Quienes la frecuentan, aseguran que Cristina Kirchner está debatida, derruida, literalmente derrotada. Las derivaciones del intento de asesinato que sufrió, parecen haberla afectado psicológicamente.
No es que no pueda superar lo que le sucedió, sino que no tolera que no exista una mega conspiración detrás de lo sucedido. Que no aparezcan allí las siluetas de los malvados de siempre, aquellos que “controlan los hilos del mundo”, financiando el atentado en su contra.
“Esos 'indignados' que se quejaban, no eran 'indignados' era gente paga por empresarios que se identificaron con el macrismo", intentó convencerse a sí misma la vicepresidenta en pleno congreso sindical de la Unión Obrera Metalúrgica. Se refería, es obvio, a los lúmpenes que intentaron acabar con su vida.
Al mismo respecto, añadió: "No eran indignados, recibían millones de pesos. Corténla con los indignados que no va más". Su obsesión pudo percibirse en cada palabra, cada frase, incluso cada silencio. A pesar de que la Justicia asegura todo lo contrario.
Nótese incluso que pasaron ya dos meses y medio del ataque y no deja de hablar de lo mismo, una y otra vez. Incluso admite que está “resignada con la Justicia porque me quieren de acusada y no de víctima".
Fuera de su obcecación por lo que le ocurrió, Cristina dejó en aquel discurso de la UOM una crítica al menemismo que sorprendió a propios y ajenos: “Hoy escuchamos que dicen que el mejor gobierno de la República Argentina fue el de la convertibilidad, que el mejor ministro fue el de la época de los 90’. La desinformación es muy grande”.
Lo curioso es que ella misma se cansó de elogiar a Carlos Menem y a Domingo Cavallo. Quien lo dude solo debe releer la entrevista que revista Noticias le hizo el 13 de noviembre de 1999, titulada “Una peronista de hielo y limón”.
Allí, la hoy vicepresidenta puntualizó que Menem “reflejó los cambios de nuestra sociedad en los últimos años... Menem es un producto de esta sociedad”.
Luego valoró: “Todo se derrumbó cuando Cavallo se fue del Ministerio de Economía. Cavallo le aportó mucho al gobierno de Menem, no se olvide de la convertibilidad, y de la imagen fuerte de Cavallo. En un momento, se convirtió en el hombre más sólido del Gobierno”.
Y culminó con un elogio a ambos: “Hay otro país después de Menem y Cavallo”.
Su extinto marido, Néstor Kirchner, también supo ostentar las mismas contradicciones. Feroz crítico del menemismo, en su momento se viralizó un video en el cual compartió un acto con Carlos Menem en Santa Cruz. En ese mismo evento, elogió al riojano diciendo que era “el mejor presidente de la historia”.
Fuera de las desmemorias kirchneristas, las internas del Frente de Todos y Juntos por el Cambio mostraron de manera cabal qué hay en la cabeza de los referentes de la política vernáculos: solo apetencias de poder. De un lado y del otro. Ninguna grieta en ese tipo de bajezas.
Ni siquiera amerita escribir al respecto, porque aburre, y no resuelve los principales problemas que aquejan a los argentinos, como la pobreza, el desempleo, la inseguridad y la inflación.
Solo es pertinente dedicar alguna línea perdida a Alberto Fernández, quien sigue en su errática postura de “presidente decorativo”, bien lejos de las decisiones de relevancia. Ahora mismo, se encuentra en París, donde “gastó” la cámara de su teléfono celular sacándose fotos con su par francés Emmanuel Macrón.
Luego, su agenda ha sido bastante pobre, lo cual dificultó la tarea de los colegas argentinos que viajaron con él. Baste mencionar que la mayoría de las crónicas se enfocaron en la dieta del jefe de Estado, quien, dicho sea de paso, habría bajado ya diez kilos.
Lo demás es puro humo. Por caso, para copar la agenda mediática este mismo sábado Alberto confirmó que habrá bono de fin de año para trabajadores formales, algo que bien podría haber anunciado desde la Argentina.
En otro orden de cosas, escala en Córdoba un escándalo de proporciones tras un accidente protagonizado por el poderoso Oscar Félix González, ex presidente provisional de la Legislatura de esa provincia y tercero en la línea de sucesión en el gobierno de Juan Schiaretti.
El hecho ocurrió el pasado sábado 29 de octubre cuando el hombre cruzó de carril y chocó de frente con su BMW contra una camioneta Sandero en la ruta E-34, en cercanías de Mina Clavero.
Como consecuencia del impacto, falleció la otra conductora, mientras que una hija de la mujer y otra adolescente resultaron gravemente heridas.
Más allá de la gravedad de lo mencionado, surgieron a lo largo de la investigación puntuales detalles que inquietan a lo más granado del poder cordobés.
Primero, el hecho de que González circulaba con una patente “clonada”. Segundo, que se trasladaba con una licencia de conducir obtenida en Las Tapias, lugar del cual no es residente. Tercero, personas que iban con él se apuraron a sacar unos voluminosos bolsos del BMW antes de que llegara la policía.
¿Qué había en esas maletas? ¿Dinero, droga, papeles? ¿Por qué González no quiere hablar con los medios y se abstuvo de declarar en sede judicial? ¿Cómo se explica que permanezca en libertad tras haber sido imputado por homicidio culposo agravado y lesiones culposas agravadas? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.
Pero hay más interrogantes: ¿Por qué inquieta al poder cordobés la figura de González? ¿Sigue siendo un protegido de Schiaretti, de quien fue jefe de Gabinete, lobista y “valijero”? Nadie sabe/nadie responde.
Como sea, el escándalo recién arranca y promete “enchastrar” las elecciones de 2023.
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