El caso del doctor Rubén Mühlberger es un buen disparador para volver a recordar algunas cuestiones vinculadas a las pseudociencias y la estafa a la buena fe de los incautos. Sin dejar de mencionar la complicidad de los medios de comunicación que, como suelen hacer, aportaron su cuota de complicidad. Pauta dineraria mediante, obviamente.
Mühlberger es aquel galeno que se presentaba como especialista en “medicina ortomolecular” y que fue detenido después de una inspección del Ministerio de Salud de la Nación en la cual se detectó que carecía de la habilitación necesaria para trabajar.
Se trata de un hombre inescrupuloso, que llegó al extremo de comercializar un producto que supuestamente servía para curar el coronavirus en seres humanos (ver video al pie).
En primer lugar, debe recordarse —una vez más— que no existen productos mágicos de ningún tipo. El método científico es el único refugio para combatir cualquier tipo de pandemia. Con sus tiempos y protocolos, ensayo y error de por medio.
Hay miles de complejidades, fases de experimentación y demás cuando se trabaja bajo los cánones de al ciencia. Todo el resto, es pura pseudociencia.
Los tratamientos de Mühlberger entran en esta última categoría. Son terapias que no tienen ningún tipo de sustento científico.
Incluso su aclamado tratamiento ortomolecular —mal llamado “medicina”— es otro fiasco. No solo se trata de un concepto peligroso que puede provocar patologías como la hipervitaminosis y otras, sino que incluso los expertos en nutrición desaconsejan su utilización. De ciencia no tiene nada de nada.
Lo que hace este supuesto médico —al escucharlo hablar se hace imposible creer que ostente un diploma profesional— es un fraude que no se distingue en lo más mínimo de lo que hacen brujos y manosantas. Es una estafa a la credulidad que debería ser penalizada de acuerdo a lo que puntualiza el Código Penal.
También deberían purgar algún tipo de condena —aunque más no sea social— aquellos que promovieron el fraude de Mühlberger. Docenas y docenas de “comunicadores” que avalaron sus ineficaces métodos. Se presume que lo hicieron dinero mediante.
No se trata de personas del montón, sino de referentes de la talla de Moria Casán, Charly García, Marcelo Polino, Diego Maradona, y Marcela Tinayre, entre otros. ¿Qué dirán ahora, luego de haber promocionado a un chanta de tal tenor?
Como se dijo, lo sucedido es una buena excusa para volver a plantear un serio debate dentro del seno de la sociedad que ponga blanco sobre negro respecto del abuso de la credulidad pública por parte de presuntos especialistas de cartón.
Ya hay demasiados fraudes pululando por ahí como para agregar otro más. Crotoxina, Hansi, método Di Bella, gorgojos, etc... el paciente desesperado recurre a remedios que no funcionan. Y deja millonadas de dinero cada año creyendo que se curará gracias a estos. Ello jamás ocurre. Jamás.
Este periodista ofrece desde hace más de 20 años 10 mil dólares a quien demuestre poderes paranormales, entre los cuales se pueden contar los poderes de curación. Nadie jamás ha ganado ese premio. Ni tampoco lo hará, porque la magia no cura, es apenas ilusión.
Quien diga lo contrario debe demostrarlo. Así de simple. Al igual que hace el método científico, que es —tal cual detalló el gran Mario Bunge— un cuerpo de ideas que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible.
Todo lo demás es embuste. Puro y duro.