Mauricio Macri es la postal del fracaso. Llevó adelante un gobierno que llegó cargado de buenas intenciones, pero que no supo hacerlas carne.
No solo no cumplió casi ninguna de sus promesas de campaña, sino que además empeoró muchos de los indicadores de la economía, los cuales ya había deteriorado el saliente kirchnerismo.
El hoy presidente jamás tuvo un plan económico concreto y siempre apostó a que las inversiones extranjeras llegarían mágicamente, volcando porque sí sus ingentes dólares a una economía siempre impredecible y burocrática. Pasaron semestres y más semestres y nunca llegó ese dinero.
Entretanto, Macri solo supo apostar a la especulación financiera como motor de una fórmula imposible, que jamás iba a funcionar. Sencillamente porque ya se probó y siempre fracasó.
¿Por qué el jefe de Estado nunca intentó impulsar la producción? ¿Por qué jamás trató de promover la industria? Preguntas que nadie le ha hecho y que ya no tiene sentido que se efectúen.
La economía ha implosionado, eso es lo único que importa en estas horas. Los peores recuerdos han vuelto a hacerse carne y la incertidumbre es la vedette de estas horas.
Ya ni siquiera tiene que ver con las promesas incumplidas de Macri, entre las cuales se destacan la “pobreza cero”, la baja de la inflación y la eliminación del impuesto a las Ganancias cuarta categoría, aquel que afecta a los trabajadores en relación de dependencia.
Lo que complicó al presidente fue su propia soberbia, esencialmente, amén de la ausencia de un plan concreto y otros tópicos que lo pusieron en donde hoy se encuentra.
Como ya reveló este cronista, en 2015 los mejores economistas de la Argentina intentaron entregarle un documento a Macri con un duro diagnóstico del país post Kirchner y la fórmula para sortear esa bomba que había heredado. El mandatario decidió rechazar el paper. Como se dijo, la soberbia lo pudo.
La errática política económica que ostentó en sus primeros meses, fue convenientemente obviada por los recuerdos de lo que había sido la corrupción K, aún latente en el imaginario popular. Pero nada es eterno, sobre todo cuando el bolsillo flaquea.
Entonces, todos empezaron a prestarle atención a la economía, dejando de lado lo que había hecho el kirchnerismo. Ese fue el principio del fin. El comienzo de lo que finalmente se exteriorizó en las últimas PASO.
Uno de los pocos funcionarios que se animó a reconocer ese fracaso fue Pablo Avelluto, secretario de Cultura de la Nación: "Creímos que era más fácil, que con que sólo no estuvieran ellos vendrían las inversiones". No se puede ser más pueril.
Y hablando de sincericidios, la propia Cristina reconoció hace unas horas: "Nunca hubiéramos ganado si el Gobierno hubiese hecho las cosas bien".
Está claro que el macrismo fue la postal de un fracaso que costará muy caro a futuro. Ha endeudado al país de una manera pocas veces vista… y todo para nada. Como se dijo, los indicadores económicos han empeorado de manera exponencial.
Lo de Macri fue una oportunidad perdida. Tuvo en sus manos la chance de que nunca más volviera el kirchnerismo y la desperdició por completo. Es algo imperdonable.
No obstante, más allá del fiasco que fue el gobierno en su política económica —o justamente por ello—, se percibe una movida impulsada por cierto sector del peronismo que busca la salida anticipada de Macri del poder.
Algunos lo han exteriorizado de manera cruda y directa, como Hugo Moyano y Eduardo Duhalde —no casualmente los mismos que “empujaron” a De la Rúa en 2001—; otros lo refieren en privado, como algunos de los intendentes del conurbano.
Entretanto, la sociedad es involuntaria espectadora de lo que parece ser el preludio de una nueva crisis, provocada por la misma clase política de siempre. No hay remate.