El Mundial de Qatar regaló varias enseñanzas. La más relevante, la importancia de jugar en equipo para poder lograr un fin en común. Algo que los políticos vernáculos parecen no terminar de aprender.
Otro tópico que quedó de manifiesto es la superstición que domina a los argentinos. A niveles estratosféricos.
Se dejó ver a través de las redes sociales, donde se multiplicaron insólitas -e inútiles- cábalas y ritos sinsentido en busca de que ganara la selección argenta.
Llegó al punto de asegurar que Mauricio Macri era mufa, como si la existencia de una persona pudiera neutralizar la “expertise” de una veintena de jugadores de fútbol.
“Yo no creo en estas cosas, pero las hago por las dudas”, me dijo un colega este domingo, quien reveló que utilizaba una vieja y desvencijada camiseta de Argentina entretanto transcurría la final contra Francia.
De nuevo: ¿Todo ello es más potente que las instrucciones de Lionel Scaloni y la inagotable práctica diaria de los jugadores? ¿Cómo operaría tal influencia “cósmica”, dicho sea de paso?
Y hay más preguntas: ¿Se puede medir el “poder” de la sumatoria de todas las cábalas? ¿De qué manera?
Más aún: si una persona, o un grupo de personas, deja de lado el respectivo “rito”, ¿se pierden las chances de ganar? ¿En qué medida?
Ni hablar acerca de la “Macri mufa”, una suerte de exacerbación de la cábala a niveles superlativos, que derivó en enfrentamientos políticos. ¿Acaso supieron aquellos que promovieron tal estupidez que el otrora presidente estuvo en el partido de la final y así y todo ganó Argentina?
A esta altura, alguno podría decir que la superstición es algo menor, inofensivo, irrelevante. Pero no es así, ni mucho menos.
Aquellos que creen en cuestiones irracionales son más proclives a ser engañados y/o estafados, y a la hora de elegir se dejan influir por cuestiones que carecen del obvio peso lógico.
Muchos de ellos son los que prefieren concurrir a las artes de un curandero antes que dejarse tratar por un médico profesional. Luego suelen arrepentirse, porque aquella patología que podían retrotraer ya es incurable.
Incluso hay quienes eligen un candidato presidencial por la “buena vibra” que este genera. Como si ello se pudiera medir de alguna manera.
Por eso, la creencia en cábalas y supercherías de diverso tenor son un certero retroceso al avance de la civilización. Es un regreso a aquellos días en los cuales solo había chamanes y brujas. Con todo lo malo que ello conlleva.
Ya Voltaire lo dijo alguna vez con irrefutable claridad: “La superstición es a la religión lo que la astrología es a la astronomía, la hija loca de una madre cuerda”.