El dato aparece casi perdido en medio de la nota dominical que Horacio Verbitsky suele escribir en su blog “El cohete a la luna”.
Allí, en medio de su usual análisis-operación, el periodista K recrea una conversación entre Alberto Fernández y Eduardo Duhalde.
A todas luces, queda claro que la anécdota le fue revelada por el propio presidente de la Nación, a quien el propio Verbitsky consiguió hacerle una complaciente entrevista, en la cual, como era de esperar, no le preguntó nada comprometedor.
En la nota en cuestión, se cuentan los detalles de la visita de Duhalde a Fernández, acaecida el domingo 29 de marzo pasado en la Quinta de Olivos. Puntualmente, el periodista contrasta las versiones de uno y de otro protagonista.
En realidad, Verbitsky intenta refutar una nota de Infobae que molestó a Fernández, donde Duhalde da su versión de los hechos y hace quedar al presidente como alguien que se siente desbordado por la situación generada por el coronavirus. Más aún, el expresidente “de facto” asegura que Fernández le pidió puntuales consejos.
Verbitsky lo refuta de la siguiente manera: “Los puntos de contacto entre esta versión y la realidad son tangenciales. Duhalde se presentó sin aviso previo en Olivos y Fernández lo recibió sólo cinco minutos, una vez que comprobó que no lo llevaba ninguna urgencia. El mandatario escuchó con respeto cuando su visitante le propuso incorporar al gobierno a ministros de otros partidos y al despedirse le dijo que si lo interrogaban los periodistas dijera que él lo había llamado, para justificar por qué violaba la cuarentena”.
Amén de que suena pueril creer que una reunión de ese tenor pudiera durar 5 minutos —solo habrían logrado saludarse y despedirse, sin más— y que alguien llegue sin invitación a ver al mismísimo presidente de la Nación, sorprende la revelación del escriba K respecto de cómo el primera mandatario habría facilitado una coartada a Duhalde para que violara la reclusión obligatoria derivada del coronavirus.
Podría parecer una anécdota menor ante lo que ocurre en el país y en el mundo. Pero no. Porque no existen pequeños o grandes gestos, sino lo que está bien y lo que está mal.
Sobre todo en momentos en los cuales el propio presidente insiste en llamar “imbéciles” a quienes no respetan las restricciones que impone el coronavirus.
Como dije aquella frase del saber popular, “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.