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Nuevo anticipo de “La mentira de los poderes paranormales”: ahora, el fraude de las terapias alternativas contra el cáncer

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Si es "alternativa", no es medicina (y no cura)
Si es “alternativa”, no es medicina (y no cura)

Las terapias alternativas son todo un tema en sí mismo. Por varias razones. Primero, porque van más allá de lo que pretenden otras pseudociencias, acaso inocuas.

 

En este caso, hablamos de técnicas que aseguran poder curar enfermedades, lo cual lleva todo a un terreno bien delicado.

En segundo lugar, algunas de esas terapias son aplicadas y/o pergeñadas por médicos diplomados, lo cual las vuelve más complicadas de refutar.

Sencillamente porque la gente en general cree en los médicos, solo porque lo son. “Si lo dijo un profesional debe ser verdad”, suele decirse. Y es cierto, ¿quién desconfiaría de un galeno, que ha estudiado durante años en la universidad?

Sin embargo, la cuestión es un poco más compleja, porque la evidencia va más allá de quien proclama una cosa u otra. Porque entonces, si un profesional diplomado jurara que vio una vaca volando, ¿habría que creerle sin más?

Ello se llama “principio de autoridad”, y en epistemología suele explicarse como aquel fenómeno por el que una proposición científica se acepta por el solo hecho de estar afirmada en un texto considerado como cierto y no sujeto a debate científico.

Ello es un severo error. Porque la ciencia no se maneja de esa manera, sino a través de la evidencia. Independientemente de quien la presente.

En el caso de las terapias alternativas lo que falla es justamente eso: no hay pruebas que sustenten las afirmaciones de quienes las utilizan.

Hay de todo un poco, pero las más peligrosas son aquellas que juran poder curar enfermedades como el cáncer, el sida u otras. Porque los pacientes suelen abandonar tratamientos ortodoxos, que podrían llevarlos a la cura real. Y terminan muriendo.

Lo he vivido de cerca media docena de veces, con personas que conozco. Son historias sorprendentes, de gente que pudo haber zafado y no lo logró por creer en algo irracional.

Uno de los casos lo viví con mi mejor amiga, cuya madre falleció luego de depositar sus esperanzas en un tratamiento alternativo contra el cáncer. En cuestión de días, se apagó como una vela.

Fue a mediados de los años 90 y lo recuerdo patente porque fui yo quien llevé a mi amiga a buscar ese preparado inútil. Cuya ineficacia conocía por haberlo aplicado cuando trabajaba como empleado de farmacia, en los años 80.

Intenté convencer a mi amiga de no avanzar en tal sentido, de abstenerse de adquirir ese preparado. Pero no hubo manera: la desesperación es más fuerte. Y no la culpo. Porque, ¿quién no haría lo que fuera para salvar a un ser querido?

Como dije, me ha tocado ser un testigo dilecto de este tipo de fraudes denominados terapias alternativas. Sobre todo en lo que refiere a un método que se hizo famoso en los años 80, llamado Hansi. Lo conté con pelos y señales hace dos décadas, en el año 2000:

Cuando tenia 17 años no sabía todavía el significado de la palabra “cáncer”. Sin embargo, trataba de que nadie se diera cuenta de ello, ya que trabajaba en una farmacia y el tema recurrente de muchas conversaciones era justamente el de las enfermedades. En esos días, aplicaba inyecciones a personas que se acercaban a requerirlo.

Uno de los fármacos que más inyecté en ese año fue uno que me llamaba tremendamente la atención. En su etiqueta se dejaba leer la palabra “Hansi” y servía –según el comentario de aquellos que se lo aplicaban- para remitir distintos tipos de cáncer.

Si tuviera que hacer una evaluación del producto por mi experiencia personal, tendría que decir que es un completo fiasco. Todas las personas a las que les apliqué esas inyecciones terminaron falleciendo.

Pero como las experiencias personales no sirven para poder evaluar científicamente -a nivel metodológico- una situación específica de este tipo, me remito a hacer un análisis del producto en sí. Con ustedes, la historia de “Hansi”.

