mendoza, quería preguntarle sobre diversas cuestiones: política, economía, el papel del kirchnerismo como oposición e incluso qué pensaba sobre las denuncias que pesaban en su contra.
Luego de las formalidades de rigor, se informó que finalmente Kicillof accedería a ser entrevistado. Ergo, se pautó el reportaje para ese domingo a la mañana. De hecho, allí estuve junto a mi colega Mauricio Fernández.
Sin embargo, a último momento, cuando ya estaba todo listo y el exministro de Economía del kichnerismo estaba a solo unos metros de mi persona, algo sucedió.
Repentinamente, se nos dijo que Kicillof no nos daría entrevista alguna. ¿El argumento? Que no esperaban que uno de los que harían el reportaje sería yo, a quien tildaron como “denunciante” contra el kirchnerismo.
El propio Mauro Sturman, quien maneja parte de la prensa de La Cámpora en Mendoza, fue el encargado de confirmarlo: se lo dijo a Ricardo Montacuto, el director de Mendoza Post —y, a la sazón, mi jefe— y al ya mencionado Mauricio Fernández. A ambos con los mismos argumentos.
Ello lleva a preguntarse: ¿Está bien que sea el entrevistado el que elija a quien lo entrevistará?
Lo ocurrido podría ser más o menos grave, depende de quién lo mensure. Sin embargo, encierra una pregunta que debería inquietar a más de uno: ¿Por qué Kicillof no quiere sentarse frente un periodista independiente? ¿A qué le teme? ¿Qué busca esconder?
Lamentablemente, no puedo contestar a esas preguntas. Hay quienes se ocuparon de que así sea.
Ya estamos en Mendoza. Esta tarde vamos a hablar de economía y buitres en el Auditorio Ángel Bustelo a las 17 hs. pic.twitter.com/C0QJsLxTsG
— Axel Kicillof (@Kicillofok) 3 de abril de 2016