Alberto Fernández pasa por su peor momento. En todo sentido. Por un lado, su imagen se ha derrumbado por completo, de acuerdo a la última medición hecha por la consultora Taquión.
Por el otro, no logra controlar la estampida de precios, que promete llevar la inflación a lugares estratosféricos.
Ni siquiera ha conseguido reconciliarse con el sector cristinista de su propio gobierno. Ha hecho todo lo humanamente posible —sobre todo a través de la gestión de segundas y terceras líneas— y lo han desairado una y otra vez.
Acaso lo único positivo que le tocó vivir durante la semana que pasó fue el hecho de haber sido padre. Situación que, vista con detenimiento, pareció denotar algo de incomodidad por parte del presidente de la Nación.
Su derrotero transcurre en estas horas entre aquellos que le dicen que se reconcilie con Cristina y los que le piden que rompa. Alberto no está seguro acerca de qué camino tomar, porque ambos podrían conducirlo a un callejón sin salida.
Si acuerda con la vicepresidenta, sabe que debe “entregar” a uno de sus funcionarios de confianza, el ministro de Economía Martín Guzmán, de quien no quiere desprenderse. No porque lo valore, sino porque siente que es parte de la pulseada que quiere ganarle a Cristina.
A su vez, si rompe con la otrora presidenta perderá un activo muy importante: la caja. No hay que olvidar que La Cámpora maneja el 70% del presupuesto nacional, a través de la Anses, el PAMI, Aerolíneas Argentinas y otros organismos similares.
Los gobernadores peronistas, con Juan Manzur a la cabeza, le prometen auxiliarlo económicamente. Pero, ¿podrían hacerlo llegado el caso? Difícilmente. Bastante quilombo tienen en sus propios distritos.
Independientemente de las tribulaciones de rigor, Alberto teme las siempre latentes represalias del kirchnerismo de paladar negro.
¿Qué ocurriría si de pronto apareciera publicada alguna crónica periodística describiendo sus problemas con la bebida? ¿O sus incendiarios chats de madrugada con voluptuosas mujeres? Ciertamente, el riesgo de romper es muy alto.
Otro personaje sobre el cual los K están preparando un voluminoso dossier es el ex ministro de Defensa, Agustín Rossi, quien se posiciona de a poco como uno de los dirigentes más escuchados por el jefe de Estado.
“Es un cuadro político importantísimo. Está muy cerca del Presidente, habla mucho con él”, resaltó a la agencia Noticias Argentinas una fuente con acceso directo al despacho presidencial esta semana. Ello provocó la inmediata furia del núcleo K del gobierno.
Por eso, no es de extrañarse que en los próximos días aparezca algún artículo periodístico recordando el tendal de cheques rechazados que Rossi dejó en Rosario. O incluso aquel misil TOW2 que se “perdió” cuando este comandaba la cartera de Defensa, en enero de 2015.
Dicen que “nadie resiste un archivo”. Ello se potencia cuando la persona en cuestión es kirchnerista.
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