El método Homeopático Activador Natural del Sistema Inmune (Hansi), es un descubrimiento (léase "invento") realizado por el fitólogo argentino Juan Hirschmann junto a la ayuda del médico obstetra Ernesto Crescenti y se supone que permite la cura de enfermedades como el cáncer, SIDA, artritis, reuma, asma, síndrome de fatiga crónica (sfc) y otras dolencias que tengan que ver con la disminución de las barreras inmunológicas.

Hirschmann asegura que, hace algo más de treinta años, descubrió una terapia con la que lograba disminuir -y en muchos casos desaparecer- tumoraciones de origen cancerígeno a través de un tratamiento vinculado a las plantas, en especial los "cactus". Las investigaciones avanzaron y –supuestamente- le permitieron comprobar su éxito en animales y, paulatinamente, en humanos.

Es bueno aclarar a esta altura que, según Hirschmann, los compuestos extraídos del cactus no actúan químicamente, sino “energéticamente”, por lo que se trataría ni más ni menos que de otro ineficaz medicamento homeopático.

De hecho, en los días en los que se hacía pública la aparición de “Hansi”, la Secretaría de Salud Pública advirtió que luego de analizar el producto no se encontró principio activo alguno, por lo cual nunca se sabrá el detalle de su formula ni cuál es su mecanismo de acción.

Para agregar más polémica, en el año 1993, el laboratorio Canovas afirmó que en realidad el “Hansi” estaba fundado en un producto homeopático para tratamientos veterinarios, llamado Canovas 200, que había sido solicitado por Hirschmann “para dárselo a un amigo con cáncer”. Un producto que, según se desprende de los propios dichos del abogado de Canovas, “si se lo analiza sólo posee agua y alcohol”.

Casualmente, en ese mismo año se produciría una fractura entre Crescenti y Hirschmann: este último comenzó a sostener que el primero habría modificado la fórmula original.

Finalmente y, luego de estudios variados, lo único que ha quedado en claro respecto a las acciones del “Hansi” sobre el organismo es que traería no pocas complicaciones, especialmente infecciosas: abscesos, empiemas y sepsis. También hematomas y dolor en el sitio de aplicación. Asimismo, se han cultivado frascos cerrados y abiertos encontrándose diferentes gérmenes: Cándida Sp, Acinetobacter Sp, etc.

El Dr. Ernesto Gil Deza, especialista en temas oncológicos, se muestra bastante crítico al hablar del tema: “En uno de nuestros pacientes bajo este tratamiento observamos síndrome Cushing. También observamos progresión en la enfermedad hasta un estado de incurabilidad en dos casos de pacientes portadores de tumores potencialmente curables, quienes se negaron a recibir tratamientos convencionales. No hemos podido observar ningún beneficio objetivo relacionado con su administración cuando los pacientes recibieron solo Hansi”.

Es evidente que "Hansi" no es una disciplina que se pueda encuadrar dentro de los parámetros de la ciencia. No sólo eso, si funcionara entraría en lógica contradicción con algunas leyes de la física y la química.

Frente a lo dicho, lo único que nos queda esperar por parte de los que lucran con este método, es que se aboquen a realizar algún estudio que pueda demostrar sus aseveraciones, ya que hasta ahora no existe ninguna investigación independiente que haya avalado los supuestos de dicha doctrina.

Como es de suponer, Hansi no es el único método alternativo que jura poder acabar con el cáncer, hay muchos otros que sostienen lo mismo.

El más célebre de todos explotó a mediados de los años 80 con un nombre muy particular: crotoxina.

Se escribieron cientos de notas al respecto y logró una propaganda pocas veces vista, pero terminó siendo un completo fraude.

La mayoría de los que siguieron aquel tratamiento acabaron falleciendo. Lo más triste es que muchos podrían haber tenido una sobrevida mayor de no haber abandonado sus tratamientos oncológicos convencionales.

Puntualmente, la historieta de la crotoxina comenzó en julio de 1986, cuando se anunció que una droga obtenida sobre la base del veneno de la víbora de cascabel parecía ser eficaz en el tratamiento del cáncer, lo cual causó una gran conmoción.

