Alberto Fernández juega con el misterio. Dice que aún no tiene decidido cómo se conformará su posible gabinete y ello le permite zafar de responder las preguntas más incómodas. Por caso, al no mencionar a su eventual ministro de Economía, nada debe responder sobre planes económicos ni nada por el estilo.
Sin embargo, hay un tópico en el que avanza con firmeza y seguridad: aquel referido al tema de la salud. Mejor dicho, vinculado a los “negocios” periféricos relacionados a la salud.
Ello explica su cercanía al gobernador de Tucumán, Juan Luis Manzur, mandatario al que visitó en más oportunidades que a ningún otro. Aún cuando no los une lazo de amistad alguno. ¿Será Manzur jefe de Gabinete del futuro kirchnerismo? Él lo niega, pero Alberto jura que sí.
Manzur ostenta una vasta carrera en la salud, lo cual le granjeó la “amistad” de puntuales lobistas y empresarios de ese rubro, con todo lo que ello implica. Negocios lícitos e ilícitos de diversa índole.
Arrancó en 2001 como secretario de Salud en el Partido de La Matanza, cuyo intendente era en esos días Alberto Balestrini. De allí saltó al cargo de viceministro de esa misma cartera en la provincia de San Luis, sin escalas.
Luego, en 2003, asumió como ministro de Salud en Tucumán, integrando el gabinete del entonces gobernador José Alperovich, a quien acompañó como vicegobernador en 2007. Dos años después, el 1º de julio de 2009, asumió como ministro de la Nación, en el gobierno de Cristina Kirchner.
Todo ello, como se dijo, le permitió tejer contactos de alta gravitación con el negocio de la salud, principalmente con un empresario, siempre polémico: Hugo Sigman.
Es un hombre del cual hasta hace unos años no se le conocían fotografías y que comanda el poderoso laboratorio medicinal Elea.
Sigman supo comandar Cilfa, un “cartel” de laboratorios argentinos que se hicieron célebres por copiar puntuales patentes de las grandes firmas internacionales y que supo hacer grandes negociados en perjuicio del PAMI.
Dicho sea de paso, se trata del gran lobista detrás de la ley que a mediados de los 90 dio pie a los laboratorios locales para que pudieran “robar” licencias de remedios. Millones de razones influenciaron a diputados y senadores.
Como sea, Sigman es solo uno de los tantos empresarios de la salud que asoman su cabeza ante la posible llegada de Alberto Fernández al sillón de Rivadavia. Por caso, fue uno de los que se destacó en el polémico asado que le endilgaron al candidato K en Tucumán.
También mostró su presencia allí Héctor Daer, triunviro de la CGT y secretario general de la Asociación de Trabajadores de la Sanidad. Otro de los que supo despuntar con los negocios de la salud en torno de la millonaria teta del Estado.
Todos ellos ya mismo se están frotando las manos. Porque sueñan con una remake de lo que fueron esos mismos negocios hace poco más de 10 años, cuando Alberto ya era Alberto, pero solo como jefe de Gabinete.
Días en los cuales los sindicatos se enriquecieron a 4 manos merced a esos negociados. Que derivaron en lo que se conoció como la “mafia de los medicamentos”. Allí tallaba fuerte otro de los personajes que está por regresar, Héctor Capaccioli, otrora superintendente de Servicios de Salud.
Baste recordar que este último fue eyectado de su cargo en 2009 tras conocerse algunos de esos escándalos, que terminaron mostrando lo peor de la política vernácula: lavado de dinero, aporte a la campaña del kirchnerismo en 2007 y triple crimen de General Rodríguez, entre otras cuestiones.
Es un mecanismo que jamás fue desmontado y que solo supo permanecer “en suspenso” para volver a tomar impulso cuando fuere conveniente… Y todo indica que ese momento está por venir.