Durante la semana que pasó hubo dos lanzamientos políticos fuertes, que hicieron tragar saliva a los kirchneristas más rudos de cara a las elecciones legislativas de este año.
El primero fue el de Carlos Iannizzotto, titular de Coninagro y, a la sazón, integrante de la denominada “mesa de enlace” del campo.
El mendocino aún no arriesga detalles de su candidatura ni alianzas, pero se sabe que ha comenzado tibias conversaciones con Florencio Randazzo, otrora ministro de Transporte del kirchnerismo.
Ello inquieta a Cristina Kirchner, porque significa que Iannizzotto podría aglutinar el voto de los peronistas disconformes con el actual oficialismo y, al mismo tiempo, quedarse con el voto de gran parte de la derecha y centroderecha argentina.
Aún sin la presencia del titular de Coninagro en el mapa de la política local, los números ya son adversos para el kirchnerismo. De ahí deviene la preocupación K.
También explica la desesperación de Horacio Verbitsky por encontrar algún dato lesivo sobre Iannizzotto, a efectos de “carpetearlo”. Hasta ahora, no ha logrado dar con ningún hecho que lo complique.
Dicho sea de paso, el oficialismo vive toda una paradoja en estas horas respecto de la figura de Randazzo: un reconocido asesor K viene militando la idea de contar un desconocido desaguisado que surge de su paso por la Cartera de Transporte, relacionado con una licitación “a medida” de un célebre amigo del poder, ya dueño de varias concesiones más que rentables. El problema es que ese escándalo complica también a Néstor y, en menor medida, a Cristina.
El otro lanzamiento que inquieta la colmena del kirchnerismo es el que protagonizó este sábado María Eugenia Vidal. Si bien no será en el terruño que más apetece Cristina —quien mira la provincia de Buenos Aires— no deja de ser incómodo para el oficialismo de turno, básicamente por lo bien que le dan las encuestas a la otrora gobernadora bonaerense.
Para colmo, otro exmandatario de ese distrito, Daniel Scioli, rechazó el convite de encabezar la lista de diputados nacionales del PJ en la provincia de Buenos Aires. “Estoy seguro que el Frente de Todos encontrará mejores candidatos”, dijo el hoy embajador argentino en Brasil con inusual elegancia.
Entretanto, los nombres que barajan los K para enfrentar la batalla de las batallas no son ninguna panacea: Santiago Cafiero, Daniel Arroyo, Nicolás Kreplak… o sea, la nada misma. Como frutilla del postre, Leandro Cafiero será el gran jugador de la Capital Federal. Un fracaso anticipado.
En otro orden de cosas, el peronismo y el kirchnerismo empiezan a bifurcarse. Señal de ello es lo que ocurrió en Tucumán, donde Alberto Fernández aterrizó para conmemorar el 9 de Julio.
Su presencia no solo fue repudiada por propios y ajenos —por lo cual debió abandonar la provincia antes de tiempo—, sino que pasó algo aún más grave: un legislador que responde al vicegobernador Osvaldo Jaldo agredió a uno de sus custodios.
Enfrentado con el gobernador Juan Manzur, Jaldo empieza a armar su propio futuro y se autopercibe como el próximo mandatario tucumano. Será apoyado —monetaria y políticamente— por el fuerte aparato del kirchnerismo duro, que no soporta un minuto más a Manzur.
Para coronar las malas nuevas, el Gobierno debió tolerar este viernes una masiva manifestación de los referentes del Campo, que le exigen un baño de racionalidad en medio de una economía devastada por la pandemia del coronavirus.
Acaso por tantas pálidas acumuladas, los K intentaron una jugada fuerte: acusaron al gobierno de Mauricio Macri de haber enviado armas a Bolivia para apoyar el “golpe” contra Evo Morales durante el año 2019.
Sin embargo, las pruebas que se aportaron para apoyar tal acusación están “flojas de papeles”. La principal de ellas es una carta enviada a la Embajada argentina el 13 de noviembre en La Paz por el comandante de la Fuerza Aérea Jorge Gonzalo Terceros Lara. Pero el propio militar confirmó que su firma estaba falsificada.
A su vez, el prestigioso portal Bolivia Verifica, un medio digital que forma parte de un proyecto de la Fundación para el Periodismo, también refutó la veracidad de la misiva luego de una exhaustiva investigación.
Frente a lo antedicho, el gobierno argentino se encamina a enfrentar uno de los principales papelones de su historia, que trasciende las fronteras del país.
No es todo: está por salir a la luz un expediente en el cual le exigen a Cristina el pago de una deuda derivada de la sucesión de Néstor Kirchner. Son poco más de 783 mil pesos, a los cuales se suman $117 mil de intereses. La AFIP inició el proceso de ejecución fiscal en 2017, pero nunca se regularizó.
Curioso que los mismos referentes políticos que exigen a los ciudadanos afrontar sus obligaciones no hagan lo propio. Ya lo dice aquella frase del saber popular: “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.