El caso de Facundo Astudillo Castro, al igual que otros tantos policiales, dejó al desnudo la falta de profesionalidad por parte de puntuales periodistas a la hora de brindar información certera y rigurosa.
Es que, tal cual se pudo observar el pasado lunes, la gran mayoría fue participe de la desinformación al hablar de la confirmación de que el cuerpo hallado era del joven que había desaparecido el pasado 30 de abril.
Casi al instante, desde Tribuna de Periodistas se desmintió que ello fuese así, y se afirmó que el estudio de ADN estará listo para el miércoles próximo, lo que deja a las claras la problemática que existe en la Argentina respecto del chequeo de la información.
¿Cómo puede ser que los medios más grandes hayan caído en tan sensible fake news y un periódico con un personal reducido y recursos sobradamente menores pudo desmentirla?
Ciertamente no es algo que sorprenda. Desde el principio de la mediatización de la causa, los grandes grupos periodísticos le han errado de manera brusca, la información chequeada y los datos de rigor solo pudieron encontrarse en medios como La Brújula 24, Tribuna de Periodistas, y algún otro.
En cambio, la mayoría decidió darle credibilidad a las palabras del abogado de la familia de Facundo, Leandro Aparicio, aun cuando en el propio expediente aparecen elementos que van en contramano a sus aseveraciones.
Pero la realidad es que no hace falta ser un gran investigador para entender que en toda la trama hay elementos realmente suspicaces. Contradicciones y declaraciones de las más inverosímiles.
El punto clave está en el hecho de que nadie consultó a todas las partes relacionadas, sólo se le dio entidad a las palabras de la querella, cuya representación mediática quedó en manos del ya mencionado Aparicio.
Para que quede claro, el letrado mencionado no es otro que el mismo que el año pasado arengaba a la usurpación de tierras en Bahía Blanca. De allí surge su falta de cordura.
Sin embargo, la prensa vernácula poca importancia le dio a ello. Tampoco se detuvo a observar ni a indagar sobre un hecho que empezó a resonar hace un tiempo: que la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación estaría presionando a la Fiscalía con el fin de que ésta involucre a la bonaerense en el hecho.
Como si lo antedicho fuera poco, la historia oficial se cae en pedazos con los testimonios, informes de las compañías Claro Y Personal, el control fitosanitario, la lectora de patentes, y un sinfín de elementos técnicos que refutan las mayores aseveraciones de la querella.
En ese sentido ¿Por qué el periodismo sigue fogoneando la historia de la desaparición forzada por parte de la Policía? ¿Por qué no busca analizar otros elementos también relevantes de la causa? ¿No sería eficiente acaso realizar un análisis objetivo y pormenorizado de los hechos?
Ciertamente, de apuntar hacia lo anunciado por la última incógnita aquí planteada, sería realmente evidente que la querella ha estado declarando disparates.
Pero no, el periodismo carece de escepticismo, un elemento fundamental a la hora de analizar e investigar un hecho con la intención de obtener un resultado óptimo.
El daño que ello causa resulta ser superlativo ¿Cómo se hace para explicarle a alguien que en este caso en particular no existe una desaparición forzada por parte de ninguna fuerza de seguridad cuando los medios tradicionales han bombardeado con esa información sin mesura?
No hay manera y claramente la culpa no es del ciudadano que intenta estar más o menos informado, sino de la prensa que no se detiene a pensar en el perjuicio social en el que desemboca su falta de profesionalismo.
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