Cristina sonríe. Levemente, con una mueca que hace que su boca se vea parcialmente torcida. Es el gesto que suele regalar cada vez que hace alguna de las suyas.
Tiene por qué estar feliz: la Oficina Anticorrupción decidió dejar de ser querellante en las causas más sensibles contra Cristina Kirchner y sus hijos. Aquellas en las que ella y sus vástagos están más complicados: los expediente Hotesur y Los Sauces, donde se ha probado sobradamente, peritajes mediante, que se blanqueó dinero sucio.
No significa que esos hechos dejarán de investigarse, desde ya, pero sí que habrá una traba menos a la hora de buscar la impunidad. Un actor menos empujando el carro de la Justicia.
Como viene sosteniendo este cronista, ese es el mandato que recibió Alberto Fernández por parte de la vicepresidenta: “zafarla” de sus problemas judiciales. Esa fue la moneda de cambio que negoció con ella para que esta le permitiera ocupar la primera magistratura del Estado.
Cristina teme por el derrotero judicial, pero no por ella sino por sus hijos, principalmente Florencia, quien no ostenta fueros de ningún tipo. ¿Qué ocurriría con ella si algún juez decidiera meterla tras las rejas?
Debe recordarse que, por mucho menos, la hija de la expresidenta debió exiliarse en Cuba, por la somatización que sufrió su cuerpo en el marco de la “persecuta” que le endilgó el fallecido juez Claudio Bonadio.
En ese contexto, Alberto juega un juego incómodo. Le toca “bailar con la más fea”, como suele decirse. Porque, por un lado gusta decir que ha venido a “democratizar” la justicia y a terminar con el Poder Judicial corrupto; pero por el otro, debe mirar para otro lado frente a la acción de los “operadores” de Cristina. Aquellos que ahora mismo, mientras se escriben estas líneas, intentan desactivar las bombas judiciales que la aquejan.
El principal es Juan Martín Mena, secretario de Justicia y ex “número dos” de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El mismo que se robó los archivos secretos de esa Secretaría antes de dejar su cargo, en 2015.
¿Cómo amalgamar el discurso del presidente, que supo denostar a los operadores judiciales del macrismo, con los hechos concretos, que ponen a su gobierno en un lugar anti republicano?
Lo que ha sucedido este jueves, con la inesperada “retirada” de la Oficina Anticorrupción, es solo el principio. Ya ha anticipado el titular de ese cuerpo, Félix Crous —recurrente invitado al programa ultra K “678”— que desistirá de otros expedientes que también contaban con el impulso de la oficina a su cargo.
Dos de ellos ostentan una relevancia superlativa: se trata del juicio por la obra pública y de la investigación por los cuadernos de la corrupción K. En ambos se deja ver el mismo hilo conductor que en Hotesur y Los Sauces: la figura de Lázaro Báez.
Lo más curioso es que Cristina se considera inocente en todas y cada una de las causas que la complican. Imposible saber si lo cree realmente o si es solo un acting para los que la escuchan.
Por lo pronto, el 2 de diciembre pasado, cuando debió declarar ante el Tribunal Oral Federal 2 en la causa en la que se investiga si durante su gobierno se direccionó obra pública en favor de Lázaro Báez, la vicepresidenta dejó al descubierto su propio inconsciente: “A mí me absolvió la historia. Y a ustedes seguramente los va a condenar la historia. ¿Preguntas? Preguntas tienen que contestar ustedes, no yo”.
Entretanto crece la polémica por lo ocurrido, la abogada Silvina Martínez —a la que el kirchnerismo considera una “denunciante crónica”— decidió denunciar judicialmente a Crous por “dejar afuera” a la Oficina Anticorrupción en su papel de querellante. La presentación nos prosperará, porque ese cuerpo posee la discrecionalidad de hacer lo que le plazca.
Como claro antecedente basta recordar todas las denuncias que se hicieron contra Laura Alonso cuando ocupaba el mismo cargo. Nunca jamás prosperó presentación alguna contra ella, ni siquiera aquella que hizo Juan Grabois en 2017 por "direccionar investigaciones contra opositores al gobierno" de Macri.
Mucho podrá decirse en estas horas, pero lo cierto es que se ha dado un elocuente paso en retroceso en lo que a republicanismo respecta.
No debería sorprender: Cristina es la misma que en julio de 2016 dijo que había que “salir a apretar jueces”. El audio, que puede escucharse a continuación, vale más que mil palabras.