En Memoria de mi amigo el Dr. y Prof. Ángel E. Cedrato.
Suelo decirles a mis familiares y allegados que si no hubiera sido profesional del derecho, hubiese sido médico.
Como los caminos de Dios son misteriosos gran parte de mi vida estuvo vinculada al sistema de salud.
Tal vez por eso la mitad de mi biblioteca se compone de libros sobre medicina.
Y además tuve el gusto de haber aprendido de eximios médicos y profesores en el tema sanitario, algunos de ellos desgraciadamente ya no están y harían falta.
Como aporte a los lectores trataré de compendiar cuestiones de la práctica médica para intentar entender la lógica con la que se enfrenta la epidemia y como la manejan los especialistas. Veamos.
1.- Ante determinadas patologías el profesional de la salud debe empezar por abordar siempre el presunto diagnóstico más grave cuando atiende a un paciente con sintomatologías diversas. Esta es una regla inviolable que garantiza evitar una mala praxis.
2.- Ante una epidemia provocada por un germen de una variante desconocida y letal, teorizar subestimando los extremos más graves implica romper la regla básica antes explicada.
3.- Tanto el titular de la cartera de salud como así también varios especialistas mediáticos, no tomaron en cuenta que en cualquier epidemia producida por un patógeno desconocido (en la subespecie) no sirve aplicar la lógica de la patogenia conocida (especie de coronavirus).
4.- En notas que he publicado en este sitio, y contra la opinión de muchos infectólogos, que afirmaban que solamente contagiaban los que padecían síntomas, advertí que era un grave error no comunicarle a la población que siempre existen portadores sanos. Desafié a que me desmintieran, pero no hubo respuestas.
Recién ahora comenzaron a hablar de pacientes asintomáticos que pueden contagiar. Pero sigue habiendo una gran resistencia a señalar que SIEMPRE pueden existir “vectores sanos” que son naturalmente inmunes pero que pueden contagiar. Obviamente que no tengo forma empírica de probar lo que sostengo, pero los especialistas tampoco pueden probar lo contrario. Y en las crisis, y más en lo desconocido, no se puede descartar el extremo más gravoso sin violentar la regla de la mala praxis.
5.- Otro tanto ocurre con el hecho de desaconsejar el uso del barbijo quirúrgico, el que se vende en las farmacias, pues si no conocen ni la patogenia de esta subespecie de coronavirus, ni su vida media en el aire, ni su manera de desplazarse comunitariamente (aunque no hay dudas sobre que se esparce) resulta temerario no prevenir que el barbijo es un método de protección importante para la población.
6.- También afirmé que es una verdad a medias que los antibióticos no sirvan contra las infecciones víricas. Existen patógenos bacterianos que producen virus, pero eso será motivo de otra nota. Lo cierto es que hoy están utilizando un antibiótico del tipo de los macrólidos (azitromicina) para tratar a los pacientes. Muchos se han recuperado. Los científicos teorizarán sobre que los antibióticos tienen efectos respecto de las sobreinfecciones asociadas, pero no hay ninguna prueba que rebata que los macrólidos pudieran afectar la replicación de este virus en particular.
7.- En la nota del día 19/03/2020 hablé de la inmunización pasiva, método conocido desde antaño y muy eficaz cuando las vacunas no existían. Pero ninguno de “nuestros científicos” hasta el día de la fecha han intentado transitar este camino a pesar de que este mecanismo tiene la gran ventaja de brindar casi inmediatamente un título protector de anticuerpos circulantes y aunque tenga corta duración sirve al menos para ir interrumpiendo la cuarentena a la espera de la desaparición de la epidemia o de la aparición de la vacuna.
¿Para qué sostenemos un organismo como el Conicet o consultamos a tantos expertos si no son capaces de acercar a las autoridades nacionales algo que propuse hace rato sin ser un profesional de la salud?
Para ampliar un poco el tema y que los lectores comprendan un poco más. Existen preparados que pueden utilizarse con el fin de asegurar protección o atenuar la enfermedad después del contagio: a) Inmunoglobulina sérica humana; b) Inmunoglobulinas hiperinmunes ; y c) en casos muy extremos sueros y antitoxinas de origen animal. Y por supuesto el uso de interferón, levamisol, interlucinas, factores estimulantes de colonias, hormonas tímicas, etc. Nada sabemos de esto y no hay una información precisa de si se está trabajando en esta línea o solamente se espera una vacuna y que los respiradores aguanten con la sociedad encerrada en cuarentena.
8.- Acorde la forma acelerada en la que este virus desarrolla su acción en los seres humanos contagiados y la utilización de los médicos de una medicación que combina un antimalárico y un antibiótico, resulta sencillo concluir que se trata de una cepa de coronavirus modificada intencionalmente en su ARN (a través del ADN) por obra y gracia del ser humano: es un virus de laboratorio.
El mecanismo de contagio y ataque, la infección rápida y mortal que provoca, la reacción exagerada del sistema inmunitario de los contagiados hace pensar seriamente en un ataque múltiple de al menos 4 gérmenes diferentes al mismo tiempo a través de un solo virus.
Finalmente, este bosquejo sobre una pandemia no endémica que nos ataca y más allá de si se trata de un virus natural o el comienzo de una guerra bioterrorista pone en jaque al sistema de salud mundial y deja absolutamente al desnudo a nuestro país en cualesquiera de las áreas que el Estado debe atender (salud, educación y seguridad) y aquellas otras en que la clase política no se preocupó (economía, etc.) salvo en la parte que corresponde a sus propios intereses.
Por eso, basta de políticos en la conducción del destino del país y más ciudadanos con mejor sentido común y menos ambiciosos.
Menos política clientelar y más participación de la sociedad en el manejo de los destinos del país.
Propongamos el fin de una falsa democracia semi-representativa y pasemos a un sistema democrático verdadero a través de una Demarquía Republicana.
Esta es la oportunidad de un futuro mejor que podamos construir entre todos los ciudadanos de buena voluntad que trabajamos y nos esforzamos cotidianamente para vivir algún día en una Nación verdaderamente próspera.