Este jueves, propios y ajenos se sorprendieron luego de que Carlos Menem fuera sobreseído en el marco del expediente que investiga el encubrimiento del atentado a la AMIA, ocurrido el 18 de julio de 1994.
Es el denominado juicio “AMIA 2”, donde se ha puesto sobre el tapete la responsabilidad de los funcionarios políticos y judiciales en torno al encubrimiento de la investigación de marras.
Desde un principio, los bombazos en la mutual judía fueron encubiertos a raíz de una conjunción de diversos intereses, locales y foráneos. Todos en pos de que jamás se llegue a la verdad.
Ergo, al paso de los años se construyó una “realidad” que no ostenta correlato con la verdad objetiva que aparece en el propio expediente.
Ello permitió que persistieran hasta el día de hoy tres mitos que se repiten hasta el hartazgo, incluso por parte de puntuales medios de comunicación:
1) Que el atentado fue cometido por iraníes. Es falso, no hay un solo elemento en la causa que involucre a iraní alguno. Por el contrario, hay una decena de elementos que complican a sirios.
2) Que fue en el marco de una pelea entre árabes y judíos. También es falaz: el enfrentamiento entre ambos suele circunscribirse a Medio Oriente. En este caso, fue una venganza de Siria contra Menem por promesas no cumplidas en el marco de un viaje que hizo en el año 1988.
3) Que hubo un coche bomba que explotó en la puerta de la AMIA, en la calle Pasteur al 600. Falso también: de los 200 testigos que declararon en la causa, solo una mujer —Nicolasa Romero— juró ver el coche bomba. Luego admitió que fue presionada por la Policía Federal.
El impulso de la trama descripta jamás pudo haberse desarrollado de no haber sido Menem su principal impulsor. Por caso, en el juicio se comprobó que el expresidente se reunía asiduamente —y daba instrucciones— con el juez Juan José Galeano, quien sí fue condenado este mismo jueves por el tribunal que decidió condonar a Menem.
También está acreditada la instrucción que el otrora jefe de Estado dio a sus funcionarios para que se desviara la investigación. Uno de ellos fue Hugo Anzorreguy, extitular de la AFI y condenado hoy a cuatro años y seis meses de prisión. ¿Cómo se entiende que todos quedaran complicados menos el expresidente? ¿Era realmente inocente?
La realidad por más incómoda que sea es otra: hubo una decisión política de salvar a Menem, a como sea.
Es una trama que empezó a tejerse hace un año, en febrero de 2018, y que fue publicada por Tribuna de Periodistas a través de una serie de notas. Allí se revelaron las rispideces entre Germán Garavano y el entonces titular de la Unidad Fiscal AMIA, Mario Cimadevilla.
Fue una dura puja, donde finalmente perdió la verdad y la impunidad se coronó hace unas horas. El pecado de Cimadevilla fue descubrir que la pista iraní era débil —así lo reveló hace poco— y que había que avanzar en la “pista siria”. Es lo mismo que surgió en el juicio AMIA 2.
Sin embargo, ganaron las presiones, principalmente de EEUU e Israel, y Menem logró salir victorioso.
Si así no hubiera ocurrido, el expresidente hubiera cumplido su palabra de contar toda la verdad, aquella que nadie quiere que se sepa, y la catástrofe hubiera sido imparable. No solo habrían quedado complicados exfuncionarios, jueces, fiscales, periodistas y espías, sino también diplomáticos que en el pasado sabían tener alto renombre.
Como sea, hoy ganó de nuevo la impunidad. Y no solo han perdido los familiares de las 85 víctimas de la explosión en la AMIA sino también el propio hijo de Menem, quien sufrió los coletazos de las promesas incumplidas de su padre.
Fue un 15 de marzo de 1995, cuando el helicóptero que conducía cayó a tierra, producto del atentado más feroz cometido hacia un presidente en ejercicio.