Casi inmediatamente -mientras se denunciaba que en esos días 83 pacientes recibían esa droga sin autorización-, el Ministerio de Salud decidió formar una comisión de oncólogos que revisara los experimentos ad hoc.

Sus conclusiones fueron terminantes: "Se comprobó que los datos estaban falsificados o ausentes y que no había ninguna razón que justificara tratar a pacientes con Crotoxina".

En medio de un escándalo académico, jurídico y humanitario, el entonces ministro Conrado Storani prohibió el uso de la droga en octubre de 1986, solicitada en los diarios de por medio.

Grupos de pacientes protestaron y acusaron al Gobierno de tener "resultados secretos" y de alentar, con la prohibición, "el mercado negro de la Crotoxina". La polémica llegó al Congreso y a la CGT. Muchos especialistas, sin embargo, prefirieron hablar de "fraude".

En 1995 Raúl Matera, entonces secretario de Ciencia y Tecnología del menemismo, reflotó el tema. Su sucesor, Domingo Liotta, anunció la continuación oficial del experimento.

Las nuevas pruebas se hicieron en dos hospitales autorizados por el ANMAT: el General San Martín de Paraná y el de Vicente López. Las resoluciones son las Nº 4559 y Nº 351.

La primera fase de la investigación fue aprobada en julio de 1998. Veinticinco pacientes terminales, de entre 18 y 60 años, se sometieron voluntariamente a las experiencias.

Todos habían recibido tratamientos convencionales y aceptaron que se estudiara en sus cuerpos el grado de toxicidad de la Crotoxina.

Lamentablemente, hasta el día de hoy no se evidenció eficacia alguna en el tema y todavía se sigue experimentando. Lo cual significa que se comercializó la droga sin haberse siquiera avanzado en los pasos metodológico-experimentales básicos.

A pesar de esa experiencia, nada evitó que aparecieran nuevos fraudes oncológicos, como el insólito método Di Bella, un sistema importado directamente de Italia que despuntó en el año 1997 y murió a poco de nacer.

Su nombre refiere a Luigi Di Bella, un médico italiano devenido en oncólogo que, viendo que no podía progresar demasiado en temas convencionales de medicina y ciencia, pensó que sería una buena idea —léase "negocio"— aprovechar la desesperación extrema de quienes sufren cáncer y desarrolló un método que ha sabido desafiar al sistema sanitario italiano.

Según Di Bella, la mezcla de vitaminas A y E, betacaroteno, bromocriptina, melatonina y somatostatina ejercen efectos milagrosos a la hora de frenar los tumores malignos.

De todos los compuestos de este cóctel, la somatostatina es el más costoso y es por eso que, en su momento, funcionarios italianos de sanidad se negaron a financiar dicho fármaco, lo cual provocó que los propios consumidores demandaran al Estado.

Más tarde un juez italiano consideró que la somatostatina debía pagarse con el dinero público y fue entonces que el escándalo se extendió por gran parte de Europa.

Lo antedicho provocó una escena lamentable ya vista —repetidamente— en muchos otros casos similares: los enfermos llamaban desesperados a los medios de comunicación pidiendo la dirección del amigo Luigi.

Otra vez se podía ver la dramática postal de los pacientes tumorales buscando remediar sus problemas con métodos extraños: problemas que los tratamientos "convencionales" no habían conseguido frenar.

A pesar del elocuente caos provocado, la gente que trabajaba con Di Bella no se dignó a presentar datos científicos que apoyaran su tesis, por lo que el Gobierno italiano finalmente tuvo que realizar un estudio para zanjar todas las dudas. Conclusión: se terminó de demostrar que el cóctel Di Bella no servía para nada.

En el 50% de los pacientes tratados con esta heterodoxa metodología el cáncer progresó localmente. En el 33% de ellos no hubo cambios, el 15% llegó a hacer metástasis a distancia y sólo un enfermo tuvo una respuesta considerada como positiva.

Para que dicho estudio no se tildara de parcial casi 1.000 pacientes de cáncer participaron, todo de acuerdo con la información publicada en la prestigiosa revista The Lancet.

Luego de semejante fiasco, que se sumó a los ya mencionados, todo parecía indicar que ya no habría lugar para nuevos timos. Pero no fue así.

En el horizonte de los tratamientos pseudocientíficos apareció uno bien novedoso: el consumo de gorgojos vivos del tipo "Tenebrio Palembus Dermestoides".

Ayudó a diseminar tal creencia la aparición de las redes sociales, que diseminaron la creencia de que esos bichos podían curar enfermedades graves como el cáncer y SIDA.

La cura operaría aumentando supuestamente el nivel de defensas del sistema inmunológico por efecto de supuestas proteínas y aminoácidos liberados por el pequeño insecto.

El método promovido en la Argentina por un misionero llamado Rubén Dieminger, quien incitaba a comer 4.900 escarabajos durante 140 días para curarse de esas y otras patologías.

Cuando periodistas del diario La Nación lo interrogaron a efectos de conocer los fundamentos científicos de sus afirmaciones, Dieminger aseguró no tener "ninguna formación en salud para avalar la investigación científica de los gorgojos".

De todos modos, la teoría de este misionero puede leerse en Internet, en el sitio "Cadena del Gorgojo":

"Un análisis cualitativo de los resultados obtenidos en tratamientos de distintas enfermedades en las que se consume vivo este gorgojo en combinación con los tratamientos tradicionales (muestra que) los enfermos han logrado una sobrevida o la cura total, inclusive en algunos casos de personas desahuciadas. La hipótesis se basa en la acción antineoplásica natural obtenida por la ingesta del Tenebrio Palembus Dermestoides que liberaría en el organismo proteínas, una cadena de aminoácidos y una sustancia desconocida que denomino 'Coleotoxina', cuya acción incentivaría el sistema inmunológico activando la generación de linfocitos "T" que tendrían una actividad antiviral, antiproliferica e inmunomoduladora".

Por las dudas y a sabiendas de que sus palabras pueden ser receptoras de innumerables críticas, Dieminger se protege:

"Quiero expresar fehacientemente que esta es mi TEORÍA y que la misma no esta demostrada".

Vamos ahora a analizar sus propias afirmaciones:

-Habla de análisis "cualitativo" pero no "cuantitativo", lo cual es excluyente en investigación científica y daría más seriedad a un experimento de esta magnitud.

-Asegura que ha observado mejoras en gente que consume gorgojos, pero siempre en "combinación con tratamientos tradicionales" de la medicina.

-Habla con verbos en potencial -"liberaría, incentivaría"- lo cual demuestra que especula sin pruebas acerca del efecto benéfico de la ingesta del gorgojo.

-Confiesa que esta es su propia teoría, lo cual denota que no tiene aval científico.

No obstante lo dicho, no sólo en Misiones existen voceros de las bondades de la "terapia del gorgojo". En Paraná, Entre Ríos, el padre Antonio Orlando Mattiassi, de la iglesia "Inmaculado Corazón de María" reproduce verbalmente los mismos dogmas que Dieminger.

En panfletos que suele distribuir, el sacerdote asegura que: "los gorgojos son un regalo de Dios Padre a la humanidad sufriente y especialmente para los más pobres, que no pueden pagarse medicamentos costosos, y para darles una lección a los grandes laboratorios que especulan con la vida de los desposeídos".

Lo que no dicen sus volantes es que el párroco cobra una interesante suma de dinero por cada recipiente con insectos. Un verdadero despropósito si tenemos en cuenta que no existe evidencia alguna de que este tratamiento sea efectivo para curar enfermedades.

Para agregar confusión al tema, Mattiassi asegura que los gorgojos "deben ingerirse vivos, ya que al llegar al estómago mueren y liberan la crotoxina", sustancia que, no sólo es inservible, sino que no se encuentra en dichos insectos.

Este cura, que asegura que los gorgojos pueden curar "el cáncer, los tumores, las úlceras externas e internas, la artritis, la artrosis, el mal de Parkinson, la diabetes, el asma, la soriasis, la osteoporosis o el sida", pierde credibilidad en el tema por su falta de pensamiento crítico, ya que suele exaltar y fomentar doctrinas pseudocientíficas como el "Reiki" y la curación a través de la imposición de manos.

Cabe destacar, asimismo, que Mattiassi es el mismo que ha sido repudiado por sus críticas a los exiliados cubanos.

Respecto al tema de los gorgojos, el presbítero Fernando Montejano, encargado del Litoral para la "Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Argentina", dijo a diario La Nación que: "en lo personal, he tenido mis reparos porque no se puede jugar con la gente".

Finalmente, quien escribe estas líneas ha escrito a cadenadelgorgojo@yahoo.com para solicitar información científica acerca de la eficiencia del "tratamiento del Gorgojo", la cual no le fue suministrada.

Uno imagina que debe ser por un simple motivo: dicha información no existe.

Como sea, debe mencionarse que hoy en día la ciencia se encuentra en una aventajada posición a la hora de luchar contra enfermedades como el cáncer. Detectados a tiempo, muchos tipos de tumores tienen un alto grado de éxito en sus tratamientos, dato que es desconocido por mucha gente y que no ayuda a la hora de pelear contra la desinformación que impera en estos temas.

Lo peor es que, mientras esto sea así, los chantas de siempre seguirán apareciendo con nuevos y falsos tratamientos que solo servirán para llenar sus propios bolsillos.

Los métodos serán los mismos de siempre, solo cambiarán sus denominaciones y, en algunos pocos casos, los nombres de los bandoleros de turno que los aplican.

Eso sí…las secuelas que quedan se seguirán midiendo, ni más ni menos, que en vidas humanas.


Extracto del capítulo 9 del libro "La mentira de los poderes paranormales (y el fraude de las pseudociencias). 

 

4 comentarios Dejá tu comentario

  1. Mezclar ovnis con terapias alternativas me parece que no es una buena estrategia de venta. No te preocupes Sanz porque no sos el único periodesta que mezcla peras con manzanas. Casi todo el periodismo lo hace por no decirlo todo. Tú método pretendidamente cientificista no está dando resultados, lo cual impacta en tu credibilidad, lo cual no es de ahora. Me voy a otros sitios, acá ya no hay nada que hacer.

  2. Y ya que estamos en terapias alternativas y en invenciones cientificas....no da un poco de miedito saber que todos tenemos algo de adenovirus de chimpancés en nuestros organismos ? Servirán finalmente las vacunas o son solo un parche de 6 meses para volvernos a tener que inyectar? Alguien que sepa algo mas?

  3. Me meto dos minutos para decirte, Sanz, que tuve oportunidad de conocer por años a una persona - ya fallecida - que trabajó en forma voluntaria en los experimentos con Crotoxina con los Dres. Vidal y Crescenti (hermano de quien hoy maneja el Same), lo que se conoce en investigación como "informante clave". Hablamos en incontables oportunidades del tema, y en honor a la memoria de esta persona que quise mucho, solía decirme que "en ningún momento se pedía al paciente dejar el tratamiento convencional". A lo sumo podía no pasar nada (placebo) o que se produjeran algunas mejoras en los pacientes. El problema de fondo era si la fórmula de la Crotoxina se utilizaría en forma comercial o no, por lo cual hubo conflictos muy fuertes entre Vidal y Crescenti. Por otra parte tengo evidencia empírica acerca de que en CABA se hacen tratamientos de salud no avalados en forma oficial pero que han repercutido significativamente en la mejora de la calidad de vida del paciente. Esto también lo vas a tomar como algo "paranormal"? Investiga en serio y no hagas infotainment. Como siempre te digo: datos, no opinión. Chau, Sanz!!

  4. Por lo visto, no se cansa de hacer el ridículo, Sanz...Y como ya es un clásico, desinformando..La historia del Hansi dista de ser como ud. la contó..Siga así, con su estrategia de marketing, pretendiendo vender un libro que no lee nadie...Saludos cordiales.